ATLETISMO. Doha alumbra al nuevo Bolt. Noah Lyles se apropia de los 200 m
El astro estadounidense abre una nueva era de la velocidad al registrar 19s83S
Dice Noah Lyles (22), el nuevo campeón del mundo de los 200 m:
–Solo una vez en la vida me he cruzado con Usain Bolt.
El encuentro es prosaico, nada del otro mundo: no fue un duelo en una pista de atletismo.
Ocurrió en el 2017, con el superhéroe jamaicano ya retirado, en la sala de espera del doctor Hans-Wilhelm Muller-Wohlfahrt, el médico del Bayern Munich. Lyles había ido a tratarse de una lesión en el cuádriceps. Bolt revisaba su carrera. Pretendía hacerse futbolista.
Salía Bolt de la consulta y se topó con Lyles. Se saludaron, aunque dice Lyles:
–Creo que no me reconoció. Él era Bolt. Y yo, a esas alturas, ni siquiera me había ganado una plaza para los Juegos de Río 2016…
Ay, si se cruzasen de nuevo ahora.
En la gran noche del atletismo estadounidense, con Donavan Brazier ganando los 800 y Sam Kendricks apropiándose de la pértiga (5,97 m, la misma altura que el prometedor Duplantis), esto ha hecho Lyles en Doha: 19s83. Domesticar a sus rivales: Andre de Grasse, plata, ha acabado en 19s95. Y el ecuatoriano Álex Quiñónez sigue creciendose, ahora hasta el bronce (19s98).
“No ha sido el mejor registro, pero esto no ha hecho más que empezar”, ha dicho Lyles, postulándose para el futuro, antes de arrodillarse sobre los cuadros de la pista, en un estadio ya semivacío.
Fuegos de artificio en la noche de Doha.
No arrancan estos Mundiales, por muchos aficionados etíopes, ugandeses y kenianos que se asomen a las gradas, trabajadores precarios en su mayoría.
Aire fresco
La irrupción de Lyles reconcilia a World Athletics, atacado de los nervios por la apertura del caso Salazar, inhabilitado por cuatro años
Y entonces, alguno de los presentes en la noche del Golfo Pérsico recordaba tiempos recientes, ya de esta primavera, cuando Lyles iba por ahí diciendo:
–¿Usain qué…?
Y luego se explicaba:
–Yo no quiero ser Bolt, por mucho que me comparen con él. Yo soy Lyles.
Correcto. Lyles es Lyles, que no Bolt.
Aunque no se sacará de encima el sambenito. Los aficionados necesitan referentes. Y los jóvenes talentos, lo mismo. Cuando era joven, Bolt buscaba su reflejo en Michael Johnson. Cuando era más joven que ahora, Lyles se buscaba en Bolt. Miles de niños de todo el mundo se mirarán ahora en Lyles.
Y la gente de World Athletics, tan contenta.
En especial, ahora que se tambalean los astros: despierta dudas Christian Coleman, el hombre-bala, el tipo algo soso que se había saltado tres controles antidopaje en 16 meses, y que a punto ha estado de perderse estos Mundiales. Hubiera sido una pena para él, porque se llevó el oro en los 100 m.
Y despierta dudas Sifan Hassan, la heroína de los 10.000 m que hoy aparece en las series de 1.500 m y que se entrena a las órdenes de Alberto Salazar, el malote del presente.
En Doha se hablaba ayer de Salazar, ex maratoniano en los ochenta, exentrenador de Farah, Rupp y Centrowitz y responsable del Nike Oregon Project (NOP), el proyecto que apadrina a Donavan Brazier, Clayton Murphy o Hassan. Era público: la Agencia Antidopaje Estadounidense (Usada) había decidido acabar con Salazar, inhabilitado por cuatro años desde ayer, acusado de traficar con testosterona.
El futuro
Lyles y Coleman, la bala de los 100 m, se llevan mal, y así se abre otro duelo entre el bien y el mal, como en los tiempos de Lewis y Ben Johnson, o en los de Bolt y Gatlin
Enmedio de este desatino con Salazar, y de la torpeza de traer los Mundiales al agobiante Golfo Pérsico, la irrupción de Lyles es una bendición.
Vuela este hombre, el cuarto más rápido de la historia.
Vuela y se luce, bailando rap y tiñéndose el pelo de gris.
–El gris del pelo es para mis fans –dice. Tiene 94.000 seguidores en Instagram, nada desproporcionado.
Lyles vuela y le dice al soso Coleman:
–El año que viene, en los Juegos de Tokio, te quitaré los 100 m.
Se llevan mal ambos. Y aquí se labra otro duelo entre el bien y el mal. Como en los tiempos de Carl Lewis y Ben Johnson. O como en los tiempos de Bolt y Gatlin.