BRASIL. La fotografía de un NIÑO dispara el DEBATE, sobre tópicos RACIALES
Un niño negro contempla embelesado los tradicionales fuegos artificiales de Nochevieja en la orilla de la playa de Copacabana (Brasil). Está aparentemente solo, viste un bañador mojado y entrelaza las muñecas a la altura del ombligo mientras, al fondo, en la arena, la masa vestida de blanco celebra la llegada de 2018. Algunos le dan la espalda al niño, al mar y a los fuegos para sacarse sus selfis; otros celebran, absortos, el espectáculo.
La imagen en blanco y negro, tomada por el fotógrafo Lucas Landau para la agencia Reuters, está copando las redes sociales de miles de brasileños con una infinidad de interpretaciones diferentes.
La fotografía habla de un niño negro de nueve años en una playa durante una fiesta, pero, en vista de la repercusión, habla también de cómo la interpretamos.
Las primeras publicaciones de la foto, que originalmente se envió en color a la agencia, observaron en ella desde la “invisibilidad de nuestro día a día” hasta la “imagen de la exclusión social brasileña”. Muchos vieron en ella un niño perdido, pobre, asustado, siendo ninguneado por la masa blanca.
La imagen, compartida por su autor a través de su cuenta de Twitter, ha obtenido en sus primeras 48 horas de publicación más de 15.000 “me gusta”.
Se vio en ella incluso la imagen de las ““consecuencias de un golpe” y fue un “puñetazo en el estómago” para otros tantos. “Esta es nuestra humanidad hipócrita”, “que esa imagen sirva de reflexión para lo que podemos ser en 2018: más sensibles, más tolerantes, más inclusivos”, “en un lado, la fascinación. En otro, la indiferencia”, subtitulaban los internautas. También hubo quienes, dejando a un lado la interpretación racial, vieron la autenticidad de un niño disfrutando del espectáculo, mientras los adultos le daban la espalda a la pirotecnia para lograr su mejor autorretrato. Pero otros aprovecharon la instantánea y crearon memes exaltando ideales de izquierdas.
Mientras la foto se hacía viral, varios activistas del movimiento negro planteaban otra cuestión: ¿interpretaríamos igual esa foto si el protagonista fuese un muchacho blanco y rubio?
“El problema no es la foto, sino su interpretación y la de su contexto. La gente que mira la foto está condicionada a entender que la imagen de una persona negra está asociada a la pobreza y al abandono, cuando en realidad no es más que un niño negro en una playa. Esta precondición es racismo estructural, resultado de la mala educación del pueblo brasileño sobre él mismo”, lamenta el escritor Anderson França.
França ve en esa foto el “fetichismo del negro, al igual que hay fetichismo por el nazismo; fetichismo por el oprimido al igual que hay fetiche por el opresor”, dice.
“Empleamos el discurso incoherente de que estamos preocupados con su dolor, pero lo que sentimos en verdad es placer. Por eso escribimos textos enormes debajo de la foto elucubrando sobre el abandono de ese menor, sobre quién podría ser su padre o su madre, por qué se escapó de casa, por qué pasa hambre… Fetichizamos el sujeto. Y también hay quien quiere un souvenir: comprar la foto. Pero lo que hacen no es comprar la foto, sino lo que piensan sobre ella”.
Bajo el lema “Basta de estereotipar a los niños negros”, Mayara Assunção, del ColectivoKianda, un grupo de mujeres negras que discute acerca de la maternidad, el arte, la educación y la cultura, mostraba su opinión en Facebook.
Yo lo que veo es un niño que se detuvo para contemplar los fuegos artificiales en una fiesta. Sinceramente, tenemos que dejar de pensar que todos los niños negros sin camiseta están abandonados, tristes, solos, infelices y contrastan con la felicidad de los demás. Tenemos que dejar de pensar que todos los niños que van solos viven en la calle. Tenemos que dejar de pensar un montón de cosas. E incluso que está bien exponer a nuestros niños para que la élite blanca empiece el año sintiendo pena y compasión de nosotros. ¡Venga, hombre! Tenemos esa horrible manía de reforzar los estereotipos de nuestros pequeños: ‘¡Qué pena!’, ‘¡Es el retrato de Brasil!’, ‘Es una imagen muy impactante; refuerza las desigualdades del país’’. ¡Basta ya! No sabéis quién es ese niño. Ni lo queréis saber. Para 2018, menos estereotipos para los niños negros, por favor.
