Cannes 2019. Cineasta colombiano asesinado conmovió al Festival francés

Mauricio Lezama llegó a la alfombra roja de Cannes de una forma horrible, conmovedora, indignante. Llegó sin cuerpo. Solo estuvo ahí su nombre impreso en una pancarta acompañado por la frase: “Cineasta asesinado en Colombia”. Llegó su foto en la que se le ve sosteniendo una cámara en una lancha en medio de un río, acompañada por: “Exigimos justicia. No al exterminio”; “162 líderes asesinados en menos de un año”, “Paz”. 

Mauricio no debió estar ahí de esa forma, debió estar vivo.

Protesta de cineastas y actores colombianos en Cannes, contra la muerte de Mauricio Lezama.

Sin embargo, era necesario que su nombre estuviera allá. “Quisimos poner el grito en el cielo de esta tragedia”, dice Vladimir Durán, actor de la cinta colombiana ‘Litigante’ y quien junto con el equipo de la película y el director de cine Ciro Guerra creyeron que este gesto de protesta era la mejor forma de reclamar justicia por el asesinato de su colega y de los líderes sociales ante el mundo entero

Los cineastas no tuvieron mucho tiempo: conversaron poco antes del Festival, hicieron unas pancartas improvisadas con los mensajes y las fotos. Fue la mejor forma que los cineastas encontraron para expresar su indignación e impotencia. “Hay que parar esto, no puede ser que las mafias estén matando de esta manera. Queríamos utilizar esa caja de resonancia que es la alfombra roja para poner el foco en lugares muy apartados de Colombia que es donde más se está asesinando impunemente”,dice, desde Francia, Durán. Agrega: “Esperaría que este tipo de acciones lleve a que el poder político y el gobierno tome medidas para que esto se detenga, se detengan estos asesinatos tan impunes y tan constantes y tan sistemáticos”.

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Justo ocho días antes de este gesto, medios de todo el mundo registraron que Lezama había sido asesinado. El jueves 9 de mayo, cerca de las 3:15 de la tarde, en La Esmeralda, un caluroso caserío de pocas calles a minutos de Arauquita –departamento de Arauca–, hombres armados llegaron en motocicleta al lugar donde él estaba junto con Pedro*, un joven fotógrafo que le estaba ayudando con el ‘casting’, y dispararon contra ambos. Hirieron al segundo en un brazo y al primero le quitaron la vida. 


“Empecé a correr, sentí el golpe en el brazo. No sé cómo logré salir con vida de ahí”, dice el joven fotógrafo que ya se recupera de la herida en su casa. Pedro, aunque lo conoció hacía poco tiempo, apenas una semana, le pareció que Mauricio era un hombre muy activo, con mucho sentimiento y sentido de pertenencia por el cine.

Por donde iba veía un lugar para grabar una escena. Siempre estaba pensando en el cine, la vida era como una producción de una película”, dice el hombre, el último en verlo con vida. “Me imaginé que lo habían matado, pero me lo confirmaron cuando ya estaba en el hospital”.


Aún no se sabe quién lo asesinó ni por qué. Lo que se conoce es cómo vivió Mauricio.

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Lezama estaba ahí por su pasión, el cine. Por nada más. Era productor de ‘Las luciérnagas vuelan en mayo’, un cortometraje ganador del premio del Fondo Cinematográfico Relatos Regionales.


La historia de su relación con este proyecto, que le generó tantas alegrías, comenzó en abril de 2018, cuando el autor del guion y director del corto, Esteban*, lo contactó para que trabajaran juntos en esta producción, que retrata la historia de una líder que sobrevivió al exterminio de la Unión Patriótica.

Mauricio Lezama



“Un homenaje a los líderes sociales en Colombia”, manifiesta Esteban, quien tiene miedo de volver a Arauca a continuar con el proyecto, pero asegura con firmeza que es necesario terminarlo, y que lo hará. “Será un homenaje también a Mauro”. 

El también cineasta define a Lezama como una persona fuera de lo común, con una filosofía de disfrutar cada momento. “Era un ser limpio que creía en la vida, en las energías positivas. Cuidaba mucho su alimentación, practicaba yoga, era muy respetuoso y muy centrado en su trabajo”, asegura.

Su madrastra, Martha, recuerda el día que Lezama llegó a la casa de su padre gritando de la alegría: “¡Papito, papito, nos ganamos el premio! La sacamos del estadio”. A lo que su padre, un hombre ya muy mayor que para pasar la tristeza de la muerte de su hijo se sienta con sus amigos a jugar ajedrez, lo felicitó efusivamente pero, como siempre, le dijo: “Mijo, pero por qué no además trabaja en otra cosa. Eso del arte es muy difícil”. 

Su hijo lo abrazó, y le respondió lo que toda su vida le había respondido: “Sí, claro, papito, claro”.

Lezama llegó a Arauca a los 16 años y fue un ir y venir de la región, a veces volvía a su tierra natal, el Valle del Cauca, y otras se quedaba con su padre mirando los hermosos paisajes llaneros. Se decidió por estudiar artes plásticas, y como cuenta Martha, “es que era talentoso para eso. Él pintaba, trabajaba con plastilina, llevaba títeres a los colegios,trabajaba con las comunidades desde el arte, eso era lo que le gustaba”.

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El joven cineasta demostró su pasión con el esfuerzo que hacía por sacar adelante todos sus proyectos. “A veces era más difícil, pues en las regiones el tema de las artes está muy olvidado”, dice Martha. Pero él siempre estuvo empeñado, y se movía por todo lado. “A donde le dijeran, él iba. Si tenía que ir río arriba, arrancaba, si era río abajo, también. Aunque no entendemos por qué se nos lo llevaron, sabemos que él disfrutó la vida. El gozaba del paisaje, de la creatividad, del arte… el tiempo que vivió fue feliz”.

Julián David Correa, director de la Dirección de Cinematografía de Colombia, conoció a Mauricio porque él era consejero de cine de Arauca y porque fue él quien creó el Primer Festival de Cine de Frontera, un proyecto cultural que lideró en el puente internacional José Antonio Páez y al que asistieron más de 400 personas. “Es el perfil de personas que son imprescindibles para cambiar este mundo. Hay dos clases de personas, las que se quedan en su casa quejándose, y las que salen a cambiar la realidad, él era de esta última clase”.

Correa lo describe como un hombre particularmente pálido para “ese sol tan berraco de los Llanos Orientales”. 

“Así como un hombre muy contemporáneo que se entendía de tú a tú con todo el mundo, estaba lleno de propuestas y de ideas”, concluye con tristeza.

La última vez que Esteban vio a Mauricio fue justo en La Esmeralda, y la última vez que habló con él fuepor teléfono cinco minutos antes de que lo mataran. “Estábamos discutiendo sobre un tema laboral, lo llamé y le dije que no peleáramos más. ‘Sí, estoy sentado con un amigo, y estoy cuadrando lo del casting’, me dijo, fue una conversación tranquila, ‘fresco, en la buena, en la buena que vamos realizar los sueños que queremos…’ Al rato me llamaron a decirme que lo habían asesinado. Casi escucho los disparos”.

Lezama deja dos hijos, una de 19 y otro de 7 años, deja un festival, deja un cortometraje, deja tristeza. Su hija mayor publicó: “Mi soñador. No tengo palabras que valgan para que vuelvas, te amo con todo mi corazón. Las luciérnagas vuelan en mayo, y en mayo te fuiste. ¡Mauricio Lezama!”.

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