Carta para JAIME GARZÓN, donde se encuentre. escribe EDGAR ARTUNDUAGA
Estimado Jaime:
Sin saber si tu nueva situación te permite estar al tanto de lo que sucede con la familia, o si sigues bien relacionado con la tripulación de la nave espacial procedente de la Vía Acuae –para nuevos estudios telemétricos sobre el planeta Tierra-, me permito contarte algunas novedades, no del país donde todo sigue en la anormalidad, sino de los tuyos.
Cómo te parece que Marisol, tu hermana linda, la única, la que fue monjita y se convirtió en tu parcera (apenas tenían dos años de diferencia) está “arrimada” de caridad donde las primas Forero Ramos, que muy amablemente la alojaron en el estudio de su apartamento, porque la casa materna (la de todos los Garzón) se está derrumbando por cuenta de una construcción en el vecindario.
Después de tu partida, (recuerdo ahora que decías que ser irreverente de nacimiento es una enfermedad incurable que puede producir la muerte), doña Daisy entró en profunda crisis, sin entender el porqué mataban a su hijo más simpático, se encerró para siempre y sólo salió el día que la llevaron al cementerio. Ahí estuvo Marisol como cinco años haciendo de enfermera.
También falleció la querida y simpática tía Cooky, que fue tan generosa con ustedes.
Tus dos hermanos siguen bien, no han vuelto a Colombia y Jorge ya tiene canas, sigue siendo profesor en Estados Unidos y su situación económica es cómoda. Alfredo publica caricaturas en El Espectador (los Cartones de Garzón) y se defiende bien. Sigue siendo “aquél ser apacible, de inteligencia recóndita, meditador, frailuno y de risa impredecible”, en palabras del maestro Héctor Osuna.
Muerto tu aquél 13 de agosto de 1999, Colombia entera te lloró y hasta los que no eran tus amigos salieron en televisión a hablar de una supuesta cercanía. Después se alejaron por completo, hasta las que fueron tus mujeres, incluyendo a Flora Martínez, Margarita Rosa de Francisco y también la última, Gloria Cecilia Hernández (la famosa Tuti), que inexplicablemente recibió tu pensión, mientras tu mamá ni las gracias por parte del Estado.
En casa recuerdan con mucho cariño a dos novias: la primera, Inés Másmela (diez años mayor que tú), aunque no te perdonan que te hayas inventado el personaje de Godofredo Cínico Caspa como imagen y semejanza del suegro de entonces. Y a Elvia Lucia Dávila, la queridísima “Pili”, del programa Quac, muy cariñosa con tu mamá. Pero eras muy jodido desde chiquito para detenerte en esa exploración. Con diez añitos ya le disparabas a las de veinte, sin ningún complejo.
Ahora vuelvo sobre el tema de la casita, la que les obsequió la tía Emita, en el barrio San Diego, al costado nororiental del Museo Nacional. Ese que fue el refugio de los Garzón, muerto tu padre a los 39 años, a la misma edad tuya.
Hablando de tú papá, Félix María Garzón Cubillos, (bien bajito de estatura) ya entiendo de donde sacaste la chispa. Al viejo le decían “resortes”, “trompo”, “ratón”, un hombre desordenado, fiestero, gracioso como ninguno, pero también inteligente y curioso.
Fallecida tu mamá y tu en otra galaxia, era de suponerse que tus hermanos le darían la casita a Marisol, que ya había colgado los hábitos, como debes recordar. Pero no fue así. Jorge y Alfredo se expresaron retrecheros.
Sin embargo, Marisol mejoró los pisos y le metió sus ahorros (los de ella, porque los tuyos no se vieron por ninguna parte). Y cuando creía haber terminado la tarea, el inmueble comenzó a caerse. Una obra vecina arruinó la eterna casa de los Garzón, que –como sabes- tiene nueva nomenclatura: calle 29 bis No. 5-34-36, barrio San Martín, antiguo San Diego.
Marisol sacó unas pocas cosas y por ahí ruedan fotos y recuerdos de toda la familia, que obviamente no puede llevarse porque –como te conté- vive arrimada cariñosamente en casa de las primas.
Desde octubre anda la pobre en esas condiciones y la señora Ana Dolores Varela de González, dueña del inmueble vecino, no se ha inmutado en ponerle la cara al asunto. La Alcaldía local guarda silencio. ¡Qué diferente sería si estuvieras tú, por estos lares!. Temblarían todos los burócratas que hoy se burlan de la pobre Marisol.
La señora de González vive en la siguiente dirección, por si quieres jalarle las patas o pegarle un susto: Calle 30 No 5-37 o 5-41.
Finalmente quiero darte tranquilidad. Haré lo posible por cuidar a tu hermana. No te preocupes que ella sigue respetando los votos de castidad.
Después de que la sacaron los curas de la emisora El Minuto de Dios (no sobra otro sustico para ellos), yo la acogí cariñosamente en Todelar.
Otro día te cuento más vainas, así como tú divertías al país narrando las propias desgracias del edificio Colombia. Aquí “seguimos viviendo un infierno sin condena”.
Remite Edgar Artunduaga