La Corea de la Guerra y la Corea de hoy
A veces las medallas son importantes…
Para mí, y sin protocolos, de los que no gusto mucho, ha sido emocionante el poder abrazar y estrechar las manos de personas que han vivido una historia, que han sido víctimas de una historia, también, que han sido forjadoras de ella, y que hoy merecen el reconocimiento de toda la sociedad, de su casa donde habitaron.
Esos años, esas décadas, se van configurando en el modo de vivir, en la casa que se recuerda siempre, seguro que, con amor, seguro que, con nostalgia, seguro que, con tristezas y alegrías, este día, espero, haya sido un día de alegría para las personas que aquí fueron condecoradas, para veteranos y veteranas que hicieron parte de esta historia de Colombia y aun la hacen.
Quizás se entró de joven, de muchacho, con unas ideas, con una percepción del país, del mundo. Quizás hoy, al cabo de la vida, de lo que siempre sucede en el existir, sus problemas, sus triunfos, sus derrotas, que toda vida del ser humano siempre es un conjunto de triunfos y de derrotas.
Y que quizás es en las derrotas, en los momentos más difíciles, en donde se va construyendo la verdadera personalidad del individuo.
Estos veteranos y veteranas consideran esta su casa. Aquí tienen parte de sus amores, de sus recuerdos, irán desapareciendo con el tiempo, como todos nosotros, pero que este día sea un momento, un momento es unos segundos, unos minutos de intensidad máxima, que siempre vale la pena vivir, cuando sale una lágrima del corazón, cuando sale una sonrisa y una alegría, cuando dan ganas de abrazar.
Aquí hay unos requerimientos indudablemente. En campaña tocamos estos asuntos, nunca fueron motivo de un foro hecho por la prensa, de un debate de esos que siempre se hacen en las campañas electorales. Nunca me preguntaron en las entrevistas, profusas, que se me hacían durante los meses que pasaron, ¿cuál es su política pública respecto al veterano a la veterana?; No era un tema que atrajese a los medios de comunicación.
Pero yo sabía que allí había miles de personas en todo el país, familiares, personas que habían participado de estas instituciones del Estado, y que habían sufrido por ello, que quizás hoy sufren por ello.
Y siempre mencioné temas, lancé propuestas, propuestas que no pueden ser palabras —palabras al viento como dice el vallenato— sino que tienen que volverse realidades.
Le he pedido al Ministro de Defensa, (Iván Velásquez Gómez) la elaboración una especie de agenda pública, para avanzar en los requerimientos, en las solicitudes que desde el cuerpo de veteranos y veteranas se ha realizado a los gobiernos de Colombia.
Esa es la verdadera manera de que no haya ingratitud. A veces las medallas, importante a veces la foto, a veces los actos protocolarios, los ritos, son importantes, por eso se realizan.
Pero indudablemente lo importante está en que se pueda recibir el dinero; en que se pueda vivir con dignidad; en que pueda aparecer una casa; en que pueda haber médicos y médicas atendiendo; en que se pueda tener la dignidad como persona, como ser humano; esa es la verdadera gratitud.
Yo he visto a lo largo de mi existencia soldados que pasan, y de pronto terminan por allá en un retiro o en una esquina, en una calle, en las aceras, completamente esclavizados por la drogadicción.
He visto fracasos personales, he visto sufrimientos, y siempre me ha quedado en el corazón, en la cabeza el por qué una sociedad y un Estado no puede priorizar de su presupuesto antes que el fusil, antes que la máquina, antes que el avión, antes que el tanque de guerra, priorizar en el ser humano; que, sin él, no sirve para nada un tanque de guerra.
¿Qué puede hacer un avión, por muy poderoso que sea, si no está el piloto? y ¿qué puede hacer un fusil, si no está el hombre detrás?
Ojalá nunca se utilicen esas máquinas; ojalá podamos llegar a un momento en este país donde la guerra eterna no sea indispensable; en donde pueden pasar definitivamente las largas décadas, yo diría, siglos de la violencia.
Ojalá los veteranos no tengan que presentarse aquí en un futuro con otras personas en la Presidencia sin sus piernas, sin sus manos, sin las amarguras del corazón que ha dejado quién sabe cuántas situaciones intensas, profundas y dolorosas. Ojalá la guerra acabe en Colombia; la violencia acabe en Colombia; pero con ella o sin ella siempre tiene que haber un eje fundamental: primero el ser humano.
El Ejército, la Policía, la Armada, la Fuerza Aérea siempre serán mejores instituciones si cuidan integralmente a las personas que participan en ellas.
Esa agenda pública tiene que comenzar. Como Senador de la República yo fui parte de estas leyes que aquí se han aprobado, recuerdo la 1979 del 2019, que habló de retiro, habló de pensiones; esta Ley no se está cumpliendo. La 1979 hoy sigue siendo palabras; no es que cueste mucho para que dijéramos “es que puede provocar una crisis fiscal”, “aumentar de manera peligrosa fiscal”, no.
Entonces le voy a pedir al Ministro de Defensa, que hagamos una reunión con el Consejo de Veteranos, no sé si haya otras organizaciones, la totalidad de las personas que se han organizado con el fin de defender los derechos del veterano y la veterana en todas las armas; podamos realizar esa reunión y evaluar el cumplimiento de estas disposiciones legales, antes que nada.
Lo primero va a ser cumplir estas leyes; lo segundo es ver si se necesitan nuevos objetivos. Yo he hablado mucho, pero esto tiene que volverse realidad, de la necesidad que los miembros activos, sobre todo en la base, en todas las armas, puedan acceder a la educación superior.
