El ‘niño banquero peruano’, creador del único banco ecológico del mundo
Este pequeño, que ha recibido reconocimientos dentro y fuera de su país, tuvo la idea de fundar una institución financiera cuando apenas tenía siete años.
Las horas perdidas en un aeropuerto en Ámsterdam parecieran esfumarse cuando José Adolfo Quisocala Condori, ‘El niño banquero de Perú’, a más de 10.000 kilómetros de su casa, en Arequipa, habla sobre su experiencia como creador del primer y único banco ecológico para niños.
José Adolfo, de 13 años, fundador y gerente general del ‘Banco Cooperativo del Estudiante Bartselana’, donde los residuos sólidos son la “principal moneda”, viajó recientemente a Estocolmo, Suecia, para recibir el ‘Premio Climático Infantil 2018‘, de la empresa eléctrica Telge Energi, cuyo jurado consideró que su cooperativa era una “forma brillante de vincular la economía y el impacto climático”.
Mientras hacía escala en la capital holandesa, en un largo vuelo de regreso a su país, conversó por vía telefónica, con una fluidez asombrosa para su edad, sobre la relación entre la educación financiera, la infancia y el cuidado del medio ambiente.
Ahorrar con residuos
La idea de entrada es innovadora: un banco para niños y jóvenes donde las operaciones financieras se realizan con residuos sólidos para promover el ahorro y el reciclaje.
José Adolfo explica que la institución que fundó hace seis años opera bajo el esquema de cooperativa, donde los ahorristas no son clientes, sino socios. “Son lo primeros de la cadena, los dueños de la empresa. Están en el primer lugar del organigrama”, dice.
En el banco Bartselana, cuyo nombre está compuesto por las iniciales de los primeros ahorristas, los materiales que generalmente van a la basura son el insumo que los niños ‘depositan’ para obtener dinero y créditos, que ellos mismos pueden movilizar. Con cinco kilos de papel, por ejemplo, se abre una cuenta de ahorros.
¿Cómo surge el banco?
Cuando José Adolfo tenía siete años tuvo una idea que hasta ahora no ha tenido ningún adulto: crear un banco ecológico.
En ese tiempo asistía a una escuela pública donde encontró realidades distintas. “Había compañeros a los que sus padres no les enviaban merienda ni dinero. Se quedaban sin comer, se dormían en clases”, recuerda.
Otros chicos, explica el ’embajador del Movimiento Mundial Global Money Week’, no tenían los útiles escolares y debían pedirlos prestados: “Eso los retrasaba o los distraía. Su rendimiento escolar no era tan bueno“.
“Por ellos se creó el banco. Si no me hubiera dado cuenta de esos problemas, no habría nacido”, afirma este miembro del Comité de Finanzas Internacionales Infantiles y Juveniles (CYFI, por sus siglas en inglés) para las Naciones Unidas.
Finanzas para niños
Crear un banco supone familiaridad con el tema. Sin embargo, el caso de José Adolfo no fue así: “Fueron los ganas de querer hacerlo lo que me motivó“. Sus padres, explica, no son economistas ni trabajan en esa rama.
Recuerda que siempre quiso tener una tarjeta de débito para pagar sus consumos en establecimientos, como lo hacen los adultos. Antes de la creación de su cooperativa visitó varias entidades bancarias y “no había cuenta para niños” o se podía depositar pero no retirar, porque les correspondía a los padres hacerlo.
Cuando nació la idea del banco no estaba relacionado con el reciclaje. “Los ingresos de los niños eran muy pocos”. Después de mucho leer y de la conciencia ambiental, inculcada por su abuela, José Adolfo pensó que necesitaba que sus socios aumentaran sus ahorros, que en un inicio eran muy pocos, y comprendió que la basura podía convertirse en dinero. “Así comencé a trabajar con los residuos sólidos”.
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Posted by Banco del Estudiante on Thursday, August 2, 2018
La bodeguita
A los ocho años surgió otra inquietud: a través del banco no se podían cubrir todas las necesidades. Los niños también requerían de acceso a alimentos y útiles escolares. Entonces, ¿cuál fue la solución? ‘La bodeguita’.
En este establecimiento comercial, el niño pide un microcrédito en alimentos de primera necesidad, material escolar o pequeños electrodomésticos y puede pagarlo en cuotas semanales o mensuales, o en el tiempo que decida, con sus residuos sólidos. “Con esa manera buscamos que el niño no deje de alimentarse o de estudiar por falta de dinero o trabajo de sus padres”.
Los socios firman un pequeño contrato donde se comprometen a respetar el cronograma de pagos “y de esa manera también aprenden los valores de responsabilidad“, afirma José Adolfo.
‘La bodeguita’ también permite que cuando los familiares del asociado realizan una compra, el excedente de la ganancia que les dan los proveedores al banco, se lo depositan al pequeño ahorrista a su cuenta. “De esa manera, toda la familia puede ayudar al ahorro del menor”, agrega.
Un niño banquero
El emprendimiento de José Adolfo cuenta con 3.000 socios. Su idea, que surgió hace seis años, ya ha obtenido 11 reconocimientos en Perú y 10 premios internacionales entre los que se encuentran:
- Premio Inclusión Financiera para Jóvenes y el Premio Internacional Escuela Emprendedora’, otorgados en el Reino Unido.
- Premio Internacional Finanzas para Jóvenes, recibido en EE.UU.
- Premio Internacional de Educación e Inclusión Financiera para Niños y Jóvenes’, concedido en Turquía.
Además de la actividad bancaria, José Adolfo, junto a su equipo de 10 personas contratadas, voluntarios y asesores, imparte formación financiera y gestión ambiental para niños, a través de actividades lúdicas y juegos.
Su día a día, a diferencia de sus pequeños socios, se va entre reuniones y ocupaciones inherentes a la institución que dirige. Cuenta que no tiene mucho tiempo para él y que se le hace complicado hasta comerse un helado. Actualmente estudia segundo años de secundaria en línea. “Hay temporadas donde baja el ritmo y puedo estar más relajado, puedo tener tiempo”, dice.
Desde el aeropuerto, a miles de kilómetros del distrito José de Luis Bustamante Rivero, donde vive en Arequipa, dice sin agobio que, al llegar a su país, tendrá muchas entrevistas y actividades pendientes, a las que ya se ha acostumbrado. Cuando se unen el reciclaje y el ahorro, el helado puede esperar.