USA. Las Vegas. Masacre cerca del Mandalay Bay.
La mayor matanza con arma de fuego de la historia de Estados Unidos
Al menos 58 personas, incluido el presunto autor que ya ha sido identificado como Stephen Paddock, de 64 años, han muerto y otras 500 han resultado heridas en un tiroteo registrado en la noche de este domingo en un concierto de música al aire libre que se celebraba en las inmediaciones del hotel casino Mandalay Bay en la ciudad estadounidense. De los heridos, una decena se encuentran en estado crítico, según ha confirmado a Reuters una portavoz del hospital universitario local. La policía de Las Vegas ha anunciado, después de haber abatido al autor, que no cree que haya más tiradores. “Creemos que se trata de un lobo solitario”, ha declarado el jefe de la Policía de Nevada.
El autor del tiroteo llevaba cuatro días en la habitación del hotel Mandalay Bay. Rompió dos ventanas para tener dos puntos diferentes de tiro. El humo activó una de las alarmas contra incendios, lo que ayudó a localizarle:
Pasado oscuro
El padre del tirador de Las Vegas fue uno de los criminales más buscados por el FBI
Hay un hilo invisible que une el pasado con el presente. El padre de Stephen Paddock, el tirador de Las Vegas tuvo un padre criminal.
Benjamin Hoskins Paddock, el padre del asesino de Las Vegas.
Benjamin Hoskins Paddock fue un ladrón de bancos en serie que terminó en la lista de los más buscados por el FBI desde 1969, cuando escapó de una prisión federal en Texas mientras cumplía una sentencia de 20 años, hasta 1978, cuando fue arrestado.
Y cuando lo encontraron, fue en un lugar que lo también lo unió a su hijo: fue afuera de una sala de bingo de Oregon. Padre e hijo compartieron la pasión por el juego.
Paddock hijo, el asesino de Las Vegas.
Dentro del perfil que el FBI había hecho de Paddock padre se decía que fue sentenciado por robo de bancos e incendio de automóviles entre otros delitos. El perfil incluía datos reveladores que también lo conectan con su hijo: “es un psicópata que lleva armas de fuego, es peligroso y ha tenido tendencias suicidas”.
Un artículo de 1978 sobre Benjamin Paddock, que en ese entonces tenía 51 años, informaba de su detención. Su trayectoria criminal había terminado. Su hijo Stephen tenía 25 años.
La ficha del FBI de Benjamin Paddock.
El mismo Stephen que dentro de un hotel con casino, asesinó desde un piso 32 a 58 personas e hirió a más de 500. Y terminó suicidándose.
Un hilo fino enlazaba a padre e hijo. Ambos manejaron armas, mientras uno tenía tendencias suicidas el otro terminó suicidándose. De tal palo tal astilla.
Imagen de Stephen Paddock difundida por las televisión local:
La muerte tomó a las 22.08 de este domingo el nombre de Stephen Paddock. Lo hizo alojada en una habitación de 125 dólares, cama kingsize y un enorme espejo de baño. En ese punto algo ALTERÓ el universo y Paddock dejó de ser el hombre gris que vivía sus días de contable jubilado con la dulzura propia de Las Vegas y se erigió en el autor de la mayor matanza con arma de fuego de la historia de Estados Unidos. 58 muertos, 515 heridos y una nación conmocionada. “Un acto de maldad pura”, como ha dicho el presidente Donald Trump.
¿Qué le ocurrió? De momento, nadie lo sabe con precisión. La reivindicación del ISIS ha sido rechazada por el FBI. Y los antecedentes conocidos hasta ahora tampoco apuntan a ninguna pulsión asesina. Hijo de un ladrón de bancos que, según su hermano, llegó a figurar en la lista de los 10 más buscados del FBI, ni en las fichas policiales de Las Vegas ni del pueblo donde vivía, Mesquite (18.000 habitantes), se ha descubierto nada más sospechoso que alguna infracción de tráfico. Por el contrario, sus hábitos revelan pautas muy comunes entre quienes buscan pasar sus últimos años en Nevada.
Antiguo empleado del gigante armamentístico Lockheed Martin, a sus 64 años, acudía con frecuencia a los casinos a jugar al póker, disfrutaba de los conciertos de música country y entre sus pasiones figuraba volar y cazar. Tenía a su nombre dos aviones, una licencia de piloto y otra de caza mayor en Alaska. Nada que indicase su locura asesina. “Estamos en shock, horrorizados. No entendemos cómo Steve pudo hacer esto. No había nada raro en él”, ha afirmado un familiar a The Washington Post. “Esto es como la caída de un asteroide”, ha señalado su hermano a los medios estadounidenses.
Tampoco han dado más pistas las autoridades. Quien más lejos ha ido ha sido el sheriff del condado, Joe Lombardo, quien le ha equiparado a un “lobo solitario”. Un ente desconectado del mundo criminal y terrorista que actuaba siguiendo sus propios impulsos. Pero esta hipótesis, aunque tranquilizadora en un país obsesionado con una posible matanza terrorista, no da explicación de su estallido. De ese ataque premeditado que buscó un blanco tan fácil como un concierto de música country.
La reconstrucción policial muestra que Paddock llegó el jueves al gigantesco Hotel Mandalay Bay. En su habitación, estratégicamente situada en el piso 32, acumuló al menos una decena de rifles y pistolas. Listas para matar.
Con calma, esperó hasta el domingo por la noche. Llegado el momento, rompió el cristal y apretó el gatillo. Eran las 22.08. Su objetivo estaba a sus pies. Masivo e indefenso. Unas 22.000 personas concentradas en un concierto del cantante de country Jason Aldean, dentro del Route 91 Harvest Festival, que se celebraba junto al hotel. Durante 30 segundos, los disparos se confundieron con la música. Luego sólo quedó el traqueteo convulso, sordo, casi infinito de las armas de Paddock sembrando la muerte.
“Era una pesadilla de guerra, no entendíamos quién disparaba ni desde dónde, pero sabíamos que nos querían matar”, contaba ayer un superviviente a la televisión. El horror duró unos siete minutos. En el suelo quedaron más de 50 muertos y 500 heridos.
La intervención policial fue fulminante. Pero fracasó en su intento de atrapar a Paddock. En contra de las primeras versiones, el asesino no cayó en su habitación a manos de los SWAT, cuerpos policiales de intervención rápida, sino que se suicidó con sus propias armas.
De este final se sabe poco. Igual que de su vida. La implicación de su compañera, que en un principio fue considerada sospechosa, se ha diluido conforme pasan las horas. Y de los registros de su domicilio en Mesquite, a 130 kilómetros de Las Vegas, solo ha trascendido el hallazgo de más armas. El móvil, de momento, sigue siendo un misterio. Pero la policía no teme ningún nuevo ataque. De algo está segura. Paddock era el principio y el fin del terror.
Homenaje de TRUMP a las victimas de Las vegas: