COLOMBIA. Hay Festival. Laura Restrepo: en Los Divinos muestro lo escondido detrás del monstruo, referiendose al asesinato aleve de Yuliana Samboní

Laura Restrepo.
Laura Restrepo es una de las novelistas más respetadas de Colombia.

A principios de diciembre de 2016, Colombia, un país que rara vez se estremece por un crimen, entró en shock por un asesinato: el de Yuliana Samboní, una niña indígena de 7 años que fue violada y asesinada por Rafael Uribe Noguera, un arquitecto de 38 años, miembro de una acaudalada familia bogotana.

En un país donde muchas veces se trata -y se logra- enlodar a la víctima, Yuliana era prístina. No había cómo enlodarla. Quizás por eso, el clamor de justicia se elevó por todas partes en un raro momento de unidad nacional. Después de una rápida investigación y un rápido juicio, Uribe Noguera fue condenado a 58 años de cárcel.

Una de las personas que no podía dejar de pensar en la muerte de Yuliana era la novelista colombiana Laura Restrepo, quien vive en Cataluña, España: “Yo estaba en la mitad de otra novela pero no podía pensar sino en esto, me daba vueltas y vueltas en la cabeza. Hasta que se impuso”.

Restrepo es una de las novelistas más respetadas de Colombia, con una obra sólida, alabada por Gabriel García Márquez y José Saramago, en la que se incluyen novelas como “Delirio”, ganadora del premio Alfaguara en 2004.

“Los Divinos”, escrita en un tiempo récord de cuatro meses, fue publicada a principios de 2018, con un gran recibimiento dentro y fuera de Colombia. Narra la historia de los Tutti Frutti, cinco amigos de clase alta bogotana (Hobbit, el Muñeco, Duque, Píldora y Tarabeo) y su papel en un crimen terrible, muy similar al de Uribe Noguera.

Laura Restrepo, quien participará en varios eventos del Hay Festival de Cartagena, conversó con BBC Mundo sobre el proceso de escritura de “Los Divinos”, la clase alta en Colombia -y el mundo- y el semisumergido mundo de la violencia contra la mujer.

¿Por qué escogió ese tema?

Hay novelas que uno escoge, temas que te llaman la atención que te persiguen durante años y existen otros temas que de alguna manera se te imponen. Y este fue uno.

El caso colombiano nos tocaba muy de cerca pero también porque era uno entre los muchos que se están denunciando hoy en día y se corresponde también con una campaña grande de mujeres en todo el mundo para denunciar hechos de violencia, violaciones que seguramente antes de mantenían en secreto por pudor, por las trabas legales tremendas que siempre ha habido para denunciar este tipo de agresiones de género.

Las mujeres sentimos que no podemos dejar pasar este momento para levantar ese tapón brutal de violencia generalizada, pero al mismo tiempo secreta, larvada.

De hecho aquí en España, donde el fascismo está creciendo a un ritmo alarmante, una de las consignas que tiene es acabar con ese tipo de denuncias, diciendo que hay una ´tiranía de las mujeres sobre los hombres´, que son las mujeres las que maltratan a los hombres, lo cual te da una idea de por qué durante tanto tiempo era imposible denunciar la violencia de género.

Las mujeres estamos muy conectadas con eso porque de alguna manera lo hemos vivido en carne propia o por gente muy cercana. Es un problema cotidiano, no algo que te llegue por ideología.

Y de pronto sucede algo en Bogotá que llevaba al extremo los elementos de este tipo de casos: la absoluta indefensión de la víctima y el poder absoluto del victimario. Yo estaba en la mitad de otra novela pero no podía pensar sino en esto, me daba vueltas y vueltas en la cabeza. Hasta que se impuso.

Decidí entonces hacerla no en términos periodísticos, porque reportajes se habían hecho muchos, sino tratar de extraer elementos a través de la ficción, plantearlo en términos más simbólicos y al mismo tiempo más íntimos, yo no quería el recuento de los hechos, quería la mentalidad de los victimarios, su medio social, sus hitos culturales. Cuál es el caldo de cultivo donde se producen este tipo de hechos.

La víctima y el victimario
Image captionLa víctima y el victimario

Usted dice que lo único real en esta novela es el crimen. Hay muchos autores que investigan sobre lo que están escribiendo -Vargas Llosa, por ejemplo– pero usted no realizó una investigación en torno al crimen, al personaje que lo cometió, a su círculo de amistades…

Lo que pasa es que soy bogotana y, como decimos nosotros, ´conozco mi gente´. Trabajo con mi hijo que es, digamos, de la generación de los muchachos estos, un poco menor él, pero la conoce bien, pasó por ese tipo de colegios…

Para mí el puente a través de él era fundamental para entender una cierta mentalidad, la de estos niños de clase alta bogotana, que además es la misma en todas partes: muchachos que lo tienen todo, a los que forman para dirigir, en un sentimiento de superioridad frente a las demás clases sociales y desde luego frente a las mujeres.

