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El presidente está hablando. Hay nuevos interlocutores y conceptos que no transitan la ruta de los mensajes tradicionales

La escena se repitió por años en los programas cómicos de la televisión y ha tenido su reedición en redes: una persona va caminando por la calle y alguien que se le cruza, le habla. El transeúnte responde, pero luego se sonroja cuando descubre que le estaban hablando a alguien que venía detrás suyo. Es, sin el componente de la broma barata, y muy en serio, lo que está haciendo el presidente Gustavo Petro.

Cuando Petro toca el problema de tierras, no les está hablando a los mismos de siempre. Lo hace a los campesinos, que vienen atrás, y les está diciendo a ellos, directamente, que las tendrán. La manera en que se haga, deberán resolverla los funcionarios de su administración, pero es lo que está diciendo. No sostiene que irrespetará el derecho a la propiedad. Dice que más colombianos podrán tener su goce.https://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.528.0_en.html#goog_2097439461

Cuando Petro viaja a las regiones y, en primera fila, se sientan los alcaldes de pobres y pequeños municipios divinamente vestidos, con ropa de marca y relojes caros, ellos creen que el presidente les está hablando. No. Habla a los de las últimas filas, quienes solo han conocido la marca de la corrupción y de las necesidades no atendidas. Las palabras de Petro pasan a través de los mandatarios regionales y llegan, con mucha fuerza, al extremo del recinto.

Cuando Petro termina una cortés reunión con los líderes gremiales, no hay ni rueda de prensa ni foto con todos. Es que les está hablando a los trabajadores y no a los empresarios. Y les está diciendo que él no liderará un gobierno corporativo. Va a respetar a los generadores de empleo, a quienes mueven la economía, pero en un diálogo en el que estos no tienen ya el monopolio de la interlocución.

Cuando declara que cualquier policía podrá aspirar a general, no les está hablando a los oficiales, sino a esos colombianos humildes que no pueden sufragar los gastos de entrada a una escuela de alta formación castrense. Y al nombrar a Iván Velásquez como ministro, nuevamente está hablando a la gente. Dice que va a poner punto final a la corrupción en contratos para alimentación, compra de botas, municiones y uniformes para las fuerzas armadas. De hecho, ni siquiera les ha hablado a los uniformados para pedirles que implementen conceptos como el de Seguridad Humana, que hoy ya hace parte del discurso de altos oficiales. Petro no se los ha pedido formalmente.

Sus tareas y funciones constitucionales las respeta; lo que no entiende es cómo asciende una camarilla que goza de amplios privilegios económicos. La barrida de generales duele y es costosa (se ha invertido mucho en su formación), pero no es el final, sino el comienzo. El mensaje: todo aquel vinculado a investigaciones por corrupción, falsos positivos o excesos en el servicio, irá directo del cuartel a la casa.

Con los nuevos gobernantes suele llegar un cambio de lenguaje, más a manera de cascarón que de sustancia. Frases efectistas y eslóganes que son puro barniz. Lo de Petro es otra cosa. Se disparará la venta de traductores universales, porque estamos oyendo, pero no entendiendo. El abecedario es el mismo; el sentido de las frases varía. A afinar el oído, a calibrarlo para comprender este “idioma” que ahora le compite al español tradicional que hemos usado toda la vida en Colombia. Si no conocemos todos el lenguaje, no vamos a poder dialogar.

Escribe GUSTAVO GÓMEZ CÓRDOBA

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