Joanna Baillie, la dramaturga olvidada que llegó a tener más éxito que Shakespeare
Comparada con Shakespeare por la calidad de sus obras, la dramaturga escocesa Joanna Baillie es aclamada como una de las mejores escritoras de todos los tiempos. Sin embargo, no todo el mundo tiene el placer de conocerla, especialmente si se vive fuera del Reino Unido. A mediados del siglo XVIII a las mujeres no se las conocía precisamente por escribir obras de teatro y verlas representadas sobre el escenario. Sin embargo, Baillie estaba decidida a que sus trabajos atrajeran la atención del público y acumuló numerosos éxitos en los teatros de Londres.
Nacida en Bothwell, Lanarkshire, el 11 de septiembre de 1762, Baillie empezó escribiendo y publicando artículos sin firmar. Unos textos que no tardaron en ser la comidilla de Londres y con los que los lectores trataban de adivinar la identidad de su autor. Cuando la descubrieron, la joven reveló en una carta que era su hermano quien quería que ella publicara un pequeño volumen de poesía. Lo que ella quería en realidad era que sus obras fueran interpretadas por actores en el escenario en lugar de solo leerlas. Un sueño que ya le venía desde niña, cuando organizaba producciones teatrales con sus compañeros de clase y que siguió haciendo en su adolescencia en un internado de Glasgow.
Desde que era una niña, Baillie organizaba producciones teatrales con sus compañeros de clase
Lo consiguió. Un logro que alcanzó, entre otros méritos, con la secuencia teatral Plays on the Passions (Obras sobre las pasiones), un ambicioso proyecto de diez trabajos dedicado a “desvelar la mente humana bajo el dominio de esas pasiones fuertes y fijas” a través de una serie de astutas mujeres. Su primer volumen fue publicado en 1798 bajo anonimato. El público trató de averiguar quién se escondía detrás de la pluma, llegando a pensar que se trataba de un hombre. En 1802 fue publicado un segundo volumen, ya con la autoría de Joanna Baillie, y con un prefacio que también reconocía la autoría del primer volumen.
Pero la escocesa no sólo destacó por sus dotes en el teatro. Sus habilidades literarias y su característica dulzura permitieron que se hiciera un nombre en el ámbito de la poesía, convirtiéndose en una reconocida escritora lírica de versos exquisitos y con un estilo y tono sobre temas rurales, de naturaleza y juventud que dieron lugar al romanticismo inglés. Por ello, se le reconoce ser la precursora de dicho movimiento. Llegó a ser muy admirada, no sólo por sus amigos sino también por sus colegas escritores que la visitaban con su asiduidad en su casa en Hampstead, al norte de Londres. Un hogar que acabó convirtiendo en una sociedad literaria brillante, pues allí mismo se reunía con intelectuales de todo el país, como los importantes escritores británicos y también amigos William Wordsworth y Lady y Lord Byron.
Sus habilidades literarias permitieron que, además de en el mundo teatral, se hiciera un nombre en el ámbito de la poesía
Pese al prestigio que consiguió en la edad adulta con su trabajo, la escocesa no vivió una infancia de lo más acomodada. Y eso que tenía todos los ingredientes para que así fuera: su padre era el reverendo James Baillie, un ministro presbiteriano cuya familia remonta sus raíces al legendario guerrero escocés William Wallace, vencedor del ejército inglés en la batalla de Stirling Bridge en 1297. Por el lado de su madre, Dorothea, destaca su tío y médico William Hunter y el cirujano John Hunter. No obstante, los malos tiempos llegaron tras la repentina muerte de su padre, pues la familia se vio en apuros económicos y tuvo que pedir ayuda a un tío adinerado. Tal vez por eso supo conectar tan bien con los desafortunados y solía donar la mitad de sus ganancias como escritora a la caridad.
Para subsistir, se mudó a Windmill Street en Fitzrovia, Londres, con su madre en 1784. Un cambio que no le vino nada mal, pues fue en ese periodo, cuando obtuvo acceso al círculo literario de la capital inglesa, conoció a la novelista Fanny Burney y encontró el estímulo para escribirle y mostrarle su primer poema: Día de invierno. Las críticas positivas que obtuvo le animaron a iniciar estudios superiores de drama, con los que leyó en profundidad a Racine, Moliere y Voltaire.
Tiempo después, sacó a la luz la obra The Family Legend, que se produjo en Edimburgo gracias al patrocinio de Sir Walter Scott, con quien tuvo una larga amistad. Tras la muerte de su madre en 1806, se mudó a Hampstead, donde viviría el resto de su vida con su hermana Inés y donde moriría con 88 años.