Omarosa Manigault, la aprendiz aventajada de Trump
La criatura televisiva más perfecta de Donald Trump se venga del presidente con su libro de memorias, ‘Trastornado’
Al lanzar la primera temporada de El aprendiz, en el 2004, su presentador, Donald Trump, solía quejarse de que los concursantes no tenían madera de estrellas. Con uno de ellos, se equivocó. Aunque despedida en el tercer capítulo, la mezcla de maldad, osadía y encanto de Omarosa Manigault cautivó a la audiencia, ergo, a Trump.
Su tirón popular le fascinaba. Viniendo de la nada, el público había llegado a conocerla por su nombre de pila, contó admirado a su biógrafo Timothy O’Brien. La mordaz Manigault no se ganó un empleo en la Trump Organization, premio del popular concurso, pero llegó más lejos: se convirtió en la criatura televisiva más perfecta de Trump.
Omarosa Manigault
“Estoy viviendo el sueño americano gracias a Donald Trump”
“Estoy viviendo el sueño americano gracias a Donald Trump. Miren mi carrera, mi riqueza y la fama que tengo… Es difícil argumentar que no le gustan los negros”, defendía Omarosa Manigault un mes antes de su toma de posesión. Era su forma de acallar las acusaciones de racismo o misoginia que pesaban contra el neoyorquino, las mismas que año y medio después ella misma le dedica a los cuatro vientos.
La aprendiz aventajada de Trump se ha rebelado contra su maestro, que con un lenguaje más propio de un reality que de la Casa Blanca la ha llamado “escoria”, “perdedora” y “perra”. Hace no tanto tiempo, la adoraba. En el 2013, se preguntaba si Omarosa era “perversa, dura, lista o las tres cosas a la vez”. Le inspiraba confianza: “Omarosa nunca te apuñalará por la espalda. Siempre va de frente contigo”, decía. De nuevo, erró.
Omarosa acaba de publicar un venenoso libro sobre su amistad con Trump – Unhinged, “trastornado”, se titula– y no pasa un día sin que airee alguna grabación de conversaciones mantenidas en la Casa Blanca, incluso en su supuestamente híperseguro gabinete de crisis: su despido y supuesta sorpresa del presidente, la oferta de empleo que le hizo luego Lara Trump, las discusiones de sus colegas sobre cómo actuar si aparece alguna cinta en la que Trump insulte a los negros. Según The New York Times, tiene 200 grabaciones. Fue el propio Trump quien le enseñó la utilidad de registrar conversaciones.
La mención de Manigault al sueño americano no es casual. De donde viene, pocos lo alcanzan. Nació en 1974 en Youngstown (Ohio), una ciudad del Medio Oeste desolada por la desindustrialización, conocida por su alta tasa de criminalidad. Su padre murió asesinado cuando ella tenía siete años. Se crió con su madre gracias a las ayudas sociales. Cuando iba al supermercado, esperaba a que no quedara nadie para pagar: no quería que la vieran usando cupones de comida para pobres.
Era lista y determinada y, como J.D. Vance, el autor del libro de memorias Hillbilly, una elegía rural, se licenció en una universidad del estado. No llegó a Yale, como Vance, pero se mudó a Washington para estudiar un máster y entró a trabajar en la Administración Clinton, en un puesto júnior de la oficina del vicepresidente Al Gore. Se la quitaron de encima enseguida y la pasaron a otro departamento, donde tampoco hizo carrera.
En la televisión sí realizó sus ambiciones. Su paso por la primera temporada de El aprendiz fue fugaz (en total, ha participado en tres), pero le sirvió para lanzar su propia marca personal en televisión y conocer a Trump, que la volvió a fichar en el 2008 para una edición all stars (sus piques con La Toya Jackson fueron épicos). Luego lanzaron juntos un programa de citas en el que los concursantes competían por los encantos de Omarosa.
Aunque antes de que Trump anunciara sus ambiciones presidenciales había apoyado a Hillary Clinton, enseguida se puso a trabajar en la campaña de su amigo. Hacía de enlace con votantes negros, un empleo supuestamente parecido al que le dio al llegar al despacho oval, aunque nadie sabe muy bien en qué consistía. En abril del 2017, se casó en el hotel Trump de Washington y se llevó a sus invitados a hacerse fotos de boda en los jardines de la Casa Blanca sin avisar (luego no le dejaron difundirlas). En diciembre, el general Kelly, jefe de personal de Trump, la despidió por “problemas de integridad”.
Cambió la Casa Blanca por la casa del Gran Hermano VIP y en la mudanza sus opiniones sobre Trump viraron radicalmente. Trabajar con él, dijo, era peor que hacerlo en una plantación. En su libro, Omarosa tacha a su exjefe de narcisista, senil, misógino y racista y alimenta cotilleos como que Trump “desea” a su hija Ivanka. Traicionado por su criatura, el presidente le ha dedicado un sinfín de tuits insultantes. Ni el libro va para superventas ni va a cambiar el rumbo de la historia, pero ha garantizado a Omarosa presencia permanente en los platós para hacer realidad su sueño americano de riqueza y fama. Trump no lo definiría con otros términos.