SUIZA. Referéndum por que no sean las personas las que trabajan para la economía, sino al revés
Si el domingo dan el sí a un referéndum convocado a raíz de una iniciativa popular iniciarían una revolución en el sistema de creación de dinero que ningún otro país ha emprendido. Las consecuencias, coinciden los expertos, serían imprevisibles. Bien es cierto que no parece muy probable: según una encuesta reciente, el 54% de los suizos rechaza un experimento, que solo respalda el 34%
Qué ocurriría si a los bancos solo se les permitiese prestar los fondos que guardan de sus clientes o, al menos, aquellos a los que puedan acceder a través de un préstamo de otra entidad? ¿Y si el único organismo que pudiera fabricar dinero fuera el banco central, dejando de lado en esta actividad al resto de entidades financieras privadas? Los suizos están a un paso de experimentar en carne propia la respuesta a estas preguntas.
La iniciativa Vollgeld, que defiende lo que denomina “soberanía monetaria”, nació en 2012 como un intento de hacer de las finanzas algo fácilmente entendible, muy alejado de estos tiempos en los que la banca se ha convertido en un arcano en manos de una minoría de técnicos hiperespecializada, alejado del común de los mortales.
“Aunque perdamos, hemos enviado una señal para un global sobre las consecuencias catastróficas del sistema financiero”, dice un activista
La idea es que el dinero en circulación sea tan solo el que los ciudadanos tocan con sus manos en forma de monedas y billetes; y que el único responsable de aumentar esta oferta monetaria sea el banco central, y no las entidades privadas. Esto, aunque a mucha gente pueda sorprenderle, no es así en la actualidad. Gracias a —o, según los impulsores de la iniciativa, por culpa de— lo que se conoce como banca fraccionaria, el dinero contante y sonante supone en Suiza tan solo el 10% del total en circulación. Y aunque el banco central es el único que puede acuñar moneda física, las entidades privadas se endeudan en los mercados internacionales con productos financieros hasta niveles muy superiores a los depósitos de sus clientes y a sus recursos propios. Con esta práctica contraintuitiva quieren acabar los activistas de Vollgeld.
“Proponemos un sistema en el que no sean las personas las que trabajan para la economía, sino al revés”, asegura en conversación telefónica desde Suiza Raffael Wüthrich, uno de los impulsores de la iniciativa. Él y sus compañeros defienden un sistema que, aseguran, evitaría nuevas burbujas y sería más seguro porque el dinero no desaparecería si un banco quebrara.
Al otro lado de la polémica, la visión es diametralmente opuesta. El gobernador del banco central suizo, Thomas Jordan, definió la propuesta como “un cóctel peligroso”. Más lejos fue el consejero delegado de UBS. “No creo que los suizos vayan a pegarse un tiro en la cabeza”, respondió Sergio Ermotti, jefe del mayor banco del país, al ser preguntado por las posibilidades de la propuesta de salir adelante.
Colapso del crédito
“Me temo que sus defensores no son conscientes de la consecuencia de un sí, que traería un colapso del crédito y una subida de tipos, con el consiguiente impacto sobre el crecimiento. Dudo que la banca sobreviviera. Y los depositantes tendrían que pagar, en lugar de cobrar por sus ahorros”, resume el catedrático Joaquín Maudos, que define la iniciativa como algo “esotérico” que no ha sido bien explicado a los ciudadanos. “Si quieren evitar burbujas crediticias, hay otras formas mucho menos dañinas, como una buena regulación bancaria”, añade.
Pese a estas críticas, no todos los expertos desechan la iniciativa como algo descabellado. En un artículo del Financial Times, Martin Wolf recomendaba a los suizos votar a favor pese a admitir que supondría “un miniterremoto”. “Esta propuesta podría ofrecer un futuro iluminador para la industria que durante mucho tiempo ha sido la más peligrosa del mundo”, concluía el prestigioso analista del periódico-biblia del capitalismo.
Pese a estos argumentos, parece difícil que un país como Suiza —con un sistema financiero que aporta algo más del 10% del PIB— vaya a adentrarse en una aventura que podría poner en peligro una de sus principales fuentes de riqueza. Incluso los impulsores de la consulta se ponen la venda antes de la herida. ida. Wüthrich analiza los efectos de esta propuesta si no pasa la prueba de las urnas. “Incluso aunque perdamos, esta discusión será una señal clara para países que han sufrido la crisis financiera más que en Suiza. Es necesario un debate global sobre las consecuencias catastróficas del actual sistema financiero”, concluye desde Berna el activista.
LA FACILIDAD PARA DECIR ‘NO’
Sin la existencia de gigantes financieros considerados demasiado grandes para que un Estado les deje caer, la Gran Recesión nunca habría ocurrido. Precisamente para evitar una repetición nació Vollgeld, que defiende la idea de que el dinero se limite a las monedas y billetes que el banco central fabrica. Pese a las maravillas que venden los impulsores de la iniciativa, las encuestas anticipan un no holgado en la votación del domingo.
En Suiza, basta con reunir 100. 000 firmas para que todo el país opine en un referéndum sobre cualquier asunto. Pero en el reino de la democracia directa están acostumbrados a tumbar iniciativas que suenan bien a primera vista. En los últimos años, los suizos han rechazado con amplias mayorías la idea de impedir que los directivos ganen más de 12 veces el salario de su empleado más modesto; una renta básica universal de 2.500 francos suizos al mes (unos 2.150 euros) para los adultos y de 625 francos (540 euros) para los niños; y acabar con el canon anual de 451 francos (390 euros) con el que los ciudadanos están obligados a financiar la radiotelevisión pública.