1.925. Uruguay “un feliz pequeño país con instituciones sociales modelo”: Albert Einstein
Estas son algunas de las impresiones del Premio Nobel de Física después de su paso por Argentina, Uruguay y Brasil, relatadas en algunas cartas que reposan en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Uruguay le pareció “un feliz pequeño país con instituciones sociales modelo”.
En 1925, el Premio Nobel viajó por la región. Las cartas que le escribió a su familia forman parte de la colección que atesora la Universidad Hebrea de Jerusalén. A pocos días del 140 aniversario de su nacimiento, el recuerdo de las agudas y ácidas descripciones del físico alemán.
A los cuarenta y pocos años, el hombre ya había recibido el premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre el efecto fotoeléctrico (un paso fundamental en el camino hacia la mecánica cuántica) y hacía rato que había pergeñado la fórmula E=mc², la que poquísima gente entiende o puede explicar pero que todo el planeta conoce.
Como era además un judío simpático, ocurrente y entretenido, enseguida se convirtió en una “celebrity” al estilo de la época, invitado a viajar por el mundo y a opinar de cualquier tema a través de incontables entrevistas y artículos que le pedían los periódicos.
Personaje de su tiempo, Albert Einstein llegó a este mundo en 1879 en Alemania y el próximo 14 de marzo se cumplen 140 años de su nacimiento. Un ícono reverenciado a nivel global, sus teorías científicas siguen presentes en muchísimos elementos de la vida cotidiana en la actualidad, su estatura teórica está asegurada por siglos.
Pero, además de sus trabajos científicos, Einstein dejó detrás un legado de miles de cartas y documentos, diarios de viaje y anotaciones, en muchos de los cuales se revela como un ser humano complejo, capaz de disfrutar los beneficios de la celebridad pero también de ponerse de mal humor ante la presencia de extraños y de realizar comentarios que hoy son considerados fuertemente racistas o xenófobos.
Recientemente se conocieron algunos comentarios escritos por Einstein en su diario de viaje de entre octubre de 1922 y marzo de 1923 por Asia, Medio Oriente y España, en los cuales describió a los chinos como un pueblo “trabajador, sucio, obtuso”. No muy políticamente correcto…
Argentina, Uruguay y Brasil
Un diario similar cubrió las peripecias del autor de la Teoría de la Relatividad durante su viaje de 1925 por Argentina, Uruguay y Brasil. Y no faltaron los comentarios racistas o despectivos, mezclados con declaraciones de amor y admiración por sus anfitriones.
Carta de Albert Einstein a su esposa Elsa y su hijastra Margot, enviada desde Buenos Aires el 23 de abril de 1925.
La lectura de los diarios muestra a Einstein como un hombre de humor cambiante que lidiaba como podía con el abrumador peso de la fama y pasaba de elogiar el clima o algunas costumbres a golpear con el martillo de su pluma y describir sin filtro a los personajes locales.
Einstein viajó desde Europa en un barco que hizo escalas en España y Portugal, y paró algunas horas en Rio de Janeiro y Montevideo antes de atracar en Buenos Aires el 24 de marzo de 1925.
Montevideo
En la capital del Uruguay “me recibieron con una genuina cordialidad como raramente encontré en mi vida”. En la capital uruguaya, continuó, hallé “amor por la tierra sin ningún tipo de megalomanía”.
Uruguay le pareció a Einstein “un feliz pequeño país” con instituciones sociales modelo”, en especial aquellas que protegían a las mujeres y a los ancianos y a los hijos ilegítimos”.
Se trataba ya entonces de un estado “muy liberal, completamente separado de la Iglesia”, dijo Einstein. En los diarios, el científico explicó que los comentarios sobre Montevideo los escribió tratando de recordar cuando ya estaba a bordo del buque que lo llevó otra vez a Brasil. “En realidad hubo mucho más” en la capital uruguaya que lo que cuentan los diarios, “al punto de que, en ocasiones, apenas podía recobrar el aliento frente a tanto amor de los uruguayos”, relató.
Carta a Elsa y Margot del 27 de abril de 1925, desde Montevideo.
Montevideo le resultó “mucho más humana y disfrutable que Buenos Aires, algo a lo que las menores dimensiones de la ciudad y el país contribuyeron, por supuesto”.
Los uruguayos le hicieron recordar “a los suizos y los holandeses”, dijo Einstein, según quien “el diablo se apodera de los países grandes con su locura”. “Yo los cortaría (a los países) en pequeñas partes, si tuviera el poder” para hacerlo, especuló.
