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El mexicano Catarino Erasmo Garza ejerció el periodismo en Estados Unidos y desde allí organizó las primeras incursiones armadas contra el gobierno de Porfirio Díaz.

Huyendo del acoso al que lo sometieron as autoridades de su propio país y de los Estados Unidos, se integra a un núcleo de radicales colombianos exiliados en Costa Rica y se comprometió en los planes para combatir a la Regeneración y para encabezar el ataque a los cuarteles militares de Bocas del Toro en
Panamá durante la breve guerra de 1895.

Garza abrió un frente aún no estudiado en la actividad internacionalista liberal que floreció en América
Latina durante la última década del siglo xix.

El nombre de Catarino Erasmo Garza me tomó por asalto en un discurso del presidente Petro al recibir el honorífico título de ciudadano de Ciudad de México, al relatar sobre el alzamiento liberal colombiano de 1895. Eso me llevó a una búsqueda virtual que me empujó a México y me cruzó sin permiso a los chaparrales de Texas. Allí encontré que las andanzas de Catarino Garza dejaron en la historia de Estados Unidos huellas que han sido objeto de estudios académicos recientes.
La aventura de su vida cobra fulgores de grandeza cuando se descubre que fue uno de los internacionalistas latinoamericano que buscaron imponer gobiernos liberales revolucionarios en Colombia y América Latina.
Catarino Erasmo Garza Rodríguez fue un periodista, revolucionario y héroe popular mexicano nacido el 24 de noviembre de 1859 —hace 150 años— en la hacienda de su familia cerca de Matamoros, Tamaulipas. Estudió secundaria, trabajó en una imprenta y cuando tenía dieciocho años pasó a vivir a Brownsville, el poblado texano frente a Matamoros, en la ribera opuesta del Río Bravo. Entre 1877 y 1886 trabajó para firmas comerciales en Laredo y San Antonio.
Ciertas publicaciones de Estados Unidos sostenían que Garza entró a Texas como desertor del ejército en su país y que en Laredo estuvo implicado en el asesinato de dos agentes de Porfirio Díaz, el caudillo de México que se hizo reelegir presidente desde 1877 hasta cuando fue derrocado por la Revolución en 1911.
En 1879 inició una intensa actividad periodística, al fundar en Brownsville la revista El Bien Público. En 1882 recorrió los estados mexicanos de Tamaulipas y Nuevo León como vendedor de máquinas de coser. Regresó a Estados Unidos; hacia 1885 fue cónsul de México en San Luis (Missouri) y escribió para La Revista Mexicana. Más tarde, fue dirigente del gremio de la madera. En junio de 1886 empezó a publicar desde Eagle Pass un beligerante semanario antiporfirista, El Comercio Mexicano.
Entusiasta miembro de logias masónicas y talentoso orador, manejaba un periodismo ardiente, colorido y cargado de señalamientos que recuerda el estilo panfletario de Vargas Vila y Juan de Dios Uribe. Publicó en 1887
El Libre Pensador, un “Semanario enemigo de los tiranos, partidario de la democracia y defensor de los derechos del pueblo”.
El gobierno mexicano logró que la autoridad norteamericana encausara a Garza por calumnia, que
lo condenara a un mes de cárcel y confiscara sus equipos de impresión.
En diciembre de 1887 pasó a Corpus Christi y reanudó la publicación d El Comercio Mexicano. Desde sus columnas acusó, en 1888, a un aduanero norteamericano de haber contratado agentes porfiristas para asesinar a un opositor refugiado en Estados Unidos. El sindicado demandó a Garza por
difamación, lo hizo encarcelar en Río Grande City y allí lo hirió de bala.
Una multitud enfurecida persiguió al agresor y rodeó el fuerte militar donde se refugió hasta cuando llegó en su rescate una compañía de rangers de Texas. Garza obtuvo una aureola de héroe popular y fue desde entonces un

