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El presidente de Colombia habla con EL PAÍS durante su viaje a la COP y a Francia para hacer balance de su Gobierno al cumplir 100 días en el poder
El avión militar de la fuerza aérea colombiana alcanza velocidad de crucero a 40.000 pies de altura. Un cielo nublado cubre el horizonte como una sábana sucia. “¿En qué parte del mundo estamos?”, pregunta Gustavo Petro echando un vistazo por la ventanilla. Uno de sus asesores le informa de que cruza Grecia en este preciso momento. “Nunca he estado”, afirma mientras se ajusta las gafas. Y seguramente no lo hará en un buen tiempo, tiene la agenda llena. El presidente de Colombia cumple 100 días de vértigo en el Gobierno. Ha dejado casi lista una reforma fiscal que a su antecesor le costó una revuelta popular, empuja para forzar una transición en Venezuela con un acercamiento ambiguo a Maduro y ha conseguido sentar a los guerrilleros del ELN en una mesa de paz. En el corto plazo, sin embargo, se vislumbran dificultades económicas y acuerdos nada sencillos de concretar con grupos de narcotraficantes a los que ha propuesto una especie de amnistía. Pero nada de esto parece turbarle en estos momentos, después de abandonar Sharm el Sheij, donde ha participado en la COP27. Aterrizará después en París, donde se alineará con el presidente Emmanuel Macron para convencer al venezolano Nicolás Maduro de fijar una fecha para celebrar unas elecciones presidenciales. Mientras todo esto bulle en su cabeza, almuerza una hamburguesa doble de Mcdonald’s auxiliado por un cuchillo y un tenedor.
Pregunta. ¿Cómo valora sus 100 primeros días? ¿Se los imaginaba así?https://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.544.0_en.html#goog_15100883621M¿Twin Peaks, Gran reserva o Sex in the City? | Las 10 mejores series sobre gastronomía | Serielistas
Respuesta. Ha sido más suave de lo que pensaba. He logrado cosas difíciles. La mayoría parlamentaria, la aprobación de proyectos fuertes. La reforma tributaria está a punto de aprobarse. Hay una defensa en mi Gobierno de la ciudadanía, del medio ambiente. La ley de paz, que permite jurídicamente asumir negociaciones -con guerrilleros y narcos-. Y los niveles de aceptación del Gobierno siguen siendo altos. Hay nubarrones económicos, claro. La caída del peso debería ponernos en una expectativa exportadora, que es lo lógico, pero no tenemos aparato productivo. Tenemos una economía petrolera anquilosada.
P. ¿A qué pactos ha llegado con Maduro?
R. No hay pactos secretos. El tema de la frontera va más lento de lo que creía. Durante los años en los que no tuvimos relaciones Colombia y Venezuela, un tiempo de vacío estatal, se creó un poder mafioso sobre el comercio, con una capacidad enorme de destrucción de la población que tenía que transitar de un lado a otro. Al abrirla ahora, nos toca chocar con ese tipo de estructuras criminales.
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P. ¿Y tiene usted la capacidad militar suficiente para enfrentarlas?
R. Sí, y más si nos coordinamos con Venezuela. Lo que pasa es que eso nos demora tener normalidad entre los países. Yo propuse la entrada de Venezuela al —y fue el tema de mi conversación personal con él— aceptar que la democracia liberal es parte de la agenda progresista en América Latina.
P. ¿Fue osado hablarle a Maduro en persona de democracia liberal durante su visita a Caracas?
R. Sí. Si uno mira los últimos triunfos electorales, el de Boric, el de Lula, el mío, hay un cambio en América Latina. Es el triunfo de grandes frentes democráticos, es la izquierda frente al fascismo. Rechazar la democracia liberal lleva hacia dictaduras y autoritarismos como se vienen presentando en algunos países de América Latina.
P. ¿Se refiere a Venezuela?
R. (Risas). Me refiero a países autoritarios en América Latina en general. Defender la democracia liberal me parece que es importante para toda América Latina y para Venezuela. ¿Es difícil? Es muy difícil. Porque siempre está en el ambiente la destrucción física. Nuestras derechas no son democráticas. Una vez las derechas se hacen el poder, matan. Ese es el gran temor que hay en Venezuela.
P. Guaidó dijo en una entrevista con EL PAÍS que usted no tenía nada de ingenuo. Y que seguramente era consciente de que Maduro podría estar ganado tiempo al asegurar que regresará a los organismos internacionales, pero que no terminará haciéndolo.
R. Siento en Maduro la decisión de hacer elecciones en el 2024. Me puede engañar, pero esa es la impresión que tengo. Ese es su objetivo.
P. ¿Se pueden dar elecciones libres y verificables en Venezuela?
R. Sí, y deben versar sobre un acuerdo de garantías para el que pierda, cualquiera que sea. Al perdedor se le debe respetar dentro de Venezuela. Y no debe haber una injerencia en la decisión libre del pueblo venezolano.
P. Ha propuesto decretar una amnistía.
R. Sí, total.
P. O sea, tabula rasa y empezar de cero.
R. Puede ser.
P. Washington observa de cerca su acercamiento a Maduro, pero necesita algunos gestos del presidente de Venezuela y le presiona a usted con decisiones como no permitir que Conviasa, la aerolínea estatal venezolana, vuele a Bogotá, cuando lo hace a otros países de la región sin problema. ¿Siente esa presión de EE UU?
