” La Ciudad Luz” quiere destronar a Londres
La capital francesa, con ayuda de la política de Macron, se posiciona para sacar el máximo partido del Brexit y disputar a la City su liderazgo económico en Europa
Antoine Chevalier no vacila ni un instante cuando se le menciona la palabra “Londres”. Es inútil con él intentar cualquier argumentación. “Todos los ingleses vendrán aquí, está claro”, se apresura a comentar. “¿Sabe que van a derribar la City? Sí, sí, la van a demoler”.
Uno no sabe si el veterano técnico en renovación de edificios hace broma o habla medio en serio. Chevalier, aún con el casco puesto, acaba de salir de la torre Pascal, en el barrio de La Defense, el moderno distrito de negocios al oeste de París. El rascacielos, construido en 1983 para albergar la sede europea de IBM, sufre un proceso de reestructuración integral, incluida la peligrosa y costosa eliminación del amianto en su estructura. Cuando el trabajo esté concluido, La Defense contará con aún más espacio de oficinas. La expectativa es que aumentará la demanda.
La conversación con Chevalier tiene lugar pocos días después de que un informe de la consultora EY (antigua Ernst & Young) situara por primera vez a París por encima de Londres como la ciudad europea preferida por altos ejecutivos internacionales para invertir y hacer negocios. Jamás había ocurrido. Siempre ganaba Londres, por amplio margen. En el estudio de EY, Francia entera, como país, también mejoraba mucho su nota.
La reacción en la ciudad francesa fue de euforia. “Francia, más atractiva que nunca”, tituló en portada Le Parisien, el diario local por excelencia. “¡Podemos decir thank you al Brexit!”, afirmó el rotativo, en tono provocador.
París, en efecto, hace ya tiempo que se posiciona para sacar el máximo partido del Brexit, para disputar en serio el liderazgo incontestable que Londres ha ejercido durante decenios en el ámbito económico, sobre todo financiero. Está convencida de que tiene condiciones para ello. Las reformas iniciadas por François Hollande y aceleradas por Emmanuel Macron deberían contribuir a conseguirlo. París quiere seguir mimando su imagen global como la ciudad del amour y de las románticas terrazas de sus cafés , su condición de principal destino turístico mundial, con el Louvre y Disneyland, pero también consolidarse como capital del business, un polo económico central en el continente. El joven presidente, exbanquero en Rothschild, ha cambiado leyes tributarias para atraer a empresarios y altos ejecutivos foráneos. Macron exhala dinamismo y les habla en inglés. “ France is back (Francia ha vuelto)”, es uno de sus lemas preferidos. Desea vender el país como nueva patria de start-ups.
–¿Hasta qué punto la mayor atracción de París es consecuencia del Brexit y de las políticas de Hollande y luego de Macron? –preguntamos a Marc Lhermitte, uno de los autores del informe de EY.
–Ha tenido que ver con las políticas de competitividad decididas, diseñadas y puestas en práctica gradualmente después de la crisis financiera. Hubo una marcada mejora en el 2016 y una posterior aceleración en el 2017, debida también a una mayor visibilidad de Francia, al Brexit y a acontecimientos geopolíticos que han convertido a Francia en más dinámica y atractiva con relación a sus competidores.
–Una huelga de trenes de más de tres meses, como la de la SNCF (la Renfe francesa), no es la mejor noticia para atraer inversores. ¿Cree que daña la imagen de Francia?
–No de manera significativa. Nuestras conversaciones con inversores extranjeros muestran que ellos entienden que el cambio llegará con sacudidas en el clima social, pero que la transformación de Francia seguirá adelante.
Por primera vez, una encuesta sitúa la ciudad del Sena como la preferida para hacer negocios e instalarse
Lhermitte, como otros analistas franceses, reconoce que Londres sigue siendo muy fuerte y puede resistir los embates del Brexit,pero subraya que París sí “puede soñar” con arrebatarle la supremacía en el sector finanzas. “La tendencia es prometedora”, apunta.
Un primer éxito importante en el combate financiero se produjo en noviembre pasado. París se adjudicó la sede de la Agencia Bancaria Europea (EBA). Se interpretó como un indicio de lo que está por venir. Desde entonces ha habido un goteo de traslados del Támesis al Sena, aún modestos en número, pero indicativos. Los grandes bancos son discretos por naturaleza y esperan que se despejen las muchas incertidumbres sobre el Brexit. Hay pioneros que sí ya han hecho la mudanza, como la compañía financiera Smart Lenders. “En el 2016, el Brexit fue un shock para nosotros –recuerda el presidente de la compañía–. Cuando Macron fue elegido, decidimos abandonar Londres y repatriar nuestras actividades”.
En París y su región, Île de France, son conscientes de lo que está en juego y pretenden explotar al máximo la oportunidad. La agencia Paris Région Entreprises, que cuenta con 80 empleados, se ocupa de facilitar la instalación de empresas. Les asesoran sobre legislación, fiscalidad y socios empresariales. Les ayudan a obtener visados, si es necesario, a encontrar locales y a navegar por la burocracia francesa. Se ocupan incluso de asistir a las familias de los ejecutivos, de buscarles escuelas internacionales para sus hijos.
“Es cierto que hay un nuevo clima para hacer negocios, desde hace unos años, primero gracias al gobierno regional y después al nacional –constata, en perfecto castellano, el director general de Paris Région Entreprises–. París no estaba asociado al business, o al menos no lo suficiente. Arrastrábamos un retraso histórico respecto a Londres y ahora empezamos a acercarnos a su nivel. Está cambiando la percepción internacional. Los inversores aprecian la estabilidad política. Eso cuenta mucho”.
Detalle de la ciudad de Londres (Jason Alden/)
–¿Es realista pensar que París puede sustituir a Londres o se está exagerando?
