HACE 90 AÑOS. Gandhi contra el Imperio Británico
La Marcha de la Sal, (salt satiagraha), iniciada el 12 de marzo de 1930, se prolonga hasta el l 6 de abril. Gandhi protagoniza una importante protesta no violenta, que servirá de inspiración a movimientos como el del estadounidense Martin Luther King. Fue uno de los actos más poderosos de su campaña en pro de la desobediencia civil, dirigida a acabar con el colonialismo por medios pacíficos. Después de 300 kilómetros a pie hasta la población de Dandi, en la costa occidental india, la marcha culmina con el Mahatma tomando un puñado junto al mar y declarando que “con este sencillo acto,sacudo los cimientos del imperio británico”.
Mahatma Gandhi inicia la marcha de la sal, que se prolongará hasta el 6 de abril, para extraer la sal del agua del mar de Omán con el fin de romper el monopolio británico en la India
El asesinato de Gandhi: abatido por la violencia:
Mohahandas Karanchaans Gandhi, independentista conocido como Mahatma Gandhi, líder espiritual y político de la India, es asesinado por uno de los suyos. El magnicidio es el paradójico epílogo a una vida dedicada al ahimsa —la no violencia.
Aquel ’faquir medio desnudo’, como le llamó el primer ministro Winston Churchill, era en realidad una ‘Gran Alma’, apelativo con el que le bautizara su paisano, el eminente poeta Rabindranath Tagore.
Todo empezó cuando, siguiendo la tradición, siendo un niño de solo 13 años fue casado con una niña de su misma edad de la que, contra todo pronóstico, acabó perdidamente enamorado. Tanto lo estaba que una noche, estando su padre moribundo, Gandhi, movido por la pasión, le abandonó en su lecho de muerte para hacer el amor con su joven esposa. A su regreso, su progenitor había muerto. El suceso le marcó para siempre.
El joven nunca volvió a ser el mismo. Consciente de su debilidad, se convirtió en un ferviente opositor del matrimonio concertado entre niños. Movido por un gran sentimiento de culpa, Mohandas decidió tomar las riendas de su vida:
“Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”.
Siguiendo esta máxima, su primera acción fue hacerse seguidor de la doctrina jain, defensora de la no violencia hacia toda forma de vida.
Recién cumplidos los 19 años, padre ya de un bebé, su pudiente familia (su progenitor había sido gobernador), le envía a Londres. Su estancia en el Imperio Británico le abre otros horizontes: el joven hindú empieza a comprender Oriente a través de Occidente, ya que mientras estudia Derecho, Mohandas lee a Tolstoi, a los teósofos y a los principales teóricos del cristianismo. Seducido por los principios de esta religión, en su mente empieza a forjarse una idea fundamental: las injusticias solo pueden combatirse desde la lucha pacífica.
Veintiún años después, a su regreso a la India, Gandhi es ya abogado y tiene muy claros sus objetivos vitales.
Si algo ha aprendido en Occidente ha sido que Oriente no tiene por qué estar sometido a su dominio. Resuelto y combativo, se erige líder del movimiento de la liberación de la comunidad india frente a la dominación británica. En pro de este objetivo impulsa una campaña de desobediencia civil pacífica, como ya hiciera durante el ejercicio de su profesión como abogado en Johannesburgo (Sudáfrica), que le había granjeado fama mundial. Su estratégica lucha contra la dominación británica en este país, que comprendía desde impulsar huelgas hasta la ocupación pacífica de las fábricas, o el boicot a la utilización de los servicios de transporte públicos financiados por los ‘invasores’, había sido tan pacífica como efectiva. Gandhi combate contra la dominación imperial británica sin ejercer la violencia.
Apóstol de la desobediencia civil, es el primero en defender sus ideales. Mientras los ingleses responden con las armas, Gandhi, erigido ya por su pueblo como líder político y espiritual por su fe en la no violencia, no duda en someterse a largos periodos de ayuno y a huelgas de hambre. Encarcelado en varias ocasiones, la última en 1942, contando ya 73 años, continuó siendo fiel a sus ideales: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.
Finalizada la II Guerra Mundial, su incesante lucha da su fruto: Inglaterra sucumbe y Gandhi es invitado a las negociaciones que culminarán con la independencia de la India. Pero la victoria se troca en derrota, ya que se impone inevitablemente el deseo del líder de la Liga Musulmana, Muhammada Ala Jinnah, de obtener la secesión de Pakistán de la India.
Gandhi recibe ese movimiento como una traición a los ideales de la lucha pacífica y contempla horrorizado cómo se reaviva la antigua pugna entre hindúes y musulmanes. Desesperado, intentando apaciguar los ánimos, recorre descalzo los pueblos en los que se había desatado la violencia, pero ello no hace sino alimentar el odio que los extremistas hacia su persona.
Abatido por la violencia
Y así llegó el 30 de enero 1948, Bapu (padre) como le llamaban sus seguidores, se dirigía a una plaza cercana a su domicilio de Nueva Delhi. Eran las 17:17 h. de la tarde. Allí le esperaban unas 500 personas para realizar un rezo comunitario. Un hombre se acercó a él con las manos juntas, en señal de oración. Cuando lo tuvo delante, le disparó tres balas en el pecho a quemarropa. Más tarde declararía: “Con la pistola en la mano derecha, junté las manos y dije: ‘¡Namasté!’ (‘Saludos’)”… “He Ram!” (“¡Oh, Dios mío!”), suspiró Gandhi, y se desplomó lentamente sobre la hierba, con las palmas de sus manos apretadas todavía una contra otra, esgrimiendo un gesto de ofrenda y de saludo hacia su asesino.
El homicida es Nthuram Godse, un radical hindú, seguidor del partido de ultraderechista Mashabha, que acusaba a Gandhi de haber consentido la secesión de Pakistán y de debilitar al gobierno indio con sus continuas concesiones a los musulmanes. Juzgado junto a siete hombres participantes en la conjura, fue ahorcado el 15 de noviembre de 1949, pese a las demandas de los hijos de Gandhi, que imploraron su perdón.
La sospecha se cierne sobre el magnicidio. Aquel enero de 1948, Mahatma había sufrido ya dos atentados fallidos. Siempre se sospechó que el verdadero inductor del homicidio haba sido el presidente del partido Mahasabha, Vinayar Damodar Svarkar.
La India, desgarrada, llora la muerte de su Bapu. El llanto por su pérdida inunda la noche. Su cadáver es lavado y envuelto en un sudario tal y como dicta la tradición, sobre él se esparcen pétalos de rosa. Más de un millón de personas acompañan la comitiva que conduce el cuerpo a la pira funeraria. Los himnos, rezos y lamentos inundan la escena, sobre todos ellos se alza un grito unánime: “El Mahatma Gandhi se ha hecho inmortal”.