Es la SOLEDAD una epidemia del siglo XXI?
Cristiano Ronaldo tiene 120 millones. Barack Obama tiene 53 millones. Donald Trump tiene 24 millones. Estoy, por supuesto, hablando de seguidores de Facebook.
¿Le preocupa a Donald que Barack tenga el doble de amigos cibernéticos que él? ¿O se consuela con el hecho de que Hillary Clinton solo tiene 10 millones?
Los seguidores de Facebook no son amigos, por supuesto. No vienen a tomar un café y charlar. Si lo hicieran, Cristiano tendría que atender a 330,000 amigos cada día.
Nunca hemos estado tan conectados, pero para millones, esta es la era de la soledad.
Uno de los mayores cambios en la forma en que vivimos ha sido el gran aumento en la cantidad de personas que viven solas.
En parte se debe a que vivimos más tiempo: cada vez hay más personas mayores cuyos compañeros han muerto.
Pero también están los padres solteros cuyos hijos se han ido ya del hogar y personas que estaban casadas pero su relación colapsó, especialmente los hombres de mediana edad.
Solitud no es lo mismo que soledad
Para muchas personas, sin embargo, vivir solas no es un problema.
El International Journal of Ageing and Later Life recientemente incluyó un artículo quejándose de la representación en los medios de comunicación finlandeses de las personas mayores solitarias como un problema.
Una sección, titulada “La posibilidad de la soledad positiva”, argumentó que la soledad, el silencio y la privacidad pueden verse como requisitos necesarios para el trabajo creativo.
Además, el documento sugiere que la soledad positiva no es solo un requisito previo para escribir o pintar, sino que también tiene otros significados beneficiosos.
Hay riesgos en confundir la soledad y estar solo.
A algunas personas les gusta su propia compañía y se deleitan con las cualidades de la soledad.
La ensayista estadounidense Alice Koller decidió convertirse en ermitaña y, a partir de esa experiencia, escribió una serie de ensayos titulados “Las estaciones de la solitud”.
“Ser solitario es estar solo y bien“, concluyó. “Estar solo, lujosamente inmerso en actividades de tu propia elección, consciente de la plenitud de tu propia presencia en lugar de la ausencia de otros. Porque la solitud es un logro”.
A mí me tienden a persuadir más los pensamientos del filósofo Francis Bacon sobre el tema: “Quien está encantado en la soledad es una bestia salvaje o un dios“.
¿Tabú?
Fue interesante observar la reacción de la prensa británica hace unos años a un discurso sobre exclusión social y aislamiento pronunciado por David Halpern, del equipo de Análisis de Comportamiento del gobierno de Reino Unido.
El equipo estaba estudiando cómo la economía del comportamiento y la psicología podrían explotarse para lidiar con la soledad.
Él respondió: “Tener a alguien que te quiere, alguien con quien puedas hablar si tienes un problema, es el predictor más poderoso de si vas a estar vivo dentro de 10 años, más que cualquier otro factor, ciertamente más que fumar”.
Habló de la poca ocupación de las casas y de la conveniencia de que los jubilados volvieran a trabajar.
La respuesta de algunos sectores fue mordaz.
Un periódico tituló su artículo con: “Ancianos: vuelvan al trabajo y bajen su nivel de vida”, y citó al grupo de gente de más de 50 años llamado Saga diciendo que era “sugerir que las personas mayores no merecen vivir en sus propios hogares es una ingeniería social escandalosa por parte del gobierno“.
La bloguera libertaria Anna Raccoon también interpretó los comentarios como evidencia de una intromisión y un gobierno agresivo: “Trabaja hasta que te caigas. No queremos que mueras plácidamente en tu casa, sino rodeado de otros jubilados exhaustos”.
De hecho, la investigación a la que se refirió David Halpern es un metaanálisis de 148 estudios sobre los efectos del aislamiento social en la mortalidad realizado por académicos de la Universidad Brigham Young y la Universidad de Carolina del Norte.
Los investigadores pudieron observar las vidas de casi 309.000 personas durante un promedio de 7 años y medio, una muestra importantemente grande.