Si esa educación superior se pudiera dar dentro o con las instituciones, si las universidades del país se pudieran abrir y el SENA (Servicio Nacional de Aprendizaje) al joven soldado profesional, al infante de marina, al patrullero, a la patrullera, podemos asegurar que una vez se retirase por cualquier razón de estas instituciones serían ciudadanos y ciudadanas que tendrían los instrumentos para sobrevivir en esta sociedad de una manera mejor.
Eso es fundamental si se quiere hablar de profesionalismo en las armas, el profesional no es solamente manejar un arma, esa es una técnica que se puede aprender y se enseña.
El profesional no es solamente quien vive de la institución y de su actividad, a través de un salario; el profesional es el que se educa. Y en esa medida abrir estas posibilidades es fundamental.
He escuchado, además, que ya el veterano o la veterana ha criado una familia; tiene unos hijos, unas hijas; a lo mejor no pertenecen a estas fuerzas, han buscado otros destinos, pero ¿por qué, como sí sucede en los Estados Unidos, el hijo y la hija de un veterano y una veterana no pueden ingresar por derecho propio a una universidad pública?, ¿qué impide eso? Si es su derecho.
Bueno, aquí me acaban de decir que el huracán acaba de impactar en San Andrés, así que tendremos que esperar los resultados en las próximas horas; esperemos que no suceda lo mismo de la vez pasada y podamos solventar mejor la situación que vivirán nuestras islas.
Estos dos programas de la educación superior, tanto para la base de las armas como para los hijos e hijas de veteranos y veteranas, yo creo que sería parte importante de una agenda, evaluando sus posibilidades de costos e impactos.
Lo mismo hemos hablado de un banco de la defensa, de primer piso, que tiene que ser manejado indudablemente con mucho cuidado y profesionalismo, porque se trata de capturar el ahorro del público en todo el país y transferirlo en formas de créditos con tasas de interés menores que las del mercado, para que la población que ha pasado por nuestras armas pueda acceder a una casa, pueda vivir en ella. Pueda montar una empresa.
Que su destino no sea terminar pasando los años cuidando un edificio como guardia de seguridad con bajos salarios. Que el destino pueda ser abierto, plural, que las vocaciones se puedan expresar en la existencia, a partir del saber, pero también a partir de los instrumentos que puedan garantizar el crédito.
Aquí al embajador de Corea, con el cual ya hablé hace unos meses, dos meses más o menos. Yo sí creo que ustedes han desarrollado unos programas con los veteranos de Corea, he escuchado de ellos, pero acercar Corea con Colombia es fundamental.
Casi en todos mis discursos, y ahora voy también a repetirlo, siempre hablo del mismo tema, gracias a un libro que usted me regaló, en español, porque no soy experto en hablar coreano. Ese libro muestra dos historias, o una historia, la historia económica de Corea. Y siempre repito que cuando fueron nuestros soldados allá por decisiones, yo no había nacido siquiera, decisiones que se tomaron en esa época a la guerra de Corea, Corea era la mitad de rica que Colombia.
Ellos tenían una mayor pobreza en ese momento que la sociedad colombiana de ese momento, años cincuenta hacia adelante. Y hoy, ustedes son seis veces más ricos. Algo hicimos mal; algo hicieron bien.
Esa historia no es solo la historia de la guerra. Ese comparativo, porque hombres fueron a morir allí, hombres han muerto ya por los años, la mayoría; y hombres aún se sostienen resistentes de la vida, aquí; dos de ellos han recibido una medalla. Pero no hemos sacado las lecciones de esa experiencia que no son lecciones puramente militares.
Es que los coreanos después de esa guerra decidieron priorizar la reforma agraria para darle democracia a sus campesinos y después el conocimiento para que toda la sociedad pasara por una universidad. Su promedio de escolarización hoy está muchísimo más adelante que el promedio de escolarización colombiana. El posgrado es para ellos algo natural en la mayoría de sus jóvenes, de las personas.
Y esos dos hechos que tienen que ver con la justicia social, uno, y que tienen que ver con la producción, el otro. Nunca exportaron una gota de petróleo, pero hoy exportan carros, televisores, celulares, tecnología de alto nivel, porque supieron que era la producción la que genera la riqueza. No es la lotería, no es la transferencia de riqueza, voy contra eso, no es el simple azar, es la sociedad que decide durante décadas producir, producir, porque ahí está la base de la prosperidad.
Y esa producción del siglo XXI implica justicia social, implica muchísimo saber. Ojalá hoy pudiéramos juntar como en la guerra a Corea y Colombia, y establecer una agenda entre nuestros dos países para producir en Colombia, para transferir saberes, para juntarnos ya no en el esfuerzo de cómo subir una montaña y como disparar allí, sino en el esfuerzo de cómo lograr que jóvenes de hoy, muchachos y muchachas, incluso de estas instituciones como un primer nivel de colaboración puedan acceder a lo mejor del saber del mundo, para que ese saber se convierta en el instrumento que les garantizará la dignidad de su existencia futura.
Ministro, estaremos a la espera de la reunión, la hacemos con el Consejo de Veteranos. Allí hay que tener listas las evaluaciones de lo que estas leyes han producido para bien y de su faltante, y las posibilidades de construir una fortísima, una robusta agenda pública que coloca como primera prioridad el bienestar social del soldado, del patrullero, de la patrullera, de la soldado profesional, de los miembros de la Infantería de Marina de la Armada, de la Fuerza Aérea. Primero el ser humano.
Gracias, muy amables por haberme escuchado, por este acto emocionante del Día del Veterano. Espero que este Día del Veterano les haya llenado de felicidad.