URUGUAY. La Noche de las Librerías deja insomne a Montevideo
Llegan a Uruguay los mejores días de la primavera austral: largos, soleados y algo ventosos. Al atardecer, empieza uno de los momentos más esperados para los amantes de la lectura, la Noche de las Librerías, con su variopinta y a veces extravagante lista de eventos asociados: conciertos, slams de poesía, degustaciones culinarias, talleres, biblioheladeras para repartir en las cárceles, venta de plantas y hasta sesiones de tatuaje.
Promovido por el Centro Cultural de España, el evento se convierte en un clásico de la capital uruguaya en tan solo tres años
El evento está tan instalado y tiene tanto éxito que muchos piensan que siempre estuvo ahí, entre las cosas que suceden un viernes de noviembre. En realidad, fue hace tan solo tres años que el Centro Cultural de España y uno de sus coordinadores, Xurxo Ponce, lanzaron la idea que ya se había materializado en ciudades como Buenos Aires o Madrid.
El primer año pensaban hacer un plan piloto, con un número reducido de participantes, pero cuando quisieron darse cuenta eran ya 22 las librerías adheridas y miles las personas que deambulaban, nocturnas, aprovechando las oportunidades y descuentos. En 2018 se llegó a 40 participantes y en 2019 superan los 60, tanto en Montevideo como en los departamentos del interior de Uruguay.
“Montevideo tiene una cantidad excepcional de librerías y lo más destacado es que la mayoría son emprendimientos individuales. Así, el librero es un auténtico mediador cultural, que a veces sobrevive en un contexto económico difícil porque, sencillamente, ama su trabajo. Además, Montevideo es una ciudad literaria, donde transcurren las obras de grandes autores, basta con leer a [Mario] Benedetti para darse cuenta”, explica Xurxo Ponce.
Se calcula que hay entre 100 y 120 librerías en todo Uruguay, lo que sitúa al país —de 3,4 millones de habitantes— en uno de los que tiene más librerías por persona en el mundo, junto con Argentina. Pero al mismo tiempo, las editoriales nacionales no superan las 15, con lo cual el consumo es mayoritariamente importado.
La Noche de las Librerías representa un momento de buenas ventas: la gente sale a comprar, pudiendo disfrutar de los locales y su oferta fuera del horario laboral. En Uruguay los libros son caros, pero Xurxo Ponce considera que, a pesar de este obstáculo, la sociedad uruguaya es “muy leída y demandante de libros”.
Alejandro Lagazeta es uno de los mejores conocedores del sector: es director de la fabulosa librería Escaramuza, de la pequeña y selecta La Lupa, ha fundado la editorial Criatura y además tiene una distribuidora. Para él, lo importante de la noche es que logra romper la brecha con aquellos que no tienen el hábito de entrar en una librería. Lagazeta considera que el hábito de leer y el de visitar las librerías son indisociables. “La Noche de las Librerías es una de las mejores tradiciones que tiene el país. Es una auténtica fiesta ciudadana, coordinada por el Centro Cultural de España, pero también autogestionada por cada profesional”, explica.
Este año, ocho librerías situadas en departamentos del interior del país se sumaron a la iniciativa. En estas zonas, donde suele haber un solo punto de venta en cada capital, la noche se convierte en una fiesta: se corta la calle y se asocian con los bares del barrio o a los centros de vecinos. Para Lagazeta, hay un verdadero potencial de crecimiento en estas zonas: “De los 19 departamentos que tiene Uruguay, solo 11 tienen librerías, a veces compartidas con una papelería”, explica.
Montevideo tiene un encanto añadido para los amantes de la lectura, ya que muchas librerías están albergadas en su excepcional patrimonio. En la Ciudad Vieja, por ejemplo, abundan lugares mágicos como la librería Puro Verso, construida en una antigua (y lujosa) tienda de oftalmología, o la famosa Linardi y Risso, con su colección de libros antiguos. Durante la noche se mezclan los públicos, se abren las puertas y fluye el placer de descubrir nuevos títulos.
LINARDI Y RISSO, DOS JOYAS EN EL RÍO DE LA PLATA
M.M.
La Noche de las Librerías montevideana coincide este año con el 75 aniversario de la creación de Linardi y Risso, la fascinante librería de antiguos situada en el casco histórico de Montevideo. Sus actuales propietarios, Alvaro Risso y Andrés Linardi, son la segunda generación dedicada a los libros raros, de colección o de estudio.
El libro de visitantes del local incluye varios premios Nobel, como pablo Neruda, Mario Vargas Llosa o John Maxwell. Una lista impresionante de escritores son asiduos del lugar, lo que incluye a la generación completa del 45 uruguayo y a autores españoles como Arturo Pérez Reverte.
“La Noche de las Librerías es una oportunidad única de atraer gente nueva, un público diferente. La mayoría de nuestros clientes tienen cierta edad y observamos con preocupación que no haya coleccionistas ni investigadores jóvenes”, explica Andrés Linardi.
La competencia de internet, las modas y los cambios de hábito afectan al negocio: “Hay mucha competencia a la hora de vender una primera edición, por ejemplo. Además, actualmente los clientes piden ante todo literatura, cuando hace unos años predominaba la búsqueda de libros de viajeros por América Latina, algo que casi ha desaparecido”, añade.
Andrés Linardi tiene una de las mejores profesiones del mundo: se encarga de las compras de su librería, o dicho de manera más romántica, es cazador de bibliotecas. Uruguay, y especialmente Montevideo, ha sido y sigue siendo un fabuloso filón de libros valiosos o raros. Durante la época de la colonia, muchos inmigrantes viajaron con sus libros más preciados; mucho después, en la primera mitad del Siglo XX, una población enriquecida y pujante se dedicó a comprar los mejores libros de Europa y el mundo.
“Tengo los cuadernos de notas de mi padre cuando visitaba bibliotecas de coleccionistas, en esas listas aparecían algunos incunables, esos libros que estaban entre Gutenberg y finales del 1.500. Pero ese filón se agotó porque yo, en mi extensa carrera, nunca me encontré con ninguno. Sin embargo, en Uruguay todavía hay maravillas. Después de tantos años, cuando entro en una biblioteca, puedo captar inmediatamente el perfil sicológico del coleccionista y, por lo que no figura en las estanterías, saber lo que se sustrajo”, explica Andres Linardi.