Suzane Jardim, educadora e historiadora y cuya reflexión sobre la repercusión de la imagen se ha compartido más de 1.500 veces, asegura que “la cuestión es darse cuenta de cómo el cuerpo del negro deja de ser dotado de individualidad para convertirse en un símbolo que dialoga con la culpa de gente que lo percibe como inferior a primera vista”.
Jardim advierte: “En la imagen no hay ningún indicio de posición social, precariedad o abandono. Hay un niño sin camiseta en el mar, maravillado ante los fuegos artificiales; una imagen que, sí, es bonita, pero que no dice nada sobre cuestiones sociopolíticas”. Para Jardim, “atribuirle a esa imagen ese carácter de retrato de la desigualdad es presumir, por la corporeidad del sujeto (en este caso, un niño negro y con el torso desnudo), que ahí existe precariedad y sufrimiento, algo que solo puede ocurrir en una sociedad que vincula la negritud a esos elementos”.
Lucas Landau, autor de la imagen, prefirió no avivar el debate con EL PAÍS hasta que no encuentre a la familia del niño, pero no sabe cómo se llama. Ni si estaba solo. Ni si era de Río de Janeiro. Ni si vive en una urbanización de lujo o en una favela. “Yo estaba trabajando, haciendo fotos de gente que veía los fuegos en Copacabana. Y él estaba allí, como los demás, deslumbrado. Le pregunté cuántos años tenía (9) y cómo se llamaba, pero no lo oí por el ruido. Como se había metido al agua (que estaba fría), acabó distanciándose de las personas. No sé si estaba solo o con su familia”, dijo Landau en su perfil de Facebook.
La fotografía, como completó Landau, da lugar a varias interpretaciones. “Todas legítimas, a mi modo de ver. Existe una verdad, pero ni siquiera yo sé cuál es”. El fotógrafo fue objeto de críticas por exponer al muchacho sin el consentimiento de sus padres y ofrecer su dirección de correo electrónico a los interesados en comprar la fotografía. Landau lo niega: “No comercialicé nada. Ni lo haré sin tener la autorización del niño y de los tutores”.
¿Personas dándole la espalda a la pobreza o simplemente un niño?
La complejidad del debate, alimentado por una única foto, se explica por la situación actual del país, según el psicoanalista Tales Ab’Saber, autor del libro Lulismo, Carisma Pop y Cultura Anticrítica.
“La foto tiene vida propia. El movimiento negro se inquieta con el tópico y la reducción del papel del negro, y la izquierda blanca —y negra— ve en esa instantánea el riesgo de la escisión social brasileña, en unos tiempos en los que esto está volviendo a la agenda política. Ve gente festejando la vida y dándole la espalda a la pobreza, a nuestra realidad”, explica Ab’Saber. “Son dos corrientes progresistas diferentes mirando en niveles diferentes, y la imagen habla de las dos. Las dos cuestiones importan, no son excluyentes”.
La foto original enviada por Lucas Landau a la agencia Reuters.
Desde el punto de vista profesional, el fotógrafo y periodista Fernando Costa Netto, dueño de Doc Galeria de fotoperiodismo y fotografía documental, destaca el poder de la imagen, “la fotografía con capacidad para cambiar la vida de una persona”.
“Es la fotografía derribando presidentes, denunciando hospitales abarrotados, documentando las barbaries de las guerras o mostrándonos lo que ya sabemos: el abismo entre los que van de blanco y el chaval sin camiseta en esa foto de Lucas. Aunque la foto diga otra cosa cuando encuentren al muchacho, Brasil aparece muy bien reflejado en la foto de Copacabana”, afirma Netto. “Estamos aquí discutiendo la fuerza y el papel de la fotografía, el prejuicio, la Nochevieja en Río, la estética, la emoción, el documento, cuestionando… La fotografía está cumpliendo con su papel”.