personaje natural, identificado con la idiosincrasia de los pueblos ribereños
del Río Bravo y del valle de Texas.3
Garza siguió editando El Comercio Mexicano y en 1890 se casó en segundas nupcias con Concepción, hija de Alejandro González, acaudalado
propietario del rancho Palito Blanco, cerca de San Diego. En la imprenta que
instaló en predios del suegro continuó sus diatribas políticas y personales
contra notables del gobierno mexicano desde las páginas de El Internacional
y El Libre Pensador.
En Corpus Christi comenzó a escribir La lógica de los hechos,
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un recuento de doce años de su vida en Estados Unidos con denuncias sobre la
discriminación contra sus compatriotas.
Los Pronunciados
En su origen, la oposición a Porfirio Díaz se manifestó a través de la
prensa libre en territorio de Estados Unidos y particularmente en el sur de
Texas, que se había convertido en refugio de la oposición al gobierno mexicano gracias a laxas interpretaciones de las leyes de neutralidad.
El antiporfirismo en Texas estaba encabezado por el médico, periodista
y militar Ignacio Martínez, secundado por Garza y otros exiliados que estaban concibiendo una invasión a México que produjera un levantamiento
contra el régimen.
En febrero de 1891, sicarios de Porfirio Díaz asesinaron a Martínez en Laredo y Garza asumió la organización de la oposición norteña. En septiembre
de 1891 hizo circular una acusación al gobierno mexicano por corrupción,
despotismo, traición y maniobras para perpetuarse en el poder. Invocaba su
proclama: “haciendo uso del derecho de insurrección que nos asiste, como
a pueblo a quien sus gobernantes han traicionado (…)”.5
Distribuyó también un “plan revolucionario”, en el cual proponía desencadenar una insurrección armada que, tras la adhesión masiva de todos los
descontentos con el régimen porfirista, llevaría a derrocar a Díaz e instaurar
en México un gobierno liberal y democrático que defendiera la integridad

territorial y restableciera el orden constitucional de 1857, que recogía un
anhelo secular: tierra para quienes quieran cultivarla. A diferencia de otros
movimientos sociales de motivación local que surgieron en México durante
el mismo periodo, el de Catarino Garza tenía pretensiones nacionales, como
se advierte en su proclama y su plan.6
Para comenzar, Garza organizó un grupo armado, aprovechando la
relativa libertad que brindaba Texas para la expresión y la movilización,
sumada a las facilidades para recaudar fondos, y proclamó su nuevo destino: “El último de los periodistas independientes, el más humilde de todos
abandona hoy la pluma por la espada en defensa de los derechos del pueblo”.7
Con seguidores de origen mexicano —jornaleros, desertores y militares de
bajo rango—, organizó el grupo que después iba a conocerse como Los Pronunciados. Varios de ellos acudieron tentados por la oferta de una carabina
Winchester y un caballo que suministraba el suegro de Garza. Las notas
que incitaban a capturar al jefe rebelde señalaban que en el verano de 1891
reunió “una pequeña banda de refugiados políticos, contrabandistas y otros
hombres sin ley”,8
en realidad medio centenar, con los cuales pasó a México
atravesando el Río Bravo el 15 de septiembre de 1891.
El teatro de las acciones de Los Pronunciados fueron las zonas más
próximas a la frontera en Nuevo León y Tamaulipas. Consistieron en
ataques a haciendas de porfiristas donde robaron caballos y forraje,
incendiaron, saquearon y atropellaron a civiles. Hubo tiroteos con pequeños
destacamentos de soldados y siempre retornaron más o menos indemnes
a las bases de Texas. Las incursiones de Garza fueron, sin duda alguna, las
primeras acciones armadas contra Porfirio Díaz,9
veinte años antes de la
revolución que lo derrocó, pero nunca constituyeron un peligro serio para
su gobierno.
Para Garza habría sido contraproducente atacar tropas de Estados
Unidos, por lo que en 1891 siguieron las irrupciones a territorio mexicano:
el 7 de noviembre, setenta garcistas atravesaron el río para divulgar una
proclama “en nombre del Gobierno Supremo de la Nación”, pero fueron

