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” Hay que bailar, hermano, hay que bailar. Hay que bailar y hay que cantar a la vida, y no solo a la muerte, ni cantar a las derrotas. Hay que cantar a la vida, porque si se vive en función de la muerte, uno ya está muerto. La personas que viven sólo de los recuerdos están muertas, el recuerdo sin porvenir lo único que trae es tristeza, y la tristeza no genera lucha nunca, nunca. Trabajo con la absoluta certeza en la eficacia de la transmisión de la pasión. Yo no creo que se pueda hacer una revolución sin desatar los sentimientos y afectos más profundos de la gente. Si una persona es absolutamente sentida, constantemente querida, y si en ella se dan cita cantidad de afectos fuertes, el afecto de la madre, de la hermana, de la amante, el calor de los amigos. Esa cadena de afectos te defiende del peligro, te protege de la muerte, te vuelve casi inmortal, o por lo menos impide el que lo maten a uno así no más.El amor es certeza, la certeza de la Vida.Ahí está una de las grandes revoluciones que nosotros hemos hecho en este país: es acabar con los mitos, es acabar con los hombres perfectos, es acabar con los hombres que nunca cometen errores. Los hombres que no tienen amores constantes, absolutos, inflexibles, no son amados y por tanto están sólos. Son vulnerables, mortales. Hay que amar con berraquera y hay que despertar el amor con berraquera. Esa es una vaina clave en este paseo. Es una vaina clave para los líderes, es una vaina que siempre olvidan. En un momento azaroso, imprevisible, sólo la fuerza que sobre uno han puesto y que uno ha despertado puede salvarlo. Porque el amor es la certeza de la vida. Es la sensación de la inmortalidad.