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No podemos mantener el diésel congelado porque la deuda que se genera afecta es a los más pobres que dejan de tener recursos presupuestales para calmar el hambre y educarse. Se de la enorme influencia uribista de las directivas de las grandes empresas camioneras y de su deseo desde el primer día de mi gobierno de parar las carreteras y buscar lo que hicieron con Allende, pero los pobres no pueden ser sacrificados como hizo Duque con la gasolina.

El ministerio de transporte debe ayudar a los transportadores en general a pasar a alternativas de energía más limpias y baratas.

Una atención muy especial al pequeño camionero independiente que debe ser protegido como se hizo con los taxistas y la elevación del precio de la gasolina.

Las superintendencias deben estar listas a investigar a empresas que decidan cortar derechos a la ciudadanía o que no traten bien a sus trabajadores y les impongan condiciones leoninas de trabajo.

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