Fanny Mikey, la mujer que impulsó un mundo con su voluntad
Se cumple una década sin la argentina. Su círculo más cercano la recuerda, en anécdotas y legado.
Elisa Fanny Mickey Orlanszky (n. Buenos Aires, Argentina; 1930 – f. Cali, Colombia; 16 de agosto de 2008)
¿Los enamoraste?”, le preguntaba Fanny Mikey a su asesora de prensa, Mónica Suárez, cuando llegaba de recorrer medios mostrando el nuevo montaje que se iba a inaugurar en alguno de los teatros del sello Nacional que esta argentina creó: el de la calle 71, La Castellana y La Casa del Teatro Nacional, en Bogotá.
Porque de amor era de lo que más sabía esta artista nacida en Buenos Aires en 1930. Amor por todo: por la vida, el trabajo, los amigos, los socios, los patrocinadores, los que la ayudaban, sus colaboradores, su hijo, las tablas, los clásicos, la comedia.
A Colombia llegó en 1958, y entró por Buenaventura detrás de un amor, el actor argentino Pedro Martínez, que trabajaba en la naciente televisión nacional.
En Cali, la primera ciudad del país en la que vivió, hizo grandes amigos como el maestro Enrique Buenaventura, la actriz Vicky Hernández y la cantante Leonor González Mina.
Cuando llegó a vivir a Bogotá, la ciudad no fue de sus afectos al principio, por el clima y por la gente, pero ella era Fanny Mikey, la indestructible, y a punta de actuación, formación, ensayos, disciplina, contabilidad, asesoramiento, y de rodearse de buenas personas, se quedó y se volvió una colombiana más que hablaba ‘argentino’, que era judía pero le pedía favores, y muchos, a la Virgen.
En 1978 creó la Fundación Teatro Nacional. En 1988, el Festival Iberoamericano de Teatro, y empezaron a venir al país las más importantes compañías teatrales del mundo. “Iba y enamoraba a todos en el exterior hablándoles de Colombia, pero hay que decir que gracias a su tenacidad, el mundo conoció más los grupos nacionales, que le deben a ella, en buena parte, que hoy sean invitados a eventos en el exterior”, cuenta Alejandra Gallego, quien trabajó varios años al lado de la gestora.
Era además la mujer que ‘medía’ las obras que presentaba en sus salas invitando a los ensayos generales a sus colaboradores, desde las taquilleras hasta las señoras de cafetería, y luego hablaba con ellos sobre sus inquietudes del montaje.
Mikey murió en Cali el 16 de agosto del 2008, por problemas gástricos y renales. Estaba presentando su montaje Perfume de arrabal y tango, en el cual actuaba y cantaba.
Fue su último regalo en vida para este país que la quiso. Ahora, con Fanny en otra dimensión, su vida misma, lo que hizo en el teatro y para el teatro en Colombia, lo que nos dio, sigue siendo un regalo invaluable.
Estos son los recuerdos de algunos de sus más cercanos.
Daniel Álvarez Mikey, hijo de Fanny y productor teatral
Sus últimos diez años sufrió mucho porque pensaba cómo sostener el Teatro Nacional, cómo sostener el Festival Iberoamericano de Teatro para que pudieran perdurar y mantenerse. Y ella sabía que si se detenía en algún momento o dejaba de actuar, iba a morir.
Su legado son dos cosas: amar lo que haces y sentirte útil para los demás. Y su ejercicio teatral se ve por todas partes: lo que hace La Maldita Vanidad, de tener un espacio; lo que hace Petra, que se acaba de meter en una sede; lo que hace La Candelaria, que está sufriendo un cambio generacional.
Todos ellos tienen esta característica tan particular de no botar la toalla, de seguir adelante, de estar convencidos de lo que hacen. Y qué bonito que después de 10 años, uno pueda seguir recordando a Fanny no solamente a través de los proyectos que hizo, el Teatro Nacional y el festival, que hoy en día son otra cosa, sino como una persona alegre, emprendedora, siempre relacionada con la cultura y el bienestar de los demás.
Manuel José Álvarez, director del Teatro Colón
Yo creo que Fanny abrió el camino para que los teatreros tuvieran voz y voto, y para que los colombianos aprendieran a ver teatro. Fortaleció grupos que existían, como el TPB, el TEC de Cali; inclusive, creo que influyó en La Candelaria, en La Mama.
