FRANCIA. Cine. “Un peuple et son roi”: cuando el pueblo confió en la política y cambió el mundo

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La Revolución Francesa está mil veces contada, pero siempre hay algún elemento por descubrir o punto de vista por subrayar. El director y guionista francés Pierre Schoeller eligió como perspectiva la del encuentro del pueblo rebelde con el de un flamante parlamento, la Asamblea Nacional, que oscila entre la complacencia con el rey Luis XVI y la determinación de vengar los abusos de la monarquía y la aristocracia con la pena capital, como finalmente decide la institución bajo impulso de las bases.

Pierre Schoeller narra la Revolución Francesa desde el punto de vista de las bases en su encuentro con la Asamblea Nacional

Pierre Schoeller reivindica el poder del pueblo francés en su última película

Se trata de Un pueblo y su rey , película donde lo esencial es –indica el realizador- el relato de un momento histórico en el que la gente confió en la política y consiguió cambiar el mundo. La acción pública a través de sus representantes dio grandes frutos, dice, porque ofrecía “esperanza” y posibilidades de “inventiva”: algo que ahora sólo podría ocurrir en asuntos donde aún queda margen para ser innovador, caso de las políticas de defensa del medio ambiente, opina Schoeller.

La política dio grandes frutos porque ofrecía esperanza y posibilidades de inventiva, opina el director

La acción del largometraje transcurre en los años centrales de la Revolución, es decir, entre la toma de la Bastilla el 14 de julio de 1789 y la ejecución del monarca en la guillotina, el 21 de enero de 1793. Entre medias, las revueltas callejeras, la huida del rey y, sobre todo, los encuentros y desencuentros del pueblo con los parlamentarios de la Asamblea Nacional.

Hacer una película de esta revolución planteaba obviamente unos cuantos retos. El director remarca tres dificultades principales: la amplitud del tema, que obligaba a elegir un foco muy concreto; el hecho de que se trate de una película histórica, con las exigencias económicas y de rigor que eso implica, y el elevado número de personas y personalidades cuya presencia había que reflejar.

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Schoeller trató de mantener una cierta neutralidad respecto a unos hechos que siguen presentes en el imaginario colectivo de la nación francesa, y de algún modo en la de todo el mundo. Por eso la película tiene un aire de crónica en la que se da cabida a las principales y a menudo discrepantes posiciones políticas, tanto en la tribuna de la Asamblea Nacional como en la calle.

Mi imagen de la Revolución Francesa es la de una estrella que murió pero de la que aún nos llega luz: ”PIERRE SCHOELLER Director

“Mi imagen de la Revolución Francesa es la de una estrella que murió pero de la que aún no llega luz”, señala el cineasta en su conversación con La Vanguardia al presentar el largometraje en Madrid. “Quería que la película fuera un recordatorio de aquello que nuestros antepasados hicieron con tanta valentía” y llevados por “el entusiasmo” ante la posibilidad de determinar su propio destino.

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A lo largo de la cinta -muy coral en cuanto a sus protagonistas- los parlamentarios van exponiendo sus propuestas ante los delegados de los distintos distritos de París y de otros departamentos de Francia, entre ellos no pocas mujeres. Destacan los discursos de Marat Robespierre, textos que en los fragmentos elegidos son prácticamente iguales a cómo ellos los leyeron. “A pesar dl tiempo transcurrido, lo que dicen nos resulta muy cercano”, señala Schoeller. En definitiva, añade, aquellos dirigentes y revolucionarios “nos estaban hablando a nosotros”. Pues también pensaban en las futuras generaciones.

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