Hace 2.500 ya se consumía marihuana, en China.
Hace 2.500 años, algunos habitantes de las montañas de Asia central ya fumaban marihuana. Probablemente quemaban el cannabis en un cuenco y aspiraban el humo durante rituales funerarios, en un intento de comunicarse con los muertos o con sus dioses.
Es lo que sugiere una investigación internacional liderada desde la Academia China de las Ciencias, que ha hallado la prueba sólida más antigua del consumo de cannabis por sus propiedades psicoactivas, en la cordillera del Pamir, en la frontera entre China y Tayikistán. Los resultados se publican hoy en la revista Science Advances .
El cultivo de la planta de la que se obtiene la marihuana, llamada Cannabis sativa, se remonta hace más de 5.500 años. Inicialmente la domesticaron poblaciones del este de Asia. La empezaron a cultivar por sus semillas, ricas en aceite y consumidas como alimento, y más tarde para obtener las resistentes fibras que se pueden extraer de sus troncos. Las variedades más fibrosas, conocidas como cáñamo, se siguen utilizando a día de hoy para producir tejidos y cuerdas.
La planta ‘Cannabis sativa’ se cultiva desde hace al menos 5.500 años por sus semillas, ricas en aceite, y para obtener fibras de cáñamo, pero no estaba claro cuándo se empezó a utilizar por sus propiedades psicoactivas
El primer cannabis domesticado carecía de propiedades psicoactivas, porque tenía muy poca cantidad de tetrahidrocannabinol (THC), el principal compuesto psicoactivo de la marihuana. Sin embargo, en algún momento la humanidad descubrió otras variedades de la planta que sí las tenían, aunque por ahora es un misterio cuándo y cómo ocurrió.
El historiador griego Heródoto narró en sus crónicas, en el siglo V antes de Cristo, que algunos habitantes del este de Asia tenían por costumbre sentarse en tiendas pequeñas y quemar cáñamo en cuencos con piedras calientes para luego inhalar el humo con fines rituales o recreativos. Se han hallado algunas pruebas arqueológicas que parecían apoyar este relato, como bolsas y vasijas con restos de la planta, pero la validez de muchas de ellas se ha puesto en duda, y ninguna permite demostrar que realmente aquellos pobladores de Asia fumaban cannabis, sólo que lo recogían, tal vez para usarlo como medicina o alimento.
En 2013, arqueólogos de la Academia China de las Ciencias comenzaron a excavar en un conjunto de tumbas en el cementerio de Jirzankal, situado a 3.000 metros de altitud en la cordillera del Pamir. Se trata de fosas cubiertas por montículos de tierra y rodeadas de círculos de piedras, que datan de 500 años antes de Cristo. En cada una de las tumbas, hallaron restos de una persona enterrada con objetos como platos, harpas y cuencos de madera.
Algunos de los cuencos contenían piedras con hollín, como si algo se hubiera quemado en su interior, como relataba Heródoto. Con la colaboración de investigadores del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, en Jena (Alemania), los arqueólogos extrajeron materia orgánica de los cuencos y las piedras y la analizaron mediante una técnica llamada cromatografía de gases y espectrometría de masas, que permite detectar la huella química de una sustancia. En concreto, buscaron huellas del cannabis. Y la pieza del puzle encajó con los textos de Heródoto: en aquellos cuencos enterrados durante 2.500 años había marcadores de una variedad de cannabis rico en THC. Probablemente, las personas que cavaron esas tumbas fumaron marihuana por sus propiedades psicoactivas durante el ritual del entierro.
Las variedades de cannabis ricas en THC terminaron extendiéndose por Asia a través de la Ruta de la Seda
Por ahora no se puede saber si los habitantes de la región cultivaban una variedad especial de cannabis rica en THC o si simplemente recogían plantas salvajes que lo tenían de forma natural. “Los humanos siempre hemos buscado plantas con metabolitos secundarios que tienen un efecto en el cuerpo humano. Los humanos premodernos tenían una comprensión íntima de las plantas que los rodeaban, así que los resultados de este estudio no deberían ser sorprendentes para nadie”, ha declarado en teleconferencia de prensa Robert Spengler, coautor del trabajo e investigador del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana.
Algunos de los huesos de las personas enterradas en las tumbas de Jirzankal muestran signos de violencia, lo que, sumado a la presencia de las harpas y los cuencos con restos de cannabis, hace sospechar a los investigadores que tal vez fueron víctimas de sacrificios rituales. “Podemos empezar a construir una imagen de ritos funerarios que incluían llamas, música rítmica y humo alucinógeno, todo dirigido a guiar a las personas a un estado de la mente alterado”, escriben los autores en Science Advances.
Las variedades de cannabis ricas en THC terminaron extendiéndose por Asia a través de la Ruta de la Seda. El cruce entre plantas de distintas regiones pudo potenciar las propiedades psicoactivas de la marihuana actual.