40 años sin Yira Castro Chadid

El 9 de julio se cumplen cuatro décadas del fallecimiento de Yira Castro Chadid. Su voluntad de lucha, alegría y convicción siguen presentes en la memoria de la militancia. Su espíritu revolucionario la llevó a combatir siempre en pro de la causa popular. Homenaje a una de las dirigentes del Partido Comunista más queridas

Yira Castro Chadid nació el 20 de febrero de 1942 en Sincelejo, Sucre, hija de Gustavo Castro y Aurita Chadid, ambos comunistas. Siendo la hija mayor de la familia, creció en un ambiente cálido y amoroso, pero en una época marcada por profundas injusticias políticas.

Como la mayoría de familias comunistas de aquella época, sus padres fueron víctimas de persecución, especialmente luego del magnicidio de Gaitán en 1948. La familia decidió viajar a Bogotá, donde Yira pasó su niñez. Estudió en el Colegio La Merced y terminó su bachillerato en el Liceo Interamericano en 1960.

El 8 de junio de 1954, con tan solo 12 años, fue testigo de la violencia de la época, cuando presenció el asesinato del estudiante Uriel Gutiérrez. Aquel episodio de conmoción y la despedida del movimiento estudiantil a su mártir, despertó en Yira un profundo dolor que se convertiría en voluntad de lucha, sustentada por las ideas revolucionarias con las que creció.

Amor y luchas políticas

Yira ingresó a las filas de la Juventud Comunista en 1958, tras el fin de la dictadura militar. Se destacó en la lucha por reivindicaciones estudiantiles y juveniles. Con tan solo 17 años fue detenida por sus posturas políticas. Sin embargo, Yira siguió adelante con su activismo.

De 1960 a 1966, trabajó en el Comité Regional de la JUCO de Bogotá y, por esa misma época ingresó a la redacción de VOZ Proletaria. Allí realizaba reportajes sobre el movimiento popular y estudiantil de la capital.

En 1959, en pleno centro de Bogotá, Yira conoció a Manuel Cepeda, recién llegado desde Popayán y quien se encontraba reorganizando a la JUCO. En 1960 contrajeron matrimonio por lo civil y tendrían dos hijos, Iván y María. En 1963, fueron a vivir con Iván a un apartamento en el barrio San Antonio, a dos cuadras del joven barrio Policarpa.

Estando allí, fueron testigos de los distintos intentos de desalojo que padecieron las familias del combativo barrio; inclusive vivieron de primera mano los acontecimientos del viernes sangriento. Junto a Manuel, fueron defensores de la lucha viviendista, por lo que le debemos a Yira las primeras entrevistas de los habitantes del Pola, evidencia periodística de las duras luchas barriales.

Actividad internacional y periodismo

Por decisión de la organización revolucionaria, fue delegada con Manuel para representar al Partido Comunista en la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, realizada en La Habana, Cuba, en agosto de 1967.

Allí se destacaría en los debates sobre el movimiento comunista, el papel de la lucha de masas y la importancia estratégica en la defensa de la Revolución Cubana frente al imperialismo norteamericano. Como a la mayoría de la juventud latinoamericana de la época, el proceso cubano le infundió a Yira la convicción sobre la necesidad de la revolución en su país. De hecho, Yira estuvo al frente de las movilizaciones en Colombia en respaldo a Cuba desde 1959.

Permanecieron en Cuba hasta finales de 1967, cuando pasaron a Checoslovaquia donde permanecieron hasta 1970. En Praga, Yira trabajó como funcionaría del Secretariado de la Unión Internacional de Estudiantes y como corresponsal de la CTK (agencia de prensa checoslovaca). Allí se integró a Problemas de la Paz y el Socialismo, revista para Latinoamérica en la cual Manuel ya trabajaba.

Regresó a Colombia junto a su familia en 1970, y fue promovida de la JUCO al Partido, y dos años más tarde en el XI Congreso, pasó a ser miembro del Comité Central.

En 1973 ingresó al Círculo de Periodistas de Bogotá, donde se desempeñó como fiscal de la institución. Como periodista, Yira trató de colocar siempre al pueblo en sus reportajes de carácter revolucionario, analizando los problemas sociales como el alza del transporte, la vivienda, la niñez, las pensiones, entre otros.

Fue impulsora y fundadora de la Federación de Trabajadores de la Prensa y de la Federación Latinoamericana de Periodistas, en la cual ocupó cargos directivos en representación de las periodistas colombianas. Su labor profesional es también recordada por su defensa permanente de los derechos de los trabajadores de la prensa y de la libertad de prensa en los difíciles tiempos del Estatuto de Seguridad Nacional en la presidencia de Julio César Turbay Ayala (1978-1982).

Defensora de las mujeres

Yira participó en la Unión de Mujeres Demócratas de Colombia, donde se dedicó a la defensa de los derechos femeninos, abogando continuamente por la emancipación de las mujeres oprimidas. Por eso se dedicó a la labor organizativa de las mujeres explotadas -trabajadoras y amas de casa-, planteando con precisión los objetivos inmediatos de la lucha por mejores condiciones de vida y la eliminación de toda clase de discriminación.

En su texto La Mujer y la Revolución, denunció la situación de las mujeres en el mundo laboral, marcada por la desigualdad salarial y la falta de oportunidades laborales, así como la supeditación de la mujer al trabajo doméstico. También analizó problemas como el bajo acceso a la educación y el alto porcentaje de analfabetismo entre la población femenina.

Para Yira, la liberación femenina y la conquista de la igualdad de derechos iban de la mano de la lucha proletaria por su emancipación, por lo que para ella el lugar de la mujer estaba en las organizaciones clasistas. Al respecto publicó en la revista Documentos Políticos el artículo “Lucha de masas y presencia femenina”.

Educadora popular y trayectoria final

Yira trabajó en el Centro de Estudios e Investigaciones Sociales, CEIS, como educadora popular, dictando conferencias en las escuelas del Partido Comunista, así como entre sindicatos y organizaciones sociales. Fue una excelente lectora del marxismo-leninismo, por lo que se le encargó enseñar nociones de economía y política. En 1978, publicó el libro La política de los comunistas colombianos, que sintetizaba las experiencias unitarias con el Movimiento Revolucionario Liberal y el Frente Unido de Camilo Torres.

En el XIII Congreso del Partido Comunista, ausente ya por su enfermedad, fue designada al cargo de miembro suplente del Comité Ejecutivo Central. En ese mismo año, fue elegida concejal de Bogotá por la Unión Nacional de Oposición, UNO, con el lema “Una mujer revolucionaria al Concejo”.

Por complicaciones de salud, su tiempo en el Concejo fue corto. Sin embargo, mientras estuvo cumpliendo labores, lideró debates sobre educación, salud y servicios públicos, de la mano de los movimientos cívicos y sociales de la ciudad.

Viajó a La Habana y a Moscú para recibir la mejor atención médica por su deteriorada salud. Pero no fue sino en la capital soviética que descubrieron que Yira tenía un tumor cerebral inoperable. El 6 de julio de 1980, volvió a Bogotá, donde murió el 9 del mismo mes, legando a las luchadoras sociales su alegría y compromiso con el pueblo.

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