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Querido Tocayo Presidente:
Este 7 de agosto no será un día normal. Al menos no será un día igual a los vividos nunca en esta Plaza de Bolívar repleta de palomas, de rebuscadores y de luchas. En este mismo lugar donde en la primavera de 2014, miles de tus fieles admiradores se congregaban para escucharte vociferar desde ese balcón legendario del edificio Liévano, que los tristes eran ellos. Ellos los que hoy están tristes.
Este siete de agosto pasará a la historia como el día en que un hombre derrotó una utopía. El día en que un pueblo juntó sus esperanzas para derrotar el miedo. Este hecho, poco usual, convierte esta fecha en el mejor día de tu vida. Hacer historia siempre será satisfactorio. Cumplir metas imposibles siempre será placentero. Callar bocas siempre será motivo de dicha interior. Atravesarse a los malos deseos siempre será motivo de desahogo.
También será el día de mayor orgullo para tus hijos, tu esposa, tus hermanos, tus padres. Solo 114 familias en toda nuestra historia han tenido a uno de sus miembros como presidente de la República. Pueden ser menos, si recordamos que dos López, dos Santos, dos Pastranas, dos Samper y dos Lleras se llevaron para sus casas sendas bandas presidenciales.
También será el día más especial para esos viejos y esas viejas amistades que hace décadas trasegaron por las montañas a tu lado, a veces tostándose bajo el sol, a veces en medio de la niebla, a veces en medio de las balas del gobierno, con un fusil ignorante al hombro, y un morral corroído a la espalda tan repleto de sueños como de ropa sucia.
Esos compas que arropados bajo la bandera de la ANAPO defraudada, atravesaban ríos, cordilleras y ciudades queriendo arreglar a las malas un país que ahora puedes cambiar a las buenas.
Será un día mágico para nosotros, tus amigos incondicionales. Verte lucir la banda presidencial será suficiente recompensa para lo poco o lo mucho que hayamos podido contribuir con este triunfo delirante que aún nos embriaga y nos hace refregar los ojos en las mañanas ante la posibilidad de estar inmersos en un letargo inconcluso.
Será un día de fiesta y de júbilo inmortal para esos 11.3 millones de colombianos que no se dejaron avasallar por las mentiras oficiales. Esa masa alegre que no se dejó arrinconar por el miedo, esa multitud de abejas que creyeron en tu promesa de cambio.
Es el día que no sospechaste en tu adolescencia cuando decidiste arriesgar tu vida y dejarlo todo para entregarte a una causa que equivocada o no en los métodos, hoy libera a todo un pueblo de la opresión y la esclavitud electoral.
Querido Tocayo, eres presidente desde cuando decidiste irte a los campos y a las selvas a luchar por la justicia social de los más desgraciados de nuestro país.
Este particular 7 de agosto es el día que esperábamos millones de compatriotas desde siempre. El día que pensábamos nunca llegaría. Pero llegó y no llegó solo. Llegó con alma, con música, con tambores, con banderas multicolores, con abrazos y gritos de euforia.
Esta causa que se construyó a punta de genocidios, masacres, desplazamientos, persecuciones y amenazas nos hizo entender la noble palabra “patria”. Patria con “P” de Petro. Petro con “P” de Pueblo. Pueblo con “P” de Poder Popular.
La transmisión de mando nos sabe a gloria inmarcesible. Y les sabe a reparación a los familiares de cientos de miles de colombianos que perdieron sus vidas en el intento de ver florecer la democracia, la justicia, la paz, el progreso para todos. A todos ellos y ellas, un minuto de silencio y toda una vida de recordación.
Tu juramento a esta bandera tricolor tantas veces pisoteada sabe a sancocho de leña en las comunas donde fueron asesinados, mutilados, vejados y desaparecidos decenas de jóvenes que desde hoy aguardarán sin mucha paciencia el cumplimiento de nuestras promesas.
Este domingo, ojalá soleado, ojalá con arcoíris, es el día más esperado por los bosques biodiversos del Chocó, por las espesas selvas amazónicas, por los nevados a punta de desaparecer, por el agua que corre alegre sin saber en qué recodo del río se encontrará con un cadáver, una botella plástica o una buena dosis de plomo o de mercurio. El día más esperado por animales maltratados y por toros humillados. El día más esperado por los trabajadores que anhelan recuperar sus conquistas laborales conculcadas. Un día de expectativa para los indígenas dueños de América y para el pueblo afro que lucha contra el bellaco racismo.
Los dos océanos que bañan los puertos por donde salen nuestras desgracias en paquetes de polvo blanco comprimido, esperan pescadores artesanales felices y prósperos. Esperan buques de gran calado partiendo hacia diferentes destinos con las mercancías de nuestros empresarios y los alimentos sembrados por nuestros campesinos.
Este domingo debería ser un día mágico, un día que nunca olviden las estirpes olvidadas por dos siglos de soledad.
Este día, tocayo presidente, será el día en que las voces que intentaron asesinarte física, moral, jurídica o políticamente jamás volverán a decirte que nunca serás presidente.
No desfallezcas en tu lucha por devolverle los derechos y la dignidad a esos compatriotas que hoy no comen lo necesario. Apóyate en tu pueblo, apóyate en tus amigos leales, apóyate en tu valiente vicepresidenta Francia Márquez.
Estaremos listos a defenderte de los embates injustos de tus detractores y del aprovechamiento indebido de tus aduladores. No la tendrás fácil porque recibes un país saqueado, endeudado, con alto déficit, con alta inflación y vendido al mejor postor por tu antecesor.
Pero eres brillante, te has preparado para gobernar y sabrás sortear estas y las demás dificultades que nos lleguen en los próximos cuatro años. Colombia es un país complejo, en conflicto armado hace 74 años, además inmerso en la pobreza, la corrupción, la depredación del ambiente y la violencia. Pero es tanto el amor que cabe en tu pecho que a punta de paciencia y sabiduría podrás derribar esas barreras que nos impiden despegar como país hacia el progreso y la paz.
Tocayo Presidente, ya eres grande pero serás un gigante si logras hacer que por esta misma fecha, dentro de cuatro años, la gente esté triste por tu partida y no felices como lo estamos ahora por la partida de tu antecesor.
Si los campos de la Colombia de 2026 se pueden recorrer sin miedo, si los jóvenes en vez de opresión y violencia reciben educación gratuita, si empresarios e industriales acrecientan sus fortunas, si los corruptos están en las cárceles y no en mansiones, si los turistas llegan por millones y se van satisfechos por haber conocido a uno de los países más lindos del planeta, si la gente deja de morir esperando un tratamiento, si los bosques vuelven a renacer, si los líderes y lideresas sociales dejan de ser asesinados, si más colombianos logran un empleo estable… no te quepa duda: Los libros de historia hablarán de tu hazaña por décadas, quizás siglos.
Esmérate por cumplir la promesa de cambio. Estamos para ayudarte desde el corazón y no desde el bolsillo. Eres un hombre desprendido de lo material, no te será difícil hacer multiplicar el presupuesto como Jesús multiplicó los panes. Sé de tu amor por los más vulnerables, sé de tus buenas intenciones. No dejes que se pierdan en la maraña de intereses que puedan tejer algunos “colaboradores” en ese paraíso oscuro llamado poder.
Adelante pues comandante de los nadies. Vas a transformar a Colombia desde el amor. En cuatro años nuestro país será otro. No esperamos menos del demócrata y del líder más importante que ha irrumpido en la política colombiana este siglo.
Con todo mi cariño incondicional y mi admiración, tu escudero y hermano,
Gustavo Bolívar