USA. NY. “Prohibido entrar con mascarilla”
La cultura popular estadounidense cuenta con muchos héroes enmascarados.
Algunos comercios cuelgan carteles para impedir el acceso a los que usan esa prenda preventiva
Tal como están las cosas, incluso a un justiciero bueno como Spider-Man le prohibirían entrar a unos cuantos establecimientos en Estados Unidos.
Parece una broma en época de pandemia, pero no lo es. La mascarilla se ha convertido en la pieza clave de un nuevo capítulo de lo que en este país se conoce como “guerra cultural”.
En realidad, no es más que otra manera de describir la división ideológica y racial que existe entre progresistas y conservadores, asunto que el presidente Donald Trump maneja como pocos.
Cada vez más aparecen en las redes imágenes y vídeos de tiendas, almacenes o restaurantes en que ha habido trifulca por la negativa de algunos a ponerse el cubre bocas. Incluso hay grabaciones en que se observa claramente como los desenmascarados tosen a los que llevan esa pieza como muestra de protesta en defensa de “la libertad individual”.
En Nueva York, en el barrio de Corona (Queens) se leen carteles en los que no sólo se pide llevar máscara, sino que incluso se requiere guantes. Corona es uno de los barrios con mayor mortalidad por el coronavirus.
El gobernador de Dakota del Norte pide el fin de esa disputa porque “una mascarilla no tiene ideología”
En cambio, Alvin’s, un negocio de Manchester (Kentucky) que incluye una estación de servicio y y tienda, exhibe un cartel con la petición totalmente opuesta.
“Prohibido entrar con mascarilla. Baja tu mascarilla o vete a otro lugar”, indica el texto. Aún añade: “Deja de escuchar a Beshear, él es un cabrón”. Andy Beshear, demócrata por supuesto, es el gobernador del estado.
En California , el rótulo exhibido en una tienda de material de construcción anima a los clientes a abrazarse y a no llevar máscara. ¿Distancia social? Para qué.
Mientras, en Peoria Heights (Illinois), la empleada de una gasolinera aseguró a la prensa local que la habían despedido por combatir la orden del gobernador J.B. Pritzker (demócrata) de ponerse la mascarilla. Ella también puso un cartel para informar que no se permitía el tapa bocas. A pesar de que en su texto atacaba a Pritzker, explicó que actuó de esa manera por seguir las normas –“nos impide diferenciar entre adultos y menores al vender alcohol”– y por seguridad: “Nos han robado varias veces y identificarse es una muestra de respeto”.
Llevar mascarilla o no tiene un evidente significado político, incentivado por el propio presidente, que hace oídos sordos a las recomendaciones de su gobierno. Hay fotos de Trump, en su visita esta semana a la empresa Ford, en Detroit, en la que luce esa pieza. En privado. Como siempre, en público la evitó. “No voy a dar a la prensa el placer de que me vea”, dijo, como si fuera algo perjudicial para su proyección política.
La mayoría de los que han salido a protestar en varios estados para reclamar la reapertura economía se han distinguido por seguir el ejemplo del presidente. Han ido a cara descubierta.
“Me gustaría que en Dakota del Norte evitáramos lo que sucede en otras partes de la nación respecto a la división de máscara contra no máscara”, suplicó este pasado viernes el gobernador republicano Doug Burgum. “Si alguien la lleva –dijo–, eso no indica a qué partido o a qué candidato apoya. Tal vez la usa porque tiene un hijo de cinco años en tratamiento de cáncer o porque hay personas mayores en su entorno que luchan contra la Covid-19”.