Rosa Luxemburgo. La brutal ejecución de “la Rosa Roja” hace 100 años
“Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror de ustedes: ¡Yo fui, yo soy y yo seré!“.
Nadie escoge el lugar de nacimiento, pero de una manera u otra, más o menos profundamente, marca nuestra vida.
En el caso de Rosa Luxemburgo, la mujer a quien el líder soviético Vladimir Lenin llamaría el “Águila de la Revolución”, ese accidente de nacimiento fue crucial para ayudar a formar la pensadora y revolucionaria en la que se convertiría.
Rosa nació en un pequeño pueblo llamado Zamość, cerca de Lublin, en 1871, cuando Polonia era parte del Imperio Ruso.
“No era nacionalista, ni creía en la autodeterminación de los polacos, pues quería que los trabajadores del mundo se unieran obviando las fronteras”, le dijo a la BBC Jacqueline Rose, codirectora del Instituto Birkbeck para las Humanidades de la Universidad de Londres
“Sin embargo, el hecho de que nació en un país que estaba bajo el dominio de otro le hizo entender la necesidad y el potencial de la revolución y la resistencia a injusticias históricas“
La familia de Rosa era judía, liberal, educada, y su padre había estudiado en Alemania.
“Cuando regresó a Polonia trajo consigo ideas contemporáneas, el interés en asuntos internacionales y el gusto por la literatura occidental”, cuenta Lea Haro, editora de la traducción de todas las obras de Rosa Luxemburgo al inglés.
“Su madre también era una ávida lectora de libros en alemán y polaco, y le gustaba particularmente Friedrich Schiller. Era una familia muy cosmopolita”.
Vena revolucionaria
Debido a sus experiencias, Rosa se politizó desde sus primeros años.
No había podido ir al mejor colegio, pues estaba reservado para los rusos y ella era polaca.
El antisemitismo era endémico en la vida cotidiana, y lo sintió a diario como niña de colegio en la actitud de sus compañeros de clase.
Y en 1881 ese sentimiento antijudío desencadenó una ola de pogromos terroríficos.
Para cuando la familia se mudó a Varsovia, Rosa tenía 15 años y ya estaba involucrada en actividades clandestinas.
Su vena revolucionaria la llevó a unirse al Partido del Proletariado, el primer partido socialista polaco.
Cuando los activistas intentaron organizar una huelga general, algunos de los líderes fueron capturados y ejecutados.
Con solo 18 años, Rosa tuvo que huir a Suiza, donde conoció a su compañero revolucionario socialista, Leo Jogiches.
Más que camarada
Jogiches, también conocido por su nombre de guerra Tyscha o Tyscho, se convirtió en uno de los grandes amores e influencias de su vida.
En esta carta, ella está esperando a que se encuentre con ella, a orillas del lago Ginebra:
“Dyodyo, mi dorado, acabo de recibir tu carta y la tarjeta. ¡Dos días más de espera!
“Hoy ha estado gris desde por la mañana, por primera vez, pero ni una gota de lluvia. El lago brilla con una superficie lisa del color del acero. Me gusta tanto el clima tranquilo y melancólico como éste; lo único malo es que me invita a soñar, no a trabajar.
“¡Oh, Dyodyo, apúrate!“.
Rosa Luxemburgo le escribió casi un millar de cartas a Leo Jogiches entre 1893 y 1914.
En ellas, “a menudo él es descrito como una figura que le ayudó a formar su ideología política e intelectual”, señala Jacqueline Rose, quien escribió sobre Rosa Luxemburgo en su libro “Women in Dark Times“.
“Eventualmente ella lo superó y se convirtió en una oradora y pensadora por derecho propio”.
A medida que la fama de Luxemburgo como teórica marxista crecía, Jogiches se iba amargando cada vez más. En 1907 se separaron
Cita con la revolución, en el lugar equivocado
En 1898, Rosa Luxemburg se mudó a Berlín, que sería su hogar por el resto de su vida. Se casó con el hijo de una amiga con el que nunca vivió para obtener la ciudadanía pues, como muchos de sus contemporáneos, estaba convencida de que en Alemania comenzaría la revolución.
Ese primer año le escribió a Jogiches, quien todavía está en Suiza:
“No tienes idea del efecto que han tenido mis intentos de hablar en reuniones públicas. ¡Yo no creía que podía hacerlo! Pero aproveché una oportunidad y ahora estoy segura que en cuestión de 6 meses seré una de las mejores oradoras del partido.
“La voz, el lenguaje… todo brota con precisión. Y más importante, me paré en la tribuna con tanta calma que parecía que lo hubiera estado haciendo durante 20 años“.
Tenía razón. Era “brillante hablando en público. Además, como escritora, era emotiva, aguda, a menudo sarcástica -‘monstruosamente falta de tacto’, fue como la describió un biógrafo-. Realmente irresistible… muy poderosa”, resalta Rose.
Rosa se abrió camino rápidamente en las filas del Partido Socialdemócrata alemán.
Y en 1905, la revolución se extendió, pero no en Alemania, sino en el Imperio ruso.
Con sus propios ojos
“Su respeto por lo que estaba pasando en Rusia y su crítica a lo que ocurría con la socialdemocracia alemana, el partido la empezó a detestar
“Entre más la odiaban sus copartidarios, más popular se volvía en las calles, más famosa, más bienvenida era en mítines del proletariado. Ella representaba la capacidad del espíritu revolucionario de exceder los sistemas organizacionales fijos que querían mantenerlo en un solo lugar”.