–Londres es una potencia extraordinariamente fuerte por las facilidades para hacer negocios, la internacionalización de su economía y el idioma inglés. No podemos hablar de sustituir. Pero las consecuencias del Brexit van a ir más allá del sector financiero. Las empresas industriales (como Airbus, Jaguar Range Rover o BMW) empiezan a ver los efectos que tendrá para su cadena de producción. Hay demasiadas incertidumbres.
Londres todavía es más caro: un piso de 90 metros cuadrados en Canary Wharf vale 880.000 euros
Grotto prefiere ser diplomático y no echar las campañas al vuelo, aunque es muy optimista. “No me gusta decir que el Brexit es bueno para París –se justifica–. Soy un europeísta convencido y espero continuar teniendo relaciones comerciales con los ingleses. Piense que el Brexit puede tener también efectos (negativos) para nuestras empresas y sus exportaciones. Pero, honestamente, sí creo que París tiene muy buena posición ante el Brexit y sus consecuencias. Está bien posicionada porque es una economía muy diversificada, muy volcada en la investigación y el desarrollo, la alta tecnología, como la inteligencia artificial. Y en finanzas queremos ser la plaza del futuro”.
Una larga lista de compañías ha elegido París durante el último año, entre ellas la estadounidense Nextuser, de inteligencia artificial, la consultora alemana Kobaltblau, la belga Melexis (microelectrónica) o la italiana Zanutta (decoración). Ha llamado la atención el interés de empresarios indios. Su destino natural –por razones históricas y lingüísticas– siempre fue Londres. Se ha instalado en París la sede europea de Zify, una start-up india que se dedica a promover que los conductores particulares compartan sus vehículos ( carpooling), algo muy útil en grandes aglomeraciones urbanas con problemas endémicos de tráfico. El fundador de Zify, Anurag Rathor, trabajó antes en California. La actual efervescencia de las start-ups francesas le retrotrae a lo vivido ya en Silicon Valley.
París y Londres se hallan inmersas en gigantescos proyectos de transporte. La capital francesa trabaja en el llamado supermetro, que, superando la estructura radial, debe comunicar entre sí, velozmente, los barrios periféricos. El horizonte son los Juegos Olímpicos del 2024. En la metrópoli del Támesis está muy avanzado el Crossrail, un nuevo tren suburbano rápido –similar al RER parisino– que debe abreviar mucho los desplazamientos y aliviar el congestionado metro.
En Londres no se percibe por ahora una atmósfera de declive, sino todo lo contrario. Los datos de inversiones extranjeras en Gran Bretaña y su creación de empleo siguen siendo positivos. La ciudad, pese al Brexit, bulle de actividad y sigue siendo un imán. Desde el observatorio de Greenwich, mirando al norte, apuntan todavía grúas en el espectacular complejo de Canary Wharf, el distrito financiero que empezó a levantarse a finales del siglo parasado, como ampliación de la City, en un meandro del Támesis donde había muelles. Aún se construyen edificios de oficinas y rascacielos de apartamentos de lujo. ¿Es el final de la burbuja? A La Defense le falta bastante para medirse de tú a tú con su rival londinense. No desprende tanto poderío ni riqueza.
Los datos de inversiones extranjeras en Gran Bretaña y su creación de empleo siguen siendo positivos
Los precios inmobiliarios continúan siendo más altos en la capital británica, si bien las distancias se acortan. Un apartamento nuevo, de 90 metros cuadrados, en un edificio de altas prestaciones –con piscina y gimnasio comunitarios–, a diez minutos a pie de Canary Wharf, se vende por 775.000 libras esterlinas (unos 880.000 euros). Una vivienda equivalente en la proximidad de La Defense costaría unos 700.000 euros. Lo significativo es que los precios en Londres han caído ligeramente en los últimos dos años, mientras que en París han subido hasta un 20% en el mismo periodo.
Robert, agente inmobiliario en Canary Wharf, reconoce que han tenido que abaratar sus ofertas. “Es una zona que creció mucho en el boom de Londres –argumenta–. Ahora estamos vendiendo a un precio más realista. Pero no hay caídas fuertes. Los compradores han cambiado. Antes había más británicos, ahora más extranjeros. Si mira la historia del mercado inmobiliario, las recesiones del pasado, verá que Londres se recupera rápido”.
El vendedor elude pronunciarse sobre las consecuencias del Brexit. Obviamente no quiere alentar temores que dañen su negocio. “No sabemos realmente qué va a pasar –matiza–. Podría también abrir perspectivas para relaciones con otros países, como ocurrió con Singapur”. El pequeño país asiático siempre se menciona como ejemplo por los partidarios del Brexit. Cuando se separó de Malasia, en 1965, se temió lo peor, pero Singapur, con un régimen político muy autoritario, logró prosperar con un agresivo modelo de baja fiscalidad y múltiples y ventajosos acuerdos bilaterales con otras naciones.
Otros británicos son mucho más escépticos. Los temores se expresan hasta bajo el fondo marino. A bordo del Eurostar, el tren de alta velocidad que conecta Londres con París en sólo dos horas y 20 minutos, mientras atravesamos el canal de la Mancha a 75 metros de profundidad, Paul, profesor retirado de la Universidad de Durham, teme que Londres “será menos atractiva, no sólo para los negocios sino para muchas otras cosas, porque el Brexit tendrá efectos culturales importantes”. “Pienso que pueden ganar París y también Frankfurt, Madrid o Barcelona”, agrega.
–¿Es algo que le preocupe?
–No me preocupa tanto el efecto para Londres como el Brexit en sí mismo. Es un desastre espantoso.
–¿Puede haber marcha atrás?
–Sería bonito pensarlo, pero lo dudo. Ojalá me equivoque.