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Hoy me fui un poco clandestino, estoy algo acostumbrado, al concierto de Paul McCartney en el estadio el campín de Bogotá.

Es el último de Paul y creo, al final, de los Beatles:

el comienzo de una revolución donde los jóvenes atacaron el sistema de la codicia y condujeron el mundo culturalmente.

Yo traje a McCartney al campín como alcalde;

me amenazó el procurador Ordoñez con destituirme por permitir prestar el campin,

pero el campin no era solo para empresarios privados del fútbol, sino para el pueblo.

Un 19 de abril en la Bogotá Humana, los Beatles cantaron en Bogotá a través de Paul,

Un 19 de abril.

Quizá Paul y yo ahora nos separemos de las grandes aglomeraciones de jóvenes, quizás no, pero valió la pena, el riesgo, la revolución y el amor.

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