‘IN MEMORIAM’. Menchi Sábat, el genio uruguayo quien combinó jazz y caricatura
Su casa era un templo de recuerdos, sus paredes estaban llenas (absolutamente llenas) de autógrafos o de recuerdos; la luz estaba hecha para hablar, o para escuchar jazz. Pero ese confort doméstico nunca lo retrajo de la Redacción, donde tenía despacho y a la que acudía cada día. Para Menchi Sábat, todo lo que tenía que ver con los periódicos debía hacerse en los periódicos. Y aunque fuera una caricatura o un retrato, siempre relacionado con la actualidad, él tenía que estar allí para agarrar el concepto, para convertir en metáfora única lo que, en sus manos, se iba a convertir en la noticia del día. Pues lo que él dibujara se convertía, al fin, en lo más relevante que llevaba el periódico, aunque estuviera aislado, o central, en una página.
Como El Roto o como Chumy Chúmez en España, Sábat trabajaba con conceptos. A veces, un solo dibujo, como cuando en 2008 retrató a la entonces presidenta Cristina Kirchner con su boca cruzada por una tachadura, se convertía en un editorial sobre la libertad de expresión que ella combatía desde su magistratura.
En ese tiempo tan controvertido del kirchnerismo en el poder, Sábat publicó un retrato del fiscal Alberto Nisman, muerto en enero de 2015 mientras investigaba asuntos que el Gobierno argentino prefería olvidar: el rostro del magistrado marcado desde la frente con un reguero de sangre que traspasa la boca y señala así el silencio al que a la fuerza fue sometido.
Así trabajaba Menchi Sábat, sin palabras. Sin palabras recorrió cien años de la Argentina, desde el Martín Fierro de José Hernández hasta los tiempos en que Argentina, después de la dictadura de Jorge Rafael Videla, recuperó la democracia. Esa página es una memorable historia que combina el dramatismo de los sucesos con el ambiente abigarrado de la Rue del Percebe y el pulso del Punch británico. Forma parte hoy de una antología precisa de la capacidad de ironía, y de compasión, de la que era capaz este uruguayo cuyo genio se hizo en Montevideo para llenar de admiración a los argentinos.
La periodista argentina, de Clarín, Mercedes Pérez Berfaglia le escuchó decir “en el corazón de la Redacción”, donde tuvo su despacho, que sus trabajos “están más cercanos a la producción plástica que a otra cosa”. Y tenía el genio (y los colores) del pintor, además de su carácter, reconcentrado, silencioso.
A veces se paseaba arriba y abajo del salón en el que se hace el periódico, como si estuviera enfadado con el mundo, como un músico al que se le resiste una nota o como el artista al que se le rebelan los colores. Es probable que entonces tuviera atragantada una noticia, y esta era una palabra mayor de su oficio. Pues desde chico se sintió, además de músico y de pintor, un periodista capaz de dibujar, en una línea, en una cruz o en una raya de sangre el drama de su país, de su tiempo o del mundo.
Se instaló en Buenos Aires en 1966, tenía 33 años. Abandonó la redacción del diario El País para cruzar el “charco” y comenzó, en Buenos Aires, a colaborar en varias revistas, como Primera Plana y Crisis, y en el diario La Opinión.
A lo largo de su trayectoria, recibió una gran cantidad de reconocimientos, como el Premio Konex en 1982 y el año pasado, el prestigioso Konex de Brillante. También fue reconocido con el premio María Moors Cabot, otorgado por la Universidad de Columbia en 1988 y fue declarado personalidad emérita de la cultura argentina y Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 1997. Además, recibió el título de doctor honoris causa de la Universidad de la República (Uruguay) y fue declarado ciudadano ilustre de Montevideo, en 2003, entre otros galardones.
Por su “conducta intachable frente al poder” fue ganador del Premio Nuevo Periodismo CEMEX+FNPI en la modalidad Homenaje, entregado por CEMEX y por la Fundación Nuevo Periodismo presidida por Gabriel García Márquez.
Aunque arriesgado, nunca ha sido fácil. “Miro mis dibujos en la dictadura y pienso que es un milagro estar vivo”, dijo en una entrevista, refiriéndose a la caricatura que hizo de Videla cuando estaba prohibido dibujarlo.
Con su lápiz dibujó a los principales políticos argentinos de las últimas décadas. Para la mayoría era un reconocimiento, aunque algunos se enojaban. El caso más emblemático fue el de la ex presidente Cristina Kirchner, con quien protagonizó una polémica pública.
“Yo no creo todo lo que me pasa, pero me sorprende que la exitosa abogada, que asume potestades de crítica de arte y de esposa de Catón el Censor, se dedique a juzgar los trabajos de un humilde periodista“, contestó a través de una columna de opinión.