“Carlos Toledo Plata , guerrero de la paz”
En una mañana del 10 de agosto de 1984, en el barrio Provenza de la ciudad de Bucaramanga sobre las 7:30 a.m. mientras me dirigía a la escuela anexa a la normal, varios impactos de arma de fuego tipo dum dum irrumpieron en la humanidad de mi padre Carlos Toledo Plata, quién fallecido poco después de ser llevado por mi madre y vecinos del sector a la clínica Bucaramanga sin que los galenos pudieran hacer algo por salvarle la vida; ya que las balas cumplieron su principal objetivo, acabar con la vida de Toledo Plata, el médico del pueblo.
Al hablar de CARLOS TOLEDO PLATA en Santander y Colombia debemos remitirnos al médico ortopedista especializado en la universidad de Buenos Aires, un zapatoca y humanista por excelencia, un ser humano que cumplió a cabalidad el juramento hipocrático y que hizo de la medicina una herramienta para generar lazos de igualdad y generar sentimientos de aprecio entre la gente, que vieron los innumerables beneficios de este ser humano sin esperar nada a cambio, ser humano que perdió la vida en el marco de un proceso de indulto y negociaciones de paz con el M-19 y el gobierno nacional del presidente Belisario Betancourt en 1984.
Hoy 38 años después de su partida, su huella imborrable y marcada en millares de personas que formulo, atendió y curó sin recibir ningún beneficio económico, antes por el contrario de su propio pecunio ayudaba a los menos favorecidos a completar para sus medicamentos y tratamientos médicos; también su huella enmarcada en los destechados y por eso construyó un barrio al sur del Bucaramanga que inicialmente se iba a llamar Casas para la paz y que posterior a la muerte de mi padre lo bautizaron con su nombre, Barrio CARLOS TOLEDO PLATA.
El 19 de abril de 1.970, después del fraude electoral orquestada por la oligarquía liberal-conservadora colombiana, teniendo como títeres a CARLOS LLERAS RESTREPO y Carlos Augusto Noriega , para derrotar al candidato presidencial de la Anapo, el General Gustavo Rojas Pinilla, Carlos Toledo Plata, en compañía de un grupo de militantes de su grupo, en una oficina del centro en Bucaramanga, Santander, Colombia: sienta las bases de lo sería el M-19.
Las estaciones radiales contaban los votos mucho más rápido que la Registraduria Nacional, en los que se anunciaba una ventaja de Rojas sobre Pastrana de 1’235.679 votos sobre 1’121.958. En la noche del 19 de abril, el Ministro de Gobierno Carlos Augusto Noriega ordenó a las estaciones abstenerse de divulgar resultados globales y dejar que la Registraduria diera el veredicto definitivo. En señal de protesta, el director de la cadena Todelar, Antonio Niño Ortiz, suspendió las transmisiones de los resultados electorales.
Una vez hecha la prohibición, el ministro Noriega presentó boletines en los cuales Rojas Pinilla superaba a Pastrana por un reducido margen. En la mañana del 20 de abril de ese año el resultado era 1’368.981 votos para Pastrana mientras que Rojas tenía 1’366.364 y en los días posteriores los votos en favor de Pastrana aumentaron considerablemente, lo cual findicaba claramente el fraude
La vida de Carlos Toledo Plata, fue sin duda poco común. Nacido el 13 de diciembre de 1932 en Zapatoca, Santander, Toledo Plata hizo sus estudios primarios en la escuela pública de su pueblo, la secundaria en el Colegio Departamental del Socorro, culminó sus estudios universitarios en 1959 en la Universidad Nacional de Buenos Aires, doctorándose como médico cirujano y luego se especializó en traumatología y ortopedia en la misma universidad. De regreso a Colombia, a principios de los años sesenta, logró destacarse desde un principio y fue nombrado director del Hospital Infantil de San Luis de Bucaramanga, cargo que ocupó durante siete años y que marcó su formación política, debido a un constante contacto con las clases populares. En 1968, fue elegido como diputado de la Anapo a la Asamblea de Santander, e inició una vertiginosa carrera política que lo llevó, en 1970, a la Cámara de Representantes.
