Ayrton Senna: 25 años forjando el mito
Senna ha pasado a la historia como uno de los mejores pilotos por su temperamento y por sus proezas de talento, a menudo temerarias.
Si la curva Tamburello, en el circuito de Imola (Italia), no se hubiera quedado con la vida de Ayrton Senna, el piloto brasileño hoy tendría 59 años.
Pero el automovilismo habría idolatrado a un mito menos, el mayor de la F-1.
Este Primero de Mayo, hará 25 años de la muerte del carismático piloto brasileño. En este cuarto de siglo de construcción de una leyenda, ¿qué ha significado su figura?
Tres especialistas analizan las implicaciones que han tenido el mito y su muerte en la F-1 actual, desde tres ámbitos diversos.
El pilotaje: un nuevo concepto. Pedro de Rosa, con 23 años, se fogueaba en el F3 Británica aquel 1994 luctuoso, cuando Senna era ya el referente de los pilotos de aquella generación que aspiraba a la F-1. “Era un héroe para muchos de nosotros. Siempre ha sido mi referente de pilotaje; era un ejemplo de preparación, pensando todo el día en coches, en cómo ser mejor piloto y cómo ganar”, comenta al barcelonés. Desde el estricto punto de vista del pilotaje, Senna “fue un ejemplo de agresividad en la manera como conducía, con el vehículo y contra los rivales, en cómo hacía las curvas, con un estilo nuevo: atacaba mucho el vértice, lanzaba el coche con mucha velocidad, mientras que otros pilotos eran más finos entrando en la curva. Este estilo marcaba las diferencias”, analiza De la Rosa.
Para el barcelonés, Senna “supuso un cambio de ritmo en el pilotaje, un cambio de interpretación de lo que era el fair play. Con él nació el piloto total, agresivo con su coche y con los rivales –que le tenían miedo–; fue el comienzo de un nuevo modo de entender la competición”. Su pilotaje marcó “una línea” contrapuesta a la de Alain Prost, “el piloto agresivo versus el piloto fino”. “Reconozco que me fijaba más en el estilo de Senna, pero mi manera de pilotar era más como la de Prost, más fina. Senna marcó a muchos pilotos de mi generación y la siguiente. Ahora, sin embargo, el espejo son Alonso, Hamilton y Vettel”.
La figura mediática: aura divina. Para Raymond Blancafort, veterano periodista del motorsport, la figura de Senna desde la óptica mediática “no se puede desvincular de Prost” y de la batalla que mantuvieron por la hegemonía de la F-1. “Para el público y la prensa internacional, el francés se ganó el papel de antipático y Senna tenía la imagen de niño bueno (a pesar de su pilotaje agresivo), una imagen casi mística, como tocado por la varita de Dios”. Según Blancafort, el Senna mediático “era impecable, desde el punto de vista de educación y comportamiento, pero algo distante. Vivía en otro mundo. Su vida lejos de las carreras era bastante desconocida”.
Con la afición “logró una química especial; con Senna no podías estar en contra. No generaba sensación de rechazo (sólo a los fans de Prost). No tenía detractores en la opinión pública, pese a los piques con Prost, y no se creó mala prensa. Además, decía cosas francas y directas”. Entre los periodistas “imponía respeto, era amable, pero irradiaba una especie de autoridad, un aura de divinidad, lo que decía iba a misa”.
Por todo ello, según Blancafort, Senna creó una escuela con pocos seguidores: “Sólo Schumacher ha estado a su altura como figura global, pero el alemán con muchos más detractores. Ahora no veo a ningún piloto que se le acerque en esta dimensión. Quizá Alonso hubiera podido tener ese estatus, pero el primer paso por McLaren (2007) le hizo perder ese aura. Quizá Hamilton llegará a tenerlo, es el único, porque es muy especial. Se parece a Senna en el talento brutal y en saber desconectar”. ¿Y Verstappen? “Está muy lejos de Senna: tiene la imagen de niño caprichoso y un punto maleducado. Senna, no; él era exquisito, con modales y buen comunicador”.
La seguridad: stop a la sangría. Vicenç Aguilera, presidente del Circuit de Barcelona e ingeniero industrial, gran conocedor de la automoción, no tiene duda:
“Desde la muerte de Senna los cambios en la seguridad han sido abismales”, tanto en las mejoras en los coches como en los trazados. “De los coches se ha cambiado la arquitectura, situando al piloto más equidistante en las opciones de choque –se ha centrado, alejándolo de la parte frontal–, y se ha mejorado la célula de supervivencia con fibras de carbono más resistentes y absorbentes”. También han mejorado el anclaje de las ruedas, para que no se desprendan, se ha instalado el halo (el arco protector de la cabeza) y se han revisado las columnas de dirección. El piloto, además, ha visto multiplicadas las posibilidades de supervivencia y reducidas las de lesiones “con mejoras en el casco (reduciendo el tamaño de la ventana), ampliando los reposacabezas, con la invención del HANS (protector cervical) y reforzando las viseras”.
Los circuitos se han puesto las pilas también reduciendo la velocidad en el pit-lane, mejorando las vallas, “como las de neumáticos y las de última tecnología Tech-Pro, que absorben energía deformándose”, y ampliando las escapatorias, combinadas de asfalto y grava.
El resultado es evidente. En 25 años sólo ha habido un muerto en un GP de F-1: Jules Bianchi, por una maldita grúa (Suzuka, 2014).