En 1905 viajó a Varsovia y vio las teorías revolucionarias puestas en práctica.
En 1906, le escribió entusiasmada desde Varsovia al gran teórico marxista Karl Kautsky y su esposa Lulu sobre el efecto que habían tenido los levantamientos rusos.
“El sentimiento de solidaridad, hasta hermandad, de los trabajadores rusos está tan desarrollado que uno se queda asombrado.
“En todas las fábricas, por su iniciativa, los trabajadores han establecido comités que toman todas las decisiones sobre las condiciones de trabajo, sobre a quién contratar y a quién despedir, de manera que el empleador literalmente ha dejado de ser el dueño de su propia casa“.
Dudas y dolor
En su obra “La huelga de masas, el partido político y los sindicatos” -que terminó después de regresar de Varsovia- Rosa Luxemburgo argumentó que una huelga general podría usarse para provocar una revolución social.
Pero estaba empezando a dudar de que los socialdemócratas alemanes estarían a la cabeza de tal revolución.
“Le tomó mucho tiempo reconocer las verdaderas aspiraciones del partido en el que militaba. Celebró que en agosto de 1914 los socialdemócratas alemanes ganaran más escaños en el Parlamento que nunca, a pesar de que siempre le inquietó ese deseo que tenían de ser parte del sistema político”, señala la experta Rose.
“Pero cuando el partido votó a favor del presupuesto para municiones de guerra ese mismo mes, quedó absolutamente devastada.
“Su amiga cercana, la política comunista Clara Zedkin, dice en una de sus cartas que ambas contemplaron la posibilidad de suicidarse”.
Grandiosidad y tragedia
En vez de quitarse la vida, las dos amigas se dedicaron a hacer campaña contra lo que denunciaron como una guerra imperialista.
En 1916, ellas, junto con el marxista y antimilitarista Karl Liebknech fundaron el movimiento Liga de los Espartaquistas (1918), que más tarde se transformó en el Partido Comunista Alemán (KPD).
Y durante esos años Rosa Luxemburgo, ya conocida como “Rosa Roja”, fue encarcelada una y otra vez por encabezar protestas contra la Primera Guerra Mundial.
Fue en la cárcel donde escuchó noticias de las revoluciones rusas de 1917 y le escribió a su amiga Clara.
“Estoy convencida de que en los próximos años será inevitable un gran conmoción en toda Europa, especialmente si la guerra dura mucho mas.
“Los eventos en Rusia son de una grandiosidad y tragedia asombrosa. Lenin y su gente por supuesto no podrán controlar el caos, pero su intento por sí solo es un hecho de importancia histórica global y un hito genuino“.
Poco después tendría con ese mismo Lenin una de sus más notables disputas.
La verdadera libertad
Después de la Revolución Rusa de octubre de 1917, Luxemburgo reprendió a los bolcheviques por su disolución de la Asamblea Constituyente electa y su supresión de los partidos rivales.
“La libertad sólo para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros de un partido, por muy numerosos que sean, no es libertad en absoluto.
“La libertad es siempre y exclusivamente libertad para aquel que piensa de manera diferente“.
El líder de Rusia Soviética y luego de la Unión Soviética no fue el único al que le dejó saber cuánto había defraudado a quienes compartieron ideales.
Por ello, hasta el final de su vida, Rosa Luxemburgo fue amada y odiada, en igual medida.
Ese final
Del 5 al 12 de enero de 1919, Berlín fue el escenario de una huelga general, con la que los manifestantes soñaban repetir la experiencia rusa tomando el gobierno de las manos de los pocos para dársela a los muchos.
Se le conoce como el Levantamiento Espartaquista, aunque en realidad la Liga Espartaquista no la convocó ni la dirigió, aunque sí que cooperó.
De hecho, Rosa Luxemburgo señaló que la situación alemana de 1919 no era igual a la de Rusia en 1917, y que no contaban con lo necesario para derrocar al gobierno.
Sin embargo, aunque anticipó que se venía una catástrofe, se sintió obligada a participar.
El presidente socialdemócrata Friedrich Ebert respondió ordenándole a los freikorps -para entonces una banda de protonazis- que aplastaran la rebelión.
Y así lo hicieron.
“¡Yo fui, yo soy y yo seré!”
Una vez cumplida esa misión, el 15 de enero de 1919, detuvieron a Rosa Luxemburgo y a Karl Liebknecht.
Los golpearon, torturaron y humillaron.
A ella, uno de los paramilitares le rompió el cráneo con la culata de su rifle.
Con la sangre brotando de su herida, la metieron a un auto, donde fue abatida a tiros y arrojada al canal Landwehr de Berlín.
Semanas más tarde, mientras investigaba la muerte de Rosa Luxemburgo, la mujer a la que había amado, Leo Jogiches fue asesinado en Berlín.
Cuatro meses y medio después, su cuerpo fue encontrado y reconocido gracias a sus guantes y lo que quedaba de su vestido, aunque desde entonces y todavía no es seguro que fueran sus restos.
Las últimas palabras que escribió conocidas fueron:
“Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror de ustedes: ¡Yo fui, yo soy y yo seré!“.
“Con su asesinato -observó Isaac Deutscher, biógrafo de Trotsky- “la Alemania de (la casa dinástica de los) Hohenzollern celebró su último triunfo y la Alemania nazi, el primero”.