R. Que Conviasa no vuele entre Bogotá y Caracas son temores al interior de nuestro propio Gobierno y de las empresas, que no quieren exponerse a las sanciones.
P. ¿Eso supone una presión en su relación con Venezuela?
R. Sí, digamos que sí.
P. ¿Cuál es el estado de la negociación con el ELN?
R. Ellos están nombrando su equipo de negociación, a sus voceros. Nosotros también tenemos definidos a los nuestros, pero no haré públicos los nombres todavía.
P. España se propuso como mediador en el proceso, pero ahora mismo no tiene ningún papel.
R. No, no recibí de Maduro tal afirmación. Lo que es sabido es que España propició que se incluyera al ELN en la lista de terroristas de la UE y eso dificulta todo.
P. Una delegación de congresistas norteamericanos le advirtió hace unas semanas del peligro de financiarse con dinero chino. ¿Cómo responde?
R. China tiene presencia en América Latina, pero no por mi Gobierno. Tienen más alianzas con políticos de derecha, paradójicamente. China es hoy el principal inversor en obras de infraestructura. Tiene el contrato del metro de Bogotá, que es el más grande, y tiene contratos de tranvías y carreteras. China ha entrado fuerte en el mercado colombiano. Yo estoy en una etapa de negociación con los empresarios chinos y con la embajada china tratamos de mejorar el proyecto del metro de Bogotá. Estados Unidos ha sido claro en afirmar que es capaz de competir con China. Pues veámoslo… (risas).
P. El director de impuestos y aduanas colombiano dijo que era el momento de legalizar la cocaína para ensanchar la recaudación del Estado. ¿Se plantea legalizarla?
R. No.
P. ¿Un no rotundo?
R. No mientras sea ilegal en el mundo. Planteé la discusión en campaña, pero es a EE UU al que le corresponde dar el paso.
P. En la cumbre mundial del clima ha sido muy crítico con el sistema. ¿Por qué?
R. Me da la impresión de que con el tiempo se ha abandonado el liderazgo político en las COP. Los presidentes de los principales países no asisten y dejan en manos de equipos técnicos las negociaciones. La tecnocracia asume el poder. Eso hace que se tenga una visión muy conservadora del problema, sin capacidad alguna para soluciones.
P. Venezuela es, en teoría, su socio en la defensa de la Amazonía, pero se alinea con otros países productores de petróleo, que usted tanto critica.
R. Los países productores de hidrocarburos, varios y muy poderosos en la región, tienen una posición de aletargamiento de la solución. No les conviene una transición rápida. Incluso Venezuela ha hecho alianzas con Arabia Saudita, la posición más conservadora. Yo he propuesto cambiar deuda por acción climática.
P. ¿Alguien le ha hecho caso?
R. Es muchísimo más eficaz que proponer que los países se endeuden más. Se puede hacer porque el FMI funciona como un organismo de capitales. Se puede pagar así la deuda y eso implicaría una mayor liquidez en el mundo. Cada país tendría un espacio de presupuesto liberado que se utilizaría para financiar la adaptación al cambio climático. Si no se hace esa ruptura de paradigma no estamos asumiendo la gravedad que significa el acercarnos hacia una extinción de la humanidad. Esta propuesta mía se mueve en la COP, pero no es asumida porque quienes tienen que asumirla ni siquiera están ahí.
P. Ha dicho claramente que hay que acabar con el petróleo y las energías fósiles. ¿Va a dar el paso radical en Colombia?
R. Cuando se habla de transitar a una economía descarbonizada y se ponen unos tiempos y unos compromisos de COP en COP, de lo que se está hablando es de dejar de consumir el petróleo y el carbón. Todo lo demás son medidas paliativas.
P. ¿Y qué va a hacer usted?
R. Lo primero es no hacer la política del avestruz, pensar que podemos vivir 20 años más así. Esa es la visión de las élites colombianas y venezolanas. Si no hacemos nuestra adecuación vamos a estrellarnos en un futuro cercano. Noruega, país petrolero, ha puesto su excedente financiero en un fondo e invierte en diversas actividades que le permiten obtener una renta. Su idea es que esas rentas financien su sistema pensional. Lo mismo está haciendo el mundo árabe. Colombia y Venezuela no han hecho eso. En cierta forma, hemos perdido el tiempo. Es irreversible. En el caso colombiano incluso elevaron a norma constitucional la distribución de las regalías petroleras en una infinidad de pequeños proyectos regionales que en realidad lo que hacen es ser mecanismos de corrupción y robo. Vamos a tratar de encauzar esa inversión hacia la transición.
P. A su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, preocupado por cuadrar las cuentas del Estado, le va a dar un infarto…
R. No hay ninguna discusión en eso. Hay que hacer la transición, es un consenso.
P. Pero usted y él no están de acuerdo en la velocidad a la que hay que hacer esa transición hacia las energías verdes.
R. Todos tenemos la voluntad de asumir esa transición. Colombia y Latinoamérica han mostrado su incapacidad. Nunca se han reunido los presidentes de América Latina a hablar de este tema, pero podríamos plantearnos el objetivo de una gran red de transmisión eléctrica desde la Patagonia hasta Alaska y construir así una gran red energías limpias. Y América del Norte sería el consumidor. Sería una solución.