Colombia saltó al tercer lugar en Latinoamérica en fraudes

 mayor uso de los canales financieros digitales por las restricciones de la movilidad debido a la pandemia de covid-19 disparó el cibercrimen en el mundo y de manera particular en Colombia, situación que catapultó al país al tercer lugar en Latinoamérica en fraudes y el sexto con más ataques cibernéticos detectados.

Estos son parte de los resultados del más reciente ‘Reporte Global de fraude 2021’, elaborado por la central de información financiera Experian Datacrédito. Eric Hamburger, presidente de la compañía en Colombia, explica los hallazgos.

En Colombia hasta Falsificamos las pruebas Covid… nada nos queda grande.

¿Cómo le fue a Colombia en fraude?
Esta es una medida general en todos los países y cubre el 2020. Cuando vemos a Colombia en el tercer puesto en Latinoamérica en fraudes y sexto en ataques cibernéticos, da una evidencia de lo importante que es para las empresas y los consumidores tener claridad de que somos un país con bastantes riesgos y hay que estar muy enfocados en la prevención. En Latinoamérica fueron 198 millones de ataques, pero ser el tercero, después de Brasil y México, muestra que el colombiano se ha volcado a mecanismos digitales, lo cual nos lleva a un riesgo mucho mayor.

¿Qué muestra el reporte frente a los de años anteriores?
Lo más importante, el nivel de exigencia del consumidor frente a las medidas de seguridad y a la protección de sus datos. Un aspecto interesante es que los consumidores hoy esperan que las empresas no solo hagan una protección alrededor de la clave y de algunos datos personales, sino también de mecanismos sensibles, pero que sean invisibles, que no requieran interacción del cliente. Ese nivel de exigencia, sumado a la poca tolerancia del consumidor a un servicio deficiente, es uno de los cambios más importantes.

Y de las empresas, el desarrollo de esa estrategia y alcanzar ese balance entre el reconocimiento del usuario, la prevención del fraude y la experiencia del consumidor.

¿De qué manera la pandemia influyó en los resultados?
No solo en el incremento del fraude, sino también en el autofraude. Es una realidad que se vive en la región en un año de dificultad económica por la pandemia. Este es el fraude que se presenta cuando alguien dice no reconocer una transacción que en realidad sí ha hecho y, por lo tanto, se entra en un proceso de investigación para tratar de establecer y validar si el consumidor no la hizo. Es uno de los fenómenos más complicados: además de la pérdida de tiempo en las investigaciones para recuperar ese gasto, al final la persona termina admitiendo que realizó la transacción.

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¿Las personas son conscientes de la importancia de cuidar su información?
Es muy curioso, pero la gente está más preocupada por los fraudes con tarjetas de crédito o sus cuentas de ahorro, y no del daño que se produce cuando le roban su información. Para el 44 por ciento de los consumidores, su mayor preocupación era proteger las tarjetas de crédito y los datos de las cuentas bancarias. Solo el 23 por ciento estaba preocupado por la protección de datos personales.

La gente asocia más estos productos con el dinero y el riesgo de perderlo, y sin embargo las tarjetas de crédito tienen muchos más mecanismos de prevención de fraude de lo que clínicamente tienen la información personal; la gente no es consciente de que si bien hay todo un ecosistema detrás de la prevención del fraude de la tarjeta, la prevención del fraude o la suplantación de los datos personales es responsabilidad del individuo, de nadie más.

El fraude es un tema de nunca acabar, ¿cómo combatirlo?
Vemos, por parte del consumidor, mayor apertura a compartir información, incluso pasiva de comportamiento, lo cual redunda en una mejor experiencia para ellos y mayores mecanismos de prevención. La parte tecnológica juega un papel clave para seguir combatiendo a la gente que hace fraudes. Uno de los mejores ejemplos es el mecanismo que utiliza la inteligencia artificial y la data comportamental que se captura en los medios. No solo la biometría, que es un mecanismo mucho más frecuente y facilita esa interacción ya no con claves, sino con reconocimiento facial, y el cotejo de estas imágenes, sino también el comportamiento del usuario frente al dispositivo que está utilizando, ayudan a identificar un patrón de comportamiento que luego se puede utilizar como un mecanismo de validación pasivo para generar alertas y evitar el fraude.

¿Qué resultados hay?
Nuestro rol, al tener un conocimiento muy profundo tanto del consumidor como de las empresas, pues estamos inmersos en ese ciclo de interacción que tienen las personas con las entidades financieras y las empresas, nos ayuda a identificar comportamientos que ayudan a prevenir estas operaciones fraudulentas.

Tenemos, además, gran cantidad de plataformas y soluciones tecnológicas que ayudan y facilitan esa interacción. El dato más relevante para nosotros es que gracias a ese trabajo mancomunado que tenemos con las empresas en datos, analítica y plataformas, el año pasado ayudamos a prevenir 15.000 millones de eventos fraudulentos, eso es, unos 3.300 eventos por segundo, una cifra descomunal, y a medida que la tendencia es cada vez tener una mayor interacción virtual, dadas la pandemia y las tendencias de acceso a nuevas tecnologías que tenemos las personas, esto se irá incrementando.

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