Chile. La muerte del legado de Pinochet, es el principio del fin de la ‘democracia tutelada’
Los ciudadanos envían un mensaje claro a las elites latinoamericanas y al Gobierno de EE.UU.: no pudieron disolver la voluntad popular tras el tumultuoso octubre de 2019, ni siquiera en medio de una pandemia.
El resultado de la primera pregunta del plebiscito celebrado en Chile, con un 78 % de ciudadanos a favor de redactar una nueva Constitución, es el triunfo electoral de lo subalterno, lo popular, lo indígena, lo ‘underground’ chileno y, sobre todo, de las fuerzas que se levantaron hace un año contra el pensamiento conservador que había gobernado el país, por medios primordialmente militares, desde el derrocamiento de Salvador Allende.
Respecto a la segunda pregunta, el triunfo de la convención constitucional sobre una mixta, con un 79 %, ya parece una marcha triunfal sobre las famosas ‘alamedas’. Es la salida radical, según el juego que diseñó el presidente, Sebastián Piñera, y que ha terminado masificándose, dejando muy debilitado al pinochetismo.
Este plebiscito, además, hay que situarlo en los recientes acontecimientos en la región, recordando el resultado de las elecciones de Bolivia del pasado 18 de octubre. Los ciudadanos envían un mensaje claro a las elites latinoamericanas y al Gobierno de EE.UU.: no pudieron disolver la voluntad popular tras el tumultuoso octubre de 2019, ni siquiera en medio de una pandemia.
Lo que revela el resultado
El modelo chileno, el hijo predilecto del economista estadounidense Milton Friedman, hoy se derrumba en América Latina, después de haberse instalado varias décadas como el ejemplo por excelencia que estaba ubicado más allá del subcontinente y las turbulencias económicas de este: ‘el milagro’, en palabras de Friedman, escondía algún misterio que ahora se muestra abiertamente al mundo.
Durante años, este modelo chileno se vendió como un paradigma económico, pero al que poco le importaban los derechos humanos y en el que la democracia podía ir entre comillas. Tal como se estudia en sociología, Chile es un ejemplo de ‘democracia tutelada’, ya que los mandatarios que gobernaron después del dictador tuvieron que jugar en la cancha que aquel había dibujado, repleta de militares, cargos vitalicios e impunidad.
Este resultado, comparado con el plebiscito de 1988 en dictadura, implica un arrinconamiento del pinochetismo, que el domingo solo obtuvo el 21 % frente al 43% del pasado evento. Asimismo, debilita el poder que llegó a tener este sector gracias a las fuerzas armadas, pero también a seguidores abiertamente derechizados que han logrado imponer varios presidentes de derecha, incluyendo al actual.
El peligro es que un largo debate ante demandas máximas como las que se han planteado en las calles termine escindiendo o debilitando a los sectores menos comprometidos que en el plebiscito apoyaron a las movilizaciones con su voto
Por su parte, lo sectores progresistas han obtenido un formidable triunfo, y ahora deberán trabajar por mantenerlo.
De las protestas a la Constitución
La convención constitucional que se encargará de escribir la nueva Carta Magna no es una constituyente porque está sometida al resto de poderes, a los que no podrá afectar en mayor medida. Podría decirse que si la democracia chilena era el paradigma de la democracia tutelada, ahora busca salir de la tutela, pero todavía con formas maniatadas: el presidente, un hombre de derecha que representa todo el rechazo de un año de levantamiento popular, tendrá mucho poder sobre las decisiones que se terminen tomando en la nueva Constitución.
La buena noticia es que abre las puertas para que la ciudadanía activa que se ha movilizado para confrontar los poderes hegemónicos termine generando actos sólidos para lograr transformaciones, acelerar el proceso de liberación y poder generar cambios reales. Además, el resultado genera confianza en los canales democráticos para alentar el cambio profundo que se está planteando, ya no solo a modo de protesta, sino ahora como proceso constituyente, aunque no lo llamen como tal.
El peligro es que un largo debate ante demandas máximas como las que se han planteado en las calles, y también la radicalización de las minorías, termine escindiendo o debilitando a los sectores menos comprometidos que en el plebiscito apoyaron a las movilizaciones con su voto. Los movilizados aún deben luchar por producir un cambio en la correlación de fuerzas que permita ser asertivo en las propuestas.
Si la apertura del proceso constituyente lleva a Chile a inmiscuirse en un debate ideológico y político sobre leyes o procedimientos legales y descuida el problema social que se está cultivando, no solo con la redimensión de las clases populares, sino también con la deuda excesiva de las clases medias, entonces se corre el peligro de no producir una trascendencia profunda en el tejido social, sino solo un cambio de marco legal a la espera de la reconfiguración de los poderes fácticos.
‘El estallido’, como se denomina a las pasadas protestas antigubernamentales, no fue solo un levantamiento político contra la Constitución de Pinochet, sino también una lucha de inclusión/exclusión que llevó a movilizaciones, levantamientos y saqueos en sectores populares, trascendiendo los espacios tradicionales de lucha como partidos políticos o movimientos de liceos o universidades. No fue únicamente una cuestión de izquierda, ni tampoco únicamente indigenista o movimentista, sino también popular. Atender y hablarle a ese malestar es la garantía para mantener una mayoría sólida.
Dentro de un año, Chile estará votando por una nueva Constitución y también por un nuevo presidente. Mantener compacta la unidad popular y realizar propuestas efectivas será la amalgama que puede consolidar la mayoría aplastante con la que hoy cuenta
Quizá el mayor reto de las fuerzas en ascenso es producir una propuesta para las presidenciales de noviembre 2021 que salga de la tutela de los sectores y partidos tradicionales, que ya cooptaron la salida de Pinochet y ahora tratarán de instalarse en la nueva Constitución o en los escenarios que ella produzca.
Los procesos constituyentes son muy complejos porque no solo hay opciones binarias, sino que más bien es un tejido de decisiones constitucionales que entran en contradicciones múltiples y con base en la resolución momentánea en el choque de poderes. Tenderá a avanzar más si trabaja sobre consensos que sobre elementos vanguardistas.
El requisito de acuerdo de los dos tercios de la convención para poder presentar una propuesta al país hace que sea muy difícil lograr avances importantes en las materias neurálgicas. Sin embargo, el escenario constitucional es clave para pensar una sociedad diferente a la actual.
Dentro de un año, Chile estará votando por una nueva Constitución y también por un nuevo presidente. Mantener compacta la unidad popular y realizar propuestas efectivas será la amalgama que puede consolidar la mayoría aplastante con la que hoy cuenta.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.
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