Lo que surgió fue que aquellos con relaciones sociales más fuertes tenían un 50% más de probabilidades de sobrevivir que aquellos que llevaban vidas más solitarias.
Un hallazgo profundamente poderoso.
Criaturas sociales
Esta investigación no muestra que a los pensionistas les vaya mejor si tienen amigos.
Indica que todos tenemos la posibilidad de disfrutar de beneficios de salud si tenemos una vida social activa. Los seres humanos somos criaturas sociales y estamos hambrientos de contacto. Sin él podemos, literalmente, morir.
La conclusión de la investigación de EE.UU. señala que “hace muchas décadas, se observaban altas tasas de mortalidad entre los bebés en cuidado de custodia [es decir, orfanatos], incluso cuando se controlaban las condiciones de salud preexistentes y el tratamiento médico”.
Luego se notó que la falta de contacto humano predecía la mortalidad entre esos niños.
“La profesión médica se sorprendió al saber que los bebés morirían sin interacción social“, recordó el equipo de investigación.
“Ese sólo hallazgo, tan simple en retrospectiva, produjo cambios en la práctica y políticas que redujeron marcadamente las tasas de mortalidad en los orfanatos”.
Mala para la salud
La soledad es mala para nuestra salud. Gravemente mala. Los doctores lo saben desde hace décadas.
Un artículo en la revista Science en 1988 señaló que “las relaciones sociales, o la falta relativa de las mismas, constituyen un importante factor de riesgo para la salud, rivalizando con el efecto de factores de riesgo de salud bien establecidos como el tabaquismo, la presión arterial, los lípidos sanguíneos, la obesidad y actividad física”.
Investigaciones más recientes concluyen que, si el impacto del aislamiento es potencialmente tan grande en nuestra salud, deberíamos hacer más para prevenirlo.
“La atención médica podría recomendar, si no promover abiertamente conexiones sociales mejoradas; hospitales y clínicas podrían involucrar a las redes de apoyo para los pacientes en la implementación y monitoreo de regímenes de tratamiento y cumplimiento, etc.”.
Dos pastillas de amistad
¿Que nos prescriban una dosis de amistad y un par de tabletas de compañía que se deben tomar tres veces al día?
¿Por qué no?
Pero tal vez los hallazgos nos impulsen a ir más allá.
Lo que realmente se requiere, me parece, es que las comunidades funcionen bien. Que los vecindarios se responsabilicen de sí mismos.
Que busquen maneras de hacer que los recién llegados se sientan bienvenidos y que los residentes de hace tiempo se sientan parte de algo más grande que ellos mismos, para que se sientan seguros de pueden vivir sus vidas como monjes trapistas si lo desean, sabiendo que todavía están conectados a una sociedad que está dispuesta a ofrecerles compañía y apoyo si es necesario.
La mayoría de las personas estaría de acuerdo en que no es tarea del Estado decirle a las personas que tienen que ir a bailes o a tomar café con amigos.
Pero puede proporcionar información sobre los beneficios de tener amistades y animar a las comunidades para que le ayuden a sus miembros a llevar vidas sociales plenas cuando lo deseen.
‘Un gran servicio para la humanidad’
En Reino Unido, la Comisión de Soledad Jo Cox reunió evidencia de que 200.000 personas mayores no habían tenido una conversación con un amigo o parienteen más de un mes y hasta el 85% de los adultos jóvenes con discapacidades dicen que se sienten solos la mayoría de los días.
El economista conductista de fama mundial, el Prof. Daniel Kahneman, me dijo lo siguiente: “Resulta que aproximadamente el 15% del tiempo total que las personas pasan es desagradable.
“Si logras reducir ese número del 15% al 14%, le estarías haciendo un gran servicio a la humanidad“.
¿Qué proporción de ese 15% de tiempo es desagradable porque las personas están solas cuando anhelan compañía?
Imagínense si el mundo pudiera ofrecerle a esas personas la mano de la amistad. Una sonrisa y una palabra. Compañía cuando la deseen y privacidad cuando la quieran. Ese sería un gran servicio para la humanidad.