En 1976, durante el secuestro del líder sindical José Raquel Mercado, Toledo es detenido como dirigente de Anapo Socialista y se menciona por primera vez su posible vinculación con el grupo guerrillero. Pero el médico sale libre semanas después y las sospechas se desvanecen. Su “destape” sólo habrá de producirse en 1979, después del robo de las armas del Cantón Norte, cuando aparece como cabeza visible del movimiento. A principios de 1981, el grupo intenta una invasión por el río Mira, en el sur del país, y la columna que Toledo lidera, al enfrentarse con el Ejército, debe replegarse y huir al Ecuador, donde el médico es detenido y, pese a su pedido de asilo, entregado al Ejército colombiano, en compañía de Rosemberg Pabón. Después de un publicitado juicio, Toledo y un centenar de sus compañeros, son condenados y confinados en La Picota, hasta fines de 1982, cuando sale libre, en virtud de la Ley de Amnistía dictada por el gobierno de Belisario Betancur.
CARTA TAPADA
No obstante no haber figurado como protagonista de las negociaciones de paz entre el gobierno y el M-19, lo cierto es que Toledo Plata jugó, hasta el día de su muerte, un papel determinante en el movimiento. Tradicionalmente había sido considerado como el tercero de una “troika” conformada por Jaime Bateman, Iván Marino y él. Después de su salida de la cárcel, su figura pareció eclipsare un poco y comenzaron a jugar un papel más visible frente a la opinión pública personajes como Marino, Alvaro Fayad, Andrés Almarales e inclusive Gustavo Arias Londoño, alias Boris, quien comandó la toma de Florencia. Sin embargo, en todo momento fue un catalizador de las dos posiciones extremas dentro del movimiento, la guerrerista y la legalista, a lo largo del complicado proceso de paz vivido en el último año. Más importante que esto, era tal vez el hecho de que se le consideraba la “carta tapada” del M-19 para las etapas de lucha democrática que se avecinarían como consecuencia del diálogo nacional. Durante las últimas semanas, había estado realizando contactos para montar una organización que libraría las batallas en las urnas a nombre del M-19, como movimiento político. Para estos efectos, había establecido contactos con representantes de los gremios de la producción, al igual que con figuras como Jaime Castro, Alvaro Leyva Durán, Emilio Urrea, Eduardo Mestre Sarmiento, Juan Martín Caicedo Ferrer y María Eugenia Rojas. También estaba negociando, con organismos internacionales, la construcción de centros de rehabilitación para las víctimas de la violencia, particularmente en el Magdalena Medio. Lo que era obvio para los conocedores es que el bajo perfil de Toledo Plata era apenas transitorio y que, firmada la paz, volvería a jugar un papel protagónico en el terreno electoral.
Inicialmente, su asesinato fue interpretado por muchos como un torpedo, tal vez mortal, para el proceso de paz. Al comienzo, algunas reacciones de parte y parte, fueron radicales. Andrés Almarales, en declaraciones a la radio, dijo: “Comprenderán que es difícil dialogar con nuestros cadáveres al lado. Tenemos de nuestro lado al 95% de la gente para enfrentar a los asesinos, a los Matamoros, a los enemigos de la paz”. De otro lado, el general Miguel Vega Uribe, en una salida poco afortunada, aseguraba que en Colombia “no existen enemigos de la paz, ésa es una frase manida”. Estas posiciones amenazaban con dar al traste con la firma del pacto de paz que había sido acordada finalmente para cuatro días después. Sin embargo y en forma gradual, en el transcurso del día, se comenzó a generar una contrarreacción y unánimemente, representantes de todos los sectores, previendo los riesgos implícitos, se lanzaron con más vehemencia que nunca a respaldar en forma categórica el proceso de paz. El mismo Presidente, ante el asesinato de Toledo Plata, ponía sobre el tapete la disyuntiva de “paz o guerra” y reflejaba la angustia colectiva que finalmente hizo inclinar el péndulo hacia el lado de la paz.
La mañana del 10 de agosto de 1984, como todos los días, el médico Carlos Toledo Plata abordaba, a eso de la siete y media, su Renault 12 break, de placas IS-5265, para dirigirse al hospital San Juan de Dios, donde se desempeñaba desde hacía algunas semanas como Jefe de Traumatología. Hacia las siete y 39 minutos, mientras calentaba el motor del carro y esperaba a su esposa frente a su residencia del barrio Provenza de Bucaramanga, se presentó una vez más un episodio que se ha vuelto casi rutinario en la vida del país: una moto con dos hombres a bordo se acercó al vehículo; el parrillero descendió velozmente de la moto, y abalanzándose sobre el médico que aún no había cerrado la puerta de su carro, le vació un revólver calibre 38 a la altura del abdómen del dirigente del M-19. El asesino, ante los ojos estupefactos de su esposa, Ligia de Toledo, corrió hacia un campero Toyota color rojo, en el cual lo esperaba un tercer hombre para huir rápidamente de la escena del crimen, como segundos antes lo había hecho el que conducía la moto. Pidiendo auxilio a gritos, la esposa del médico se acercó al carro y tendio el cuerpo herido sobre el asiento. Minutos después, se embarcó con él en el carro de un vecino y se dirigieron a la Clínica Bucaramanga. Mientras lo trasladaban a este vehículo, Toledo dijo a su esposa, las que pueden considerarse sus últimas palabras: “Por mi patria, por mis hijos, he tenido que entregar mi vida”.