Fanny era mi polo a tierra y mi cómplice, y cada día, cuando tomo decisiones en el Teatro Colón, constato todo lo que aprendí de ella, todo ese criterio y esa actitud que tenía hacia los proyectos y la forma como los analizaba. Y me doy cuenta de que estando a su lado durante tanto tiempo aprendí muchas cosas, pero, obviamente, estoy lejos de hacer lo que Fanny hizo por este país y por el teatro.
Guillermo Restrepo, productor, ‘exalcalde’ de Ciudad Teatro
Dos meses antes de su muerte, la invitaron a dar una conferencia en Riosucio, Caldas, y nos quedamos unos días a descansar en el Eje Cafetero. La vi tomando aguardiente, comiendo chorizo con arepa y bailando con los campesinos. Esa era ella.
Su legado en mí es siempre pensar qué haría ella en algún caso, cómo solucionaría y mejoraría un proyecto. Estos diez años han sido muy difíciles, vivir sin ella es muy duro.
Anamarta de Pizarro, directora del Festival Iberoamericano de Teatro
En muchos aspectos, mi vida cambió para ajustarse a los ritmos de Fanny: su entrega pasional a sus dos creaciones, el teatro y el festival; el ritmo endemoniado para afrontar el trabajo y la rumba, los viajes por el mundo para construir festivales cada vez mejores, las vacaciones en su pequeño paraíso en Islas del Rosario.
Hoy, tras diez años de su muerte, cuando me he mudado a vivir a Cartagena, tengo cosas que me la recuerdan diariamente: la mesa y la silla como testigos de tantas fiestas y conversaciones en su apartamento en Bogotá; las fotos que delatan su paso, y el mío, por mundos diversos; la muñeca con su figura y su pelo rojo; los libros de cada edición del festival, donde tantos espectáculos maravillosos entretuvieron y transformaron el público.
Alejandra Borrero, actriz y directora artística de Casa E
Las últimas flores que firmó Fanny con su puño y letra llegaron a esta casa, y decían: ‘Las felicito por abrir Casa E’. El día que hicimos la primera función murió Fanny, así que fue casi como si me dijera: ‘Sigue, Alejita, sigue tú porque yo ya me fui’. Así que yo también espero eso, relevos, nuevas generaciones que vengan a inventar cosas nuevas.
Fue por Fanny por quien hice esta casa; muchas veces le pregunté, y siempre me dijo: ‘Mira los números, ¿cómo se te ocurre? No vas a hacer esta brutalidad’. Y yo nunca los vi, nunca vi los números. Por eso ha sido muy importante tener una socia (Katrin Nyfeler) para llegar a este momento.
Nicolás Montero, director del Teatro Nacional
Su legado es inmenso, incalculable; cubre muchos campos, desde su producción como artista, directora, actriz, productora, creadora de empresa, unas empresas enormes que permitieron que el público se acercara al teatro de forma cotidiana y masiva.
Para mí, el legado más grande, en términos de lo que les dejó al país y la ciudad, es que hizo que la palabra ‘teatro’ fuera del uso cotidiano; uno ve que Fanny hizo que el teatro fuera para todos, y eso crea una inercia, un mercado, una cercanía que hace que, como ella decía, el teatro fuera parte de la vida de la gente.
Libardo Arango, exdirector de Publicidad del Teatro Nacional
Recuerdo su monumental desfachatez para hablar, que a veces rayaba en imprudencia. Un día, un reconocido hombre del entretenimiento criollo le contó que estaba esperando un nuevo hijo, y Fanny, con ese inconfundible aire porteño, le preguntó: ‘¿Y es con la misma mujer?’. El tipo (y todos los presentes) quedó estupefacto y no atinó sino a reafirmar que sí. Se trataba de uno de los matrimonios más estables de los que se conocen.
Su legado en mí es su profundo amor y pasión por el teatro y las artes escénicas. En el tiempo que tuve la oportunidad de trabajar a su lado comprendí, y estoy convencido de ello, que son las artes y la cultura el factor real de transformación de una comunidad y de una nación. Por eso me levanto todos los días y me pongo en ‘obra’.