Einstein junto al filósofo y escritor uruguayo Carlos Vaz Ferreira en la Plaza Artola (hoy Plaza de los Treinta y Tres) de Montevideo.
En esa misma plaza uruguaya,. hay hoy un monumento recordando el encuentro entre Einstein y Vaz Ferreira, el 24 de abril de 1925.
Brasil
Al llegar a la escala en Río, Einstein fue recibido por “un rabino y alguien más, así como algunos ingenieros y médicos”, cuenta el científico en los diarios, que forman parte del Archivo de sus documentos que atesora la Universidad Hebrea de Jerusalén.
En su primera impresión de Brasil, Einstein comentó que “todo vive y prospera, por así decirlo, frente a nuestros propios ojos”, según se lee en las páginas de los diarios publicadas en alemán y en traducción al inglés por la Universidad de Princeton.
“La mezcla de gentes en las calles no tiene precio”, continuaba el científico, quien vio en Rio “portugueses, indios, negros, con todos los matices posibles en el medio”.
En la parada del buque en la ciudad brasileña vivió “una experiencia maravillosa, una abundancia indescriptible de impresiones en pocas horas”.
Albert Einstein, de visita en el Instituto Oswaldo Cruz de Rio de Janeiro.
Argentina
Einstein llegó finalmente a Buenos Aires, “una ciudad confortable y aburrida” con “gente delicada, mirada inocente, graciosa pero ‘clichéd’”, poco original a los ojos del científico, quien vio en la capital argentina, apenas bajar del barco, “lujo, superficialidad”.
En Argentina, Einstein pasó varias semanas, brindó doce conferencias, se reunió con organizaciones judías y sionistas y fue recibido por los más altos funcionarios locales, viajó a Córdoba y a la finca de un amigo en Llavallol, escribió un par de artículos para el diario La Prensa y anotó en sus papeles impresiones de viaje y ocurrencias científicas, incluyendo larguísimas fórmulas.
Ya con un día encima en Buenos Aires, Einstein opinó que la ciudad era como una “Nueva York atenuada por el Sur”. Cuando se reunió con un director de la Universidad de La Plata, lo describió luego en su diario como “un elegante y falso pequeño hombre con una pequeña esposa análoga”.
Einstein. en una de las conferencias que dio en el aula magna del Colegio Nacional de Buenos Aires.
En su mayor parte, los diarios de América del Sur están escritos con frases cortas, como relámpagos de memoria que llegaban a las manos de Einstein desde un cerebro que buscaba recordar cada detalle llamativo de sus aventuras.
De su primera conferencia destacó el “calor hirviente” en la sala, pero destacó la gran presencia de jóvenes, “siempre agradables porque están interesados en las cosas”. También le pareció “agradable” un alto funcionario del Ministerio de Educación, aunque encontró una serie de visitas “inútiles pero tolerables”.
Un poco de paz llegó el “lluvioso” domingo 29 de marzo, cuando pudo disfrutar “una bendita paz a solas en mi cuarto durante la mañana”.
“Uno necesita mucha ansiedad externa para encontrar la felicidad interna cuando todo está tranquilo”, escribió.
En los primeros días de abril, Einstein sobrevoló la ciudad a bordo de un hidroavión Junker, se reunió con el entonces presidente, Marcelo T. de Alvear, visitó un museo de etnología y cenó con su amigo Leopoldo Lugones. También visitó La Plata, una ciudad “bonita, tranquila, estilo italiano, con magníficos edificios universitarios que están amueblados en estilo norteamericano”.
Evidentemente le gustó La Plata, pero no pudo con su genio: la ceremonia inaugural del semestre universitario, de la que fue invitado estrella, arrancó con “un discurso demasiado largo” de un funcionario que no nombró.
En el diario anotó el viaje a Llavallol entre el 8 y el 10 de abril. En la localidad bonaerense halló “un buen clima y un descanso maravilloso”. Y, como quien no quiere la cosa, también “una espléndida idea para una nueva teoría de la conexión entre gravitación y electricidad”. (Sin embargo, algunos días después, ya en Montevideo, Einstein escribió que “todas las ideas científicas que pensé en Argentina resultaron ser inútiles”).
El físico alemán, durante la visita a Lavallol, donde contó que gozó de “buen clima y un descanso maravilloso”.
Después de Llavallol y Córdoba, Einstein regresó el 14 de abril a Buenos Aires. Se declaró “contento de llegar” a la ciudad y “terriblemente cansado de la gente”. “La idea de todavía tener que viajar durante tanto tiempo me pesa mucho”, le confesó a su diario.
En un rapto de memoria, luego anotó impresiones del paso por Córdoba, adonde -dijo- encontró “residuos de cultura verdadera con amor por la tierra y un sentido de lo sublime”.
