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Durante esta JMJ que se celebró en Cracovia, Polonia, el Papa Francisco visitó los campos de concentración nazi de Auschwitz y Birkenau, lo hizo en un rotundo silencio, caminando despacio y con su mirada triste y fija…; deteniéndose a orar en el patio donde eran concentrados los que iban a ser ejecutados, donde también fue llamado el sacerdote polaco Maximiliano Kolbe, solicitó también rezar en la que fue la inmunda celda de este sacerdote: un recinto claustrofóbico, donde aún se conserva una estructura de madera en forma de cubo que el religioso tenía para hacer sus necesidades; el pontífice permaneció en la escalofriante celda, a solas, sentado en una silla de madera, ensimismado en sus oraciones durante minutos.
Aunque no pronunció palabra alguna durante esta visita su silencio gritó al mundo… su silencio queda como lección para que la humanidad nunca más vuelva a callar; horas después, estando con los jóvenes dijo: “¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal, si hay gente que pasa hambre o sed, que no tienen hogar, que huyen, que buscan refugio?”.
En este campo de concentración murieron más de un millón y medio de personas, la gran mayoría judíos; sabemos que éste ha sido uno de las páginas más crueles de la historia de la humanidad. En medio de su silencio, el papa Francisco sólo dejó constancia de su visita en el libro de Auschwitz, donde con su puño y letra escribió: “Señor, ten compasión de tu pueblo Señor; perdona tanta crueldad!”.
En el encuentro posterior que tuvo con los jóvenes les pidió “entregar sus vidas para servir generosamente a los hermanos más pobres y débiles, a semejanza de Cristo, que se entregó completamente por nuestra salvación”. Así introdujo la respuesta a la pregunta ¿Dónde está Dios?, y de inmediato dijo “Dios está en ellos, Jesús está en ellos, sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos, que forma un solo cuerpo». Es preciso corregir lo que la humanidad ha hecho mal, puntualizó.
«Ante el mal, el sufrimiento, el pecado, la única respuesta posible para el discípulo de Jesús es el don de sí mismo, incluso de la vida, a imitación de Cristo; es la actitud de servicio. Si uno, que se dice cristiano, no vive para servir, no sirve para vivir. Con su vida reniega de Jesucristo», dijo el Papa a los jóvenes en la tarde. “No vivan a medias”, recalcó.
Recordó que solo “la vía de la cruz es la única que vence el pecado, el mal y la muerte, porque desemboca en la luz radiante de la resurrección de Cristo, abriendo el horizonte a una vida nueva y plena. Es la vía de la esperanza y del futuro».
Sus palabras fueron directas y claras “la crueldad no se ha acabado en Auschwitz, ni en Birkenau… hoy se tortura a la gente. Hoy, en tantos lugares del mundo hay guerra y continúa sucediendo lo mismo», manifestó con un corazón destrozado. Y agregó “¡Cuánto dolor! ¡Cuánta crueldad! ¡Cómo es posible que nosotros, hombres, creados a semblanza de Dios, seamos capaces de hacer lo que se ha hecho», se lamentó el Papa.
Pero su lamento no acabó ahí. «No querría marearles, pero debo decir la verdad», advirtió. «La crueldad no se ha acabado en Auschwitz o en Birkenau. Hoy también se tortura a la gente. Tantos prisioneros son torturados para hacerles hablar. Es terrible», explicó en un discurso improvisado. «Y hay mujeres y hombres que se encuentran hacinados en cárceles como si fueran animales. Hoy existe esta crueldad», añadió.