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Hebe de Bonafini nació el 4 de diciembre de 1928 en la localidad bonaerense de Ensenada.

La presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, falleció este domingo a los 93 años

Hija de Francisco Pastor y de Josefa Bogetti, criada en el barrio El Dique, en las afueras de La Plata, Hebe vivió una infancia marcada por la humildad. No pudo finalizar los estudios primarios, ya que su familia no tenía suficiente dinero para pagar el boleto de colectivo.

El 29 de diciembre de 1942, a los 14 años, se casó con Humberto Alfredo Bonafini, con quien tuvo tres hijos: Jorge OmarRaúl Alfredo y María Alejandra.

El 8 de febrero de 1977, durante la última dictadura cívico-militar, su hijo Jorge Omar fue secuestrado y desaparecido en La Plata. El 6 de diciembre de ese mismo año ocurrió lo mismo con Raúl Alfredo, en Berazategui. Un año después, el 25 de mayo de 1978, también fue secuestrada y desaparecida a su nuera, María Elena Bugnone Cepeda, esposa de Jorge.

Su vida se transformaría a partir de este instante para siempre. Empujada por la necesidad de respuestas y de justicia, comenzó a juntarse con otras madres en la misma situación.

En 1979, a través de las rondas de resistencia pacífica que reclamaba por la aparición de sus hijos secuestrados de manera ilegal y por la justicia sin venganza de los responsables de esas desapariciones, se convirtió en la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Desde entonces, ha sido una referente inclaudicable y luchadora por los derechos humanos. “Me olvidé de quién era el día en que ellos desaparecieron, nunca pensé más en mí”, afirmó en alguna oportunidad.

El Gobierno decretó tres días de duelo nacional. “Dios te llamó el día de la Soberanía Nacional… no debe ser casualidad. Simplemente gracias y hasta siempre”, recordó Cristina Kirchner.

 

 “Por pedido de la propia Hebe, sus cenizas descansarán en la Plaza de Mayo“.

Madres de Plaza de Mayo le dio entidad internacional y valor de lenguaje cotidiano a una nueva y trágica figura del violento mundo político argentino, la del “desaparecido”; el grupo de mujeres que, con un pañuelo blanco en la cabeza, impidió en 1983 una retirada decorosa del poder militar, que había dictado una ley de autoamnistía para ocultar y alejar de todo proceso judicial a sus miles de asesinatos.

Fue una mujer que despertó fervores y rechazos. Le llamaban “La Roca” por su terquedad, su obstinación, su intransigencia, sus desplantes, su franqueza, su lenguaje llano y brutal, sus arranques que la colocaban siempre al borde de la perturbación. Vivió una tragedia personal inmensa, la desaparición de sus dos hijos y la de su nuera, a manos de los centuriones de la dictadura; y convirtió ese dolor privado en un dolor colectivo, le dio a su drama y al del resto de las madres, una dimensión social como nunca antes tuvo un drama en la Argentina.

Bonafini hizo incluso algo más: por propia decisión, y sin muchos más fundamentos que los que le dictaba su tragedia personal, quitó toda autoridad moral a los gobiernos democráticos del país en los últimos treinta años hasta que, seducida por el ex presidente Néstor Kirchner

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