Chile. Irací Hassler, comunista ‘millennial’: alcaldesa electa de Santiago
El pasado 16 de mayo Irací Hassler (Santiago de Chile, 1990) arrebató a la derecha la alcaldía de la comuna de Santiago de Chile, una de las más representativos de la política chilena. Ella acaba de cumplir 30 años, recorre las calles de Santiago con una mochila hippy con la cara de Frida Kahlo bordada. Usa el género neutro en sus comunicados y tiene una voz aniñada. Es trilingüe, habla portugués, alemán y español.
“Hoy gana una militante comunista”, dice de sí misma, “pero el proyecto que gana nace desde los barrios de Santiago en una articulación social y política inédita, que tiene que ver con las luchas históricas de la comuna”, añade. Santiago de Chile es el mayor de los municipios que conforman la capital, con 400.000 de los 5 millones de habitantes que residen en el área metropolitana del Gran Santiago. Santiago de Chile, relativamente pequeño en terreno y capacidad administrativa es, sin embargo, una gran plataforma mediática para su alcalde.
Los partidos conservadores han perdido poder en las elecciones municipales y constituyentes
Hassler, que ocupará ese puesto a partir día 28 de junio, se presentó como candidata del Partido Comunista, con un discurso feminista y de lucha contra la desigualdad. Contrasta con sus orígenes, familia de clase media alta con ascendencia extranjera. Su padre es un empresario de origen alemán y “de derechas”, según su hija. Su madre, una psicóloga brasileña guaraní, cultura a la que le debe el nombre, Irací, que significa “reina de las abejas”. Unos padres que no vivieron la represión de Augusto Pinochet ni tienen vínculos estrechos con la política.
Fue una alumna sobresaliente tanto en el Colegio Suizo de Nuñoa como en su etapa de estudiante de Ingeniería Comercial –el equivalente a Economía– en la Universidad de Chile, ambas instituciones reservadas a la élite socioeconómica de un país con grandes desigualdades. Sin embargo, es bastante común que los líderes intelectuales de la izquierda, tanto moderada como radical, se formen en estos círculos.
En el 2011, con 21 años, anunció a sus padres que se había inscrito en las Juventudes Comunistas de la universidad. Era un momento de gran efervescencia juvenil contra el primer gobierno de Sebastián Piñera, ya cuestionado entonces por las actuaciones policiales en las manifestaciones. En esa época leyó El capital de Marx, pero también a teóricas feministas como Judit Butler y a economistas como Ricardo French-Davis, un Chicago boy finalmente crítico con las reformas de Pinochet.
En el 2016 es elegida concejala de Santiago de Chile bajo la alcaldía de Felipe Alessandri, un conservador descendiente de una estirpe de políticos al que acaba de quitar el puesto en las urnas. En esos cuatro años, Hassler genera una red de compañeras políticas que poco a poco van ganando espacios de poder. Sus dos amigas de la universidad, Camila Vallejo y Karol Cariola, ocupan ahora actas de diputadas y lideran una nueva generación de izquierdas que ha crecido en el contexto de los primeros gobiernos democráticos.
Con las protestas del 2019, que llevaron a Chile a una asamblea constituyente, surgen figuras como la de Hassler o como la del alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, otro independiente de extrema izquierda que ha revalidado su cargo en uno de los feudos más antiguos de la derecha. Estos triunfos casan con el malestar social por las grandes desigualdades económicas y la inexistencia de servicios públicos como la sanidad, la educación o las pensiones. La pandemia ha ahondado más en esa herida y ha propiciado una deriva progresista de parte de la sociedad chilena. Las elecciones municipales y constituyentes dieron a la lista formada por el Partido Comunista y el Frente Amplio, ambos de izquierda alternativa, un peso muy importante en el control territorial y en la redacción del documento.
A pesar del simbolismo de una alcaldesa comunista, el margen de acción que tiene Hassler es reducido. “Sus medidas concretas se centrarán en la participación ciudadana y en la creación de un espacio urbano inclusivo”, afirma Agustí Fernández de Losada, investigador y director del programa Ciudades Globales en el Cidob. Sin embargo, su popularidad creciente y su fuerte presencia en redes como Twitter o Instagram “le dan la capacidad de poner en la agenda temas como el aborto o la violencia de género”, añade. La nueva izquierda tiene pocas oportunidades de gobernar en un país mayoritariamente conservador, pero su peso ha aumentado sustancialmente desde las últimas elecciones municipales y la formación de la asamblea constituyente, en las que la derecha perdió su derecho a veto. Los chilenos tienen por delante dos jornadas electorales más, las primeras regionales y, finalmente, las presidenciales, en noviembre.
“Hay una escenario muy favorable para la izquierda en el país, que va mucho más allá de la izquierda tradicional chilena”, afirma Fernández de Losada. La victoria de Hassler, que en un par de meses ha pasado de absoluta desconocida a rostro de una nueva generación política, es un síntoma de un cambio profundo en Chile, país que deja atrás una Constitución neoliberal de tiempos de Pinochet.