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Desde finales del siglo XVIII los colombianos se han aprendido de memoria un texto que recoge herencias culturales de la Edad Media y la cultura barroca: la Novena de Aguinaldos. En 1910 apareció su versión moderna, la cual agregó elementos que reforzaron su popularidad, su recuerdo y su arraigo en nuestra cultura.
Una novena de influencia medieval
En 1784 se imprimió en Santafé de Bogotá la Novena para el aguinaldo, la cual había sido escrita algunos años antes por el sacerdote franciscano Fernando de Jesús Larrea (1700-1773), quien había desarrollado su actividad misionera y educativa en su natal Quito, al igual que en Popayán, Cali y la capital del virreinato, ciudad en la cual mantenía una comunicación permanente con la comunidad terciaria franciscana (la rama laica de su orden). A una de sus corresponsales, Clemencia Caicedo (1710-1779), la historia franciscana le atribuye la solicitud de haber escrito aquel texto. Con este texto nació una tradición navideña que sigue siendo practicada por los colombianos casi dos siglos y medio después.
Siguiendo los principios defendidos por las órdenes mendicantes desde la Edad Media, Larrea escribió un texto en el cual el individuo que la reza se rinde a Dios, ofreciéndole “la pobreza, humildad y demás virtudes” a imitación de Cristo, de la misma manera en que lo enseñaba san Francisco en el siglo XIII. De eso da cuenta la Oración para todos los días, con la cual ha iniciado este rito durante más de doscientas navidades…
Una novena de influencia barroca
Del texto original editado en 1784, los colombianos aún recitan las oraciones para todos los días, a la Virgen María, a san José y al Niño Jesús, con pocas modificaciones de la versión colonial, al igual que se conservan algunos versos de los Gozos. Parte de estos fragmentos encierran algo de la herencia barroca de la cultura religiosa de la época, siguiendo la idea de que el contacto con Dios se lograba a través de la experiencia de los sentidos y del cuerpo (por ejemplo, “las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre” o “bese ya tus pies, bese ya tus manos”).
Una novena de influencia moderna
La modernidad modificó la novena colonial, de la mano de Bertilda María Ignacia Samper Acosta (1856-1910). Esta autora recoge una rica herencia literaria de la mano de sus padres, los escritores José María Samper y Soledad Acosta; había recibido la herencia institucional de la Novena como egresada del Colegio de La Enseñanza (fundado por Clemencia Caicedo) y especialmente cuando en 1896 recibió el hábito de monja clarisa (la rama femenina de la comunidad franciscana).
Es así como en 1910, meses después de su fallecimiento, apareció la edición moderna de la Novena de Aguinaldos, en la cual se modificó la métrica de los gozos y se actualizó su lenguaje. Siguiendo el espíritu de la edición original, a estos versos se les agregaron alusiones a las antífonas mayores, un canto litúrgico que se practica desde principios de la Edad Media, en el cual se prepara la venida de Cristo mencionando cada día una metáfora de su nombre (Sapiencia, Adonai, Raíz de Jesé, Clavis o Llave de David, Oriente, Rey de las Naciones y Emmanuel) para formar el acróstico Ero Cras (“mañana vendré”).