¿QUIENES LO MATARON?
Como durante las primeras 24 horas el crimen no fue reivindicado, se tejieron toda suerte de conjeturas sobre sus posibles autores. Las dos interpretaciones más comunes apuntaban hacia los extremos previsibles: grupos paramilitares o disidentes de la guerrilla. De estas dos, cobraba más fuerza la primera, e incluso se mencionaba el nombre de una brigada “José Raquel Mercado”, de extrema derecha, que había amenazado a Toledo Plata. Pero en medio de todo esto, más allá de las especulaciones, había una realidad: Toledo Plata era un símbolo de la amnistía. El luchador aguerrido que aceptaba las nuevas reglas del juego, deponía las armas y se reintegraba sin prevenciones a la vida civil y al ejercicio de su profesión. Lo que le sucedió podía ser interpretado como un mal presagio para los cientos de guerrilleros que eventualmente siguieran su camino. Su asesinato agrega un sombrío interrogante más a un proceso, de por sí, lleno de incertidumbres.
UNA CARTA DE TOLEDO
Para responder a una columna de “Cabildo Abierto” del columnista Pedro Elías Ardila en El Espectador, Carlos Toledo Plata envió la siguiente carta, el 1 de febrero de 1982. Por considerar que este documento cobra gran actualidad, lo reproducimos a continuación.
Mi querido Pedro Elías:
Como siempre leo con interés sus comentarios de “Cabildo Abierto”, ya que generalmente estamos de acuerdo en el análisis, aunque no siempre en las soluciones. En su artículo de ayer 31 de enero, leo algo que no tiene destinatario específico, pero que en algo puede alcanzarnos cuando dice: “…y si en Centro América la izquierda no se transa por nada distinto a la toma del poder, en Colombia depondrían las armas por unas curules”.
No somos propiamente los representantes de la izquierda tradicional, somos un movimiento popular, que busca incorporar a las mayorías nacionales, para la conquista de la verdadera democracia. Hemos propuesto y lo seguiremos haciendo, una apertura democrática, levantamiento del Estado de Sitio y de la legislación represiva, si esto se da y se produce un diálogo, estamos dispuestos a convertirnos en un movimiento legal.
Si se diera esta apertura, que consideramos remota, entraríamos en una etapa de organización y lucha de masas, con la participación de miles de compatriotas y con las garantías para luchar por sus reivindicaciones y enfrentarse a la corrupción, la injusticia y la explotación.
La cuestión electoral es sólo parte de esta lucha y la podríamos utilizar dentro de todo el contexto político social. Nadie ha pensado en dejar las armas a cambio de curules y conste que de todos los grupos políticos hemos tenido ofertas tentadoras si pensáramos en nuestras conveniencias personales.
En el mensaje de año nuevo, nuestro comandante Jaime Bateman dice: “Ser movimiento político significa que nuestros objetivos sean los de millones de colombianos, de allí resultará la organización a que aspiramos. No proponemos en la propuesta de paz reivindicaciones económicas para las masas, porque sabemos que éstas, se las ganarán en el combate. El punto de no retorno está cercano y la oligarquía debe saber que con nosotros no hay retorno, no claudicaremos, mantendremos la sinceridad y la seriedad de nuestros proyectos”.
“La tregua lanzada por las FARC es unilateral, conseguida sin ningún esfuerzo, en los mejores momentos de ascenso de la lucha armada… Ese camino no es el acertado, porque han hecho lo que el enemigo quería”.
Creo que con estas cortas consideraciones aclare sus inquietudes y temores.
Un fraternal abrazo,
(Fdo.) Carlos Toledo P.
Escribe: CARLOS FRANCISCO TOLEDO FLÓREZ, hijo del luchador asesinado hace 38 años