Y yo tengo la teoría de que la literatura latinoamericana, que ha sido tan fructífera a la hora de narrar historias, siempre se ha quedado corta en la intimidad, que es un nivel clave en la literatura anglosajona, pero en la nuestra no tanto. Las historias no están contadas desde adentro, al punto que casi que la telenovela es el único género que se ha dedicado a explorar los sentimientos, el alma, en su propio terreno y con sus herramientas, claro. La literatura lo ha hecho poquísimo.

Entonces mi interés era hacer una historia íntima mucho más que un recuento de los hechos.

¿En cuánto tiempo escribió la novela?

Muy rápido. Y yo no escribo rápido, una novela me toma dos años, por lo general tres. Esta salió como en cuatro meses. Suena un poco romanticón pero era verdad: se iba escribiendo sola. Una vez que encontré la voz del personaje, él hablaba por si solo.

A veces me acostaba rendida a las 2 o 3 de la mañana después de haber escrito todo el día y el personaje seguía hablando. Tenía que levantarme a copiar lo que estaba diciendo para no perder sus palabras.

De hecho, como estaba planeada eran seis capítulos, uno para cada Tutti Frutti y uno para la niña. Pero empezó a hablar el Hobbit y ya no paró.

A mí la estructura de la novela me pareció muy bien trabajada. El hecho de que el relato de la niña esté en el centro, que sea digamos el cráter dela novela, cuando sale todo el horror. Pero también que un libro así solo podía ser narrado por un personaje así: alguien con cierta sensibilidad y muy culto. Nadie más lo podía narrar dentro del grupo de protagonistas.

Claro. Y fíjate que una mujer tampoco lo hubiera narrado. Una mujer habría hablado desde el repudio absoluto, que es lo que te nace automáticamente frente a una cosa así. Y eso no hubiera permitido la exploración en el interior de los personajes, porque si tienes una posición crítica y condenatoria desde el principio, no te permite una cierta ´simpatía´ con el marasmo que hay ahí.

Hobbit no es de la misma clase social, es un tipo leído, un traductor, es un tipo que mira la vida mucho más desde el relato que directamente. De hecho es muy torpe para narrar los hechos. Fíjate que es la hermana, por Whastapp, la que tiene que decirle lo que está pasando con su íntimo amigo.

Entonces era la teoría de que la realidad no la narras directamente sino a través del espejo. Como el célebre mito de la Gorgona, que Perseo para matarla no la puede mirar directamente sino que mira su reflejo en el escudo. Ese era el Hobbit: el espejo que permitía mirar aquello sin condenarlo tajantemente de entrada, sino de alguna manera condescendiendo con aquello, coqueteándole peligrosamente, untándose de toda esa porquería pero con la suficiente distancia como para poder juzgarla. Y al final su vida se le destruye.

Por eso quise que el capítulo final fuera la recuperación de la cotidianidad que queda destruida por la extrema violencia.

Novela Los Divinos

También me pareció un libro profundamente femenino aunque las voces son todas masculinas. Los personajes claves dentro de la obra son las mujeres: el personaje central es la niña; quien finalmente logra llevar a la justicia al asesino es una mujer y es la hermana del narrador, como usted dice, la que lo confronta y lo obliga a actuar.

No lo había pensado así, pero tienes razón, los hitos de la novela lo llevan a cabo las mujeres.

Una cosa difícil era cómo entrarle a ese capítulo (el de La Niña), había un momento en que venía un quiebre forzado, en que el Hobbit deja ese sarcasmo y el sentido del humor tan típico bogotano -que es el que utiliza para hablar de sus amigos, de su mundo- y empieza a hablar de la niña. Ahí tenía que haber un cambio total en el lenguaje. Él tenía que hablar de otra manera porque me hubiera resultado repugnante e imposible hablar de la niña en los mismos términos sarcásticos.

Ahí era un poco difícil saber por dónde. Entonces el mecanismo fue recurrir a la infancia del Hobbit, antes de esa perversión, de esa especie de ironía que tenemos y que encubre… como una derrota anterior a todo, como una renuncia que hace que el humor minimice y relativice todo.

Lo otro que me llamó mucho la atención es que usted decía que era un ejercicio para tratar de entender lo que pasó, pero, a contracorriente de lo que ocurre hoy con montones de libros y series de TV, usted no se metió en “la mente del criminal”. Usted lo que hace es meterse en el entramado social, en la telaraña de complicidades de la gente que rodea al asesino. La cara oculta del monstruo, como usted lo define.

Claro. Ahí era clave el epígrafe: monstruo viene de mostrar. Es lo que se ve. Y como la prensa venía utilizando la palabra “monstruo” para referirse al asesino, se volvió lugar común. Monstruo es lo visible, entonces me pareció desde el principio que lo interesante no era insistir en lo visible sino en lo invisible. Qué hay detrás del monstruo. Cuál es la parte que no se ve.

Y ahí están nuevamente las mujeres, pero fíjate, no ya como factores de decisión de la novela, sino también como cómplices: la madre de El Muñeco, amparando con su propia fortaleza la debilidad del hijo y haciéndole tener una visión de sí mismo que no tiene nada que ver con la realidad, la propia Alicia, que es utilizada por el Duque como parte del escenario de belleza y poder que él monta.

La novela tiene un sustrato arquetípico muy fuerte. El tema de los monicongos, de la niