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Escribir ante el papel y la tinta en el siglo XXI,  implica cambios, todo cambia permanentemente, pero todo revolucionario (a), sabe que el cambio real es un flujo como el agua, que fluimos en el mundo sideral contradictorio, que la contradicción, es el principio del movimiento y, que el movimiento es como el agua a las sociedades, porque las sociedades siempre tendrán sed de cambios; porque somos humanidad, y la civilización humana es la joya del universo.

Como decían los maestros antiguos, Heráclito, Lao Tse, y Hegel, el revolucionario sabe de la contradicción antagónica, de su superación en el momento de la síntesis, y, sabemos de la la superación de la síntesis, como el encuentro de lo nuevo. Es este proceso dialéctico lo que determina que siempre haya revolucionario(a)s que lo cambian todo. Y le toca a la humanidad para que continue la vida, herida por la codicia del capital, imperiosamente cambiar. El cambio es hoy un imperativo categórico como decía Kant, si no queremos una noche definitiva sobre todo lo existente en el planeta. Soy presidente de la República de Colombia y en este 19 de abril del 2025 que ya pasó, no puedo decirles que triunfamos, por que somos como un río, porque el flujo de la historia continua permanentemente como un río; sin embargo, dejamos la marca, los tótems de la existencia hacia un futuro sideral. Desde el corazón vital del mundo, en este 19 de abril, traté de hablar de resurrección, palabra que se parece a insurrección, desde los valles que bajan al Río de la Magdalena que desemboca en el Caribe, éste presidente les escribió el día de su cumpleaños, que es el mismo día de las revoluciones. En un 19 de abril, se levantaron los pueblos de Palestina contra un imperio, de Caracas gritando Libertad, de Cuba en Playa Girón, de Colombia ante el fraude electoral. Entramos con Jaime  Bateman a la magia de cambiar a Colombia, con un fusil y un libro de “Cien años de Soledad” en la muchila, y caminamos las montañas, las selvas y los páramos, y navegamos los mares, y viajamos hasta el Sahara, hermano de la selva amazónica, y nos fuimos hasta Panamá invadida, y al Ecuador del general Frank, soñando la Gran Colombia y gritamos revolución y libertad, como los anarquistas españoles, como los socialistas franceses, como la rosa blanca alemana contra Hitler, contra el rey, con los chinos acabando satrapías, con los chinos gritando “república”, como Alejandro el Magno, uniendo civilizaciones, como romanos buscando una república de Platón, o como las tribus árabes cabalgando al viento, libres, o como el baile avasallador de los negros gritando libertad, o como los vientos que se vuelven música en nuestros ancestros americanos. En la choza resistente de un vietnamita, estaba un colombiano junto a Mao, junto a Ho Chi Minh. Y un colombiano anarquista estaba en la revolución bolchevique contra el Zar, un español colombiano se fue a la revolución en China, y nos encontramos con ese Bolívar cabalgando por el mundo, eterno, porque su bandera se llama Libertad, y es roja y negra, vida o muerte. Estamos por la Vida como dijo el flaco Bateman Cayón, samario del caribe, caribeño como Bolívar. Colombia es espíritu libre, la Gran Colombia es la promesa que ya estamos a punto de alcanzar. La humanidad es nuestra misión. Una humanidad libre, completamente libre en las estrellas. Hermanos del alma Jaime Bateman, Vera Grave, Carlos Pizarro, Antonio Navarro Wolff, Alvaro Fayad, Iván Marino, con el tolimense Afranio Parra, poeta posmoderno, con Benkos Biohó el príncipe africano de la Libertad, con el árabe caribeño, con las mujeres brujas enamoradas, con la Pola y Manuelita Sáenz, con las Amarantas y las Úrsulas, con la campesina Juana Julia Guzmán, y el italiano anarquista Vicenzo Adamo, y con el príncipe Kropotkin, y con Lenin, el bolchevique enamorado de la clase obrera, y con el enorme alemán, visionario y científico de la economía: Marx, y con el eterno guerrero cabalgante Bolívar… (Sigue el hilo).

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