Un momento lo impactó especialmente, mientras visitaba una organización sionista, no está claro si en Buenos Aires o en Córdoba. Al parecer, los directivos de la organización se esforzaron en mostrarle artefactos y fotografías. Cuando a alguien se le ocurrió sacar una de esas fotos que colgaban en un pared, Einstein vio “suciedad horrenda” donde había estado el marco de la imagen. “Espero que esto no sea tomado como un símbolo”, se esperanzó.
El 22 de abril tuvo un desayuno con “figurones” de la ciencia y la política y a la noche una reunión con estudiantes durante la cual se tocó la guitarra y se cantó. “Y yo, al final, con el violín”, recordó.
Eisntein, tras su charla en la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, una ciudad donde dijo encontrar “residuos de cultura verdadera y amor por la tierra”.
Ya en Río de Janeiro
El 4 de mayo llegó finalmente a Río para su visita oficial. Allí, al igual que ocurrió en Buenos Aires y Montevideo, Einstein se reunió con dirigentes judíos y sionistas, y con los más altos dignatarios locales.
El 6 ofreció una conferencia en el Club de Ingenieros, adonde “la comunicación resultó imposible por razones acústicas” derivadas de los “ruidos” que llegaban desde la calle.
“Poco sentido científico” tuvo esta reunión para el físico alemán. Tan poco que le provocó uno de esos comentarios políticamente incorrectos: “Aquí, yo soy una especie de elefante blanco para los demás -anotó-, y ellos son como monos para mí”.
“Por la noche, solo en el hotel, en mi habitación, desnudo, disfruto la vista a la bahía con innumerables islas de rocas verdes y parcialmente descubiertas a la luz de la Luna”… Así terminó esa jornada de Einstein en Rio.
La visita carioca también fue extenuante. Einstein pasó en pocos días por un asilo para enfermos mentales, un instituto de biología, la federación sionista local, un observatorio de climatología, la Academia de Ciencias y el Museo de Historia natural, adonde conversó con un profesor que le resultó “interesante pero un verdadero simio”, un arqueólogo ruso y una periodista “linda, inteligente y algo arrogante”.
En Río Einstein se entrevistó con el general brasileño Cândido Rondon, el primer director de la Oficina para la Protección del Indio (FUNAI) y reconocido entonces como un defensor de los derechos de los aborígenes. Tal fue el impacto que le provocó Rondon a Einstein que el físico escribiría luego una carta al comité noruego del Nobel para que considerasen al brasileño para el galardón de la Paz.
La carta al comité noruego se encuentra también en el archivo en Jerusalén, junto a más de otros 80.000 documentos, entre misivas, diarios y fotografías.
El miércoles último, la Universidad Hebrea presentó otros 110 documentos que fueron adquiridos a un coleccionista estadounidense, por una suma que no se dio a conocer, y que se agregaron a la inmensa colección.
Durante la conferencia de prensa para anunciar la adquisición de los documentos, se le preguntó al curador del Archivo, el profesor Roni Grosz, sobre los comentarios racistas de Einstein sobre los chinos, y cuál es la posición de la Universidad sobre el tema.
“Aquí no censuramos nada, los documentos nunca se editan y así son puestos a disposición del público y de los investigadores”, aseveró Grosz.
Así es que, en medio de los miles de papeles en Jerusalén, se puede encontrar a un Einstein genial, voluble, políticamente incorrecto y listo para asombrarse por las personas y por las pequeñas cosas.
O para describir momentos de viajes con pocas palabras que siguen produciendo reacciones nueve décadas después de escritas:
“En el momento en que les llegue esta pequeña nota, yo ya estaré en Montevideo o en Rio, desde donde saldré, el 12 de mayo, de regreso hacia Hamburgo”, le escribió Einstein a su esposa Elsa y a su hijastra Margot desde Buenos Aires el 25 de marzo de 1925.
En América del Sur, les contó, “la agenda está inmensamente llena, pero yo me siento fuerte e indiferente hacia la gente”, agregó. “Lo que estoy haciendo aquí -se sinceró-, probablemente no es mucho más que una comedia”.
Y, volviendo al escenario, les contaba que “Buenos Aires es una ciudad estéril desde el punto de vista del romanticismo y la intelectualidad, pero yo estoy encantado con Rio”.
En la capital argentina, disparó en otra carta a Elsa y Margot, “hay mucha gente buena entre los jóvenes”, pero allí, “en general, nada más que el dinero y el poder cuentan, igual que en América del Norte”. Un Einstein genuino.