8 de junio. Día del ESTUDIANTE CAÍDO en la LUCHA
Si hay una fecha que aun no se desvanece con el tiempo, es el 8 de junio. En especial, para los estudiantes universitarios. Todos, de una u otra manera, en alguno de sus semestres oyeron hablar de esta jornada. Más el 9 que completó el recordatorio.
En 1929, cuando le hegemonía conservadora presidida por Abadía Méndez se debatía en su peor crisis tras más de cuatro décadas en el poder y con el saldo de la matanza de las bananeras a sus espaldas, el estudiantado marcó el principio del fin de aquel oscuro periodo del país.
Grandes movilizaciones tenían lugar, especialmente en Bogo. El 7 de junio de 1929, una marcha de estudiantes de la Universidad Nacional, en protesta contra el gobierno, a su paso por el Palacio de la Carrera (nombre que tenía la actual casa de Nariño) fue hostigada por la policía.
No demoraron las ráfagas de la fusilería para dispersar a los manifestantes que exigían el fin de “la rosca”, como el pueblo calificaba al régimen y que en todas las demostraciones caricaturizaban ensartando el panecillo ahuecado en una vara.
Fue asesinado Gonzalo Bravo Pérez, estudiante de cuarto año de Derecho de la Universidad Nacional. hijo de una ilustre familia bogotana, cuyo padre había sido parte del gobierno, Bravo Pérez y se convertiría en el símbolo de la unidad nacional contra el despotismo.
Su sepelio el 8 de junio, movilizó a millares de capitalinos y menos de un año después de la tragedia se vendría al suelo el régimen conservador.
Desde entonces, los universitarios convirtieron el 8 de junio como el Día del Estudiante, visitando el cementerio central de la calle 26, para recordar a Bravo Pérez y luego con actividades deportivas y de sano jolgorio, incluida la elección de la reina de los estudiantes.
Veinticinco años después, ese 8 de junio tendría un nuevo sabor amargo para todo el país.
Después de la visita a la tumba del primer estudiante caído, el desfile que había salido de las puertas de la Nacional en la calle 26, regresó a los predios de la Universidad.
Allí tenían lugar algunas justas deportivas y se preparaba el reinado, cuyo cetro ostentaría la bella universitaria Nidya Quintero.
La paz reinante en el campus fue rota, entonces, por la presencia de un fuerte piquete policial que ordenó el despeje de los estudiantes.
Estos se opusieron férreamente y entre ellos descolló Uriel Gutiérrez, alumno de cuarto año de medicina, y segundo de filosofía, hijo de educadores y proveniente de Aranzazu, Caldas.
Uriel, un fornido muchacho de 1.80 de estatura, con un alambre de púas se dio a la tarea desbloquear el paso de la tropa a la entrada de la Ciudad Blanca en la 26. Otra ráfaga de disparos, como la de 1929, cegaba la vida de Uriel Gutiérrez. Murió de un tiro en el cerebro a sus 24 años. Apenas había pasado el mediodía de ese aciago 8 de junio de 1954.