Bob Beamon y su impresionante vuelo en México 68, RECORD OLÍMPICO de cincuenta años, el más antiguo del atletismo
Fue inmenso, apoteósico, un vuelo interminable.
El atleta estadounidense Bob Beamon detuvo el tiempo hace 50 años con la que para muchos ha sido una de las actuaciones olímpicas más espectaculares de la historia, a la altura incluso al récord mundial de Usain Bolt en la final de los 100 metros planos en Pekín 2008.
Aquel día, el 18 de octubre de 1968, nadie pocos imaginaban lo que iban a presenciar en la final de salto largo de las Olimpiadas de México.
Los mismos atletas habían hablado de la posibilidad de romper el récord de 8,35 metros vigente desde el año anterior, incluso llegar a romper la barrera de los 28 pies (8,54 metros), pero ni ellos pensaron que era humanamente posible “volar” como lo hizo Beamon aquella tarde en la capital mexicana.
Bob Beamon ejecutó el “salto del siglo” en las Olimpiadas de México en 1968.
Los comentaristas se quedaron sin palabras, los aficionados atónitos, incluso el mismo Beamon tardó en darse cuenta de lo que había hecho.
“Al pararme al final de la pista de aceleración me sentí muy confiado, corrí con una gran fuerza y cuando salté de la madera me di cuenta que estaba arriba más tiempo de lo que solía estar“, describió el atleta estadounidense sobre el momento en el que nació su leyenda.
“No bajé hasta media hora después”, bromeó.
“Fue impactante, absolutamente sorprendente”, reconoció su compañero y rival Ralph Boston, quien fue el primero en captar lo que acababa de pasar.
Máxima expectativa
Hubo que esperar20 agonizantes minutos para saber exactamente la dimensión del salto de Beamon porque el sistema de medición que había sido instalado no podía llegar a medir la distancia.
Lo recordó en la BBC el británico Lynn Davies, oro en salto largo en 1964 y uno de los favoritos cuatro años después de México.
“Los oficiales tuvieron que buscar una cinta para medir el salto manualmente y tomó unos 15 minutos entre el tiempo que él aterrizó y el momento en el que la pizarra mostró la distancia de 8,90”, comentó Davies, quien se hizo famoso por culpar a Beamon de “haber destruido el evento”.
Beamon no entendió esas cifras, acostumbrado al sistema anglosajón de medición de pies y pulgadas.
“Después que midieron el salto, Bob se acercó y me preguntó, ‘¿qué tan largo es?'”, expliocó Boston.
“Le dije, ‘Bob, es más de 29 pies’. Me preguntó si era en serio y le dije que sí”.
Beamon tardó unos segundos en procesar esa información y cuando lo hizo se desplomó de emoción en la pista, llorando incontroladamente.
Inmortal
Los 8,90 metros de Beamon superaron en 55 centímetros la anterior marca en poder de Igor Ter-Ovanesyan desde 1967, el margen más grande que se había alcanzado en el salto largo hasta ese momento y seguramente uno que es probable nunca se vuelva a lograr.
En los 33 años anteriores al récord solo se había mejorado en 22 centímetros y desde entonces nadie se ha podido acercar a esa distancia en unos Juegos Olímpicos.
Ni si quiera lo logró el gran Carl Lewis, ganador de cuatro medallas de oro, quien se quedó a 18 centímetros en las Olimpiadas de Los Ángeles en 1984.
Fuera del escenario olímpico el propio Lewis sí pudo superar esa distancia en un centímetros, ayudado con el viento a favor, pero esa noche en los Campeonatos Mundiales de Atletismo en Tokio, en 1991, su marca fue superada por su compatriota Mike Powell, quien estableció el nuevo récord mundial con un salto de 8,95 metros.
Pero es el salto de Beamon el que quedó inmortalizado en la historia.
Y pensar que estuvo cerca de nunca ocurrir ya que estuvo a punto de no clasificar a la final tras registrar dos saltos nulos.
“Romper el récord en ese momento fue una sorpresa para mí, para mis compañeros y para el resto del mundo”, reconoció.