emboscados en Agualeguas y perseguidos hasta el río fronterizo, y el 20 de
diciembre, un grupo bajo el mando de un lugarteniente de Garza asedió
una hacienda cerca de Guerrero, Tamaulipas, incendió el puesto militar y
mató a doce soldados y varios civiles mexicanos. Un anónimo corrido de
Los Pronunciados recuerda:
El día diez [sic] de diciembre, / qué día tan señalado,
en el Rancho’e Las Tortillas / siete muertos han causado.10
Al día siguiente, el ejército mexicano atacó a los garcistas, que huyeron
dejando seis muertos, cuarenta caballos y varios rifles.
Desde Chicago, San Francisco y otras grandes ciudades habían llegado al
sur de Texas varios reporteros que inflaban la importancia política y militar
de los acontecimientos. The New York Times se quejaba de las infructuosas
acciones para capturar al “atrevido invasor de México llamado Cantinero
E. Garza”, “a pesar de que el presidente Díaz ha ofrecido una recompensa
de $30.000 a cualquiera que lo capture, vivo o muerto”.11 Otros describían
enormes batallas de una “Guerra de Garza” y daban a entender que el gobierno de Porfirio Díaz estaba próximo a derrumbarse. La controversia que
encendieron los periódicos llevó al gobierno mexicano a acusar a la prensa
norteamericana de estar perjudicando la inversión de capitales. En respuesta,
el Departamento de Estado anunció el envío de caballería para capturar o
eliminar a los garcistas asumiendo que “eran ciudadanos americanos que
participaban en una revuelta contra un gobierno extranjero”.12
El 22 de diciembre, hombres de Garza atacaron un campamento de la
caballería estadounidense cerca de Retamal y mataron a un cabo. Días después, el gobernador de Texas envió al sur dos compañías de rangers,

Si el epílogo de Catarino Garza en Panamá frustró la lucha contra Díaz
como un plan a mediano plazo de los internacionalistas, el descalabro de
los radicales colombianos en 1895 cerró la posibilidad de conformar una
nueva versión de la Gran Colombia. El proyecto de los internacionalistas
latinoamericanos recibió posteriores golpes decisivos: las muertes de Martí
en 1895 y de Maceo en 1896; la ocupación de Cuba y Puerto Rico por Estados Unidos en 1898; el fracaso del pacto centroamericano de Amapala, la
separación de Panamá, y los retrocesos políticos en Ecuador y Perú. De este
panorama se rescatan ciertas reformas sociales que perduraron en Ecuador,
Venezuela, Nicaragua y otros países.
Las colecciones consultadas de prensa colombiana, lamentablemente
fragmentadas, no conservan referencias de importancia sobre el episodio
panameño en la Guerra de 1895. Tampoco ha sido posible encontrar en el
país —aparte del folleto de Donaldo Velasco— un documento trascendente
sobre la irrupción de Catarino Garza en el acontecer nacional. Esta ausencia
puede explicarse por el tradicional aislamiento de Bocas del Toro dentro de
Panamá, y del istmo respecto a Colombia. Por otra parte, la soberbia de los
vencedores en los conflictos del fin de siglo se manifestó en menosprecio
por las acciones de sus adversarios.
La figura de Catarino Garza está rodeada de retórica: le han llamado
luchador insurgente, columna simbólica de libertad, periodista colorido,
probado valiente, activista incansable, caballero romántico, o simple bandido. Despojado de adjetivos, Garza no alteró la situación de México, de
Panamá ni de Colombia. Su acción bélica nunca adquirió gran importancia, pues no se apoderó de ninguna plaza fuerte ni infligió una derrota de
importancia al ejército.
Aunque “el potencial social y político de movimiento rebasó a su capacidad militar”,77 mantuvo su lucha y sus principios con el mismo empeño
libertario de Alfaro, Martí, Crespo, Zelaya o Rosas, y mostró a qué estaban
dispuestos los que dedicaron su vida a buscar un continente más justo, por
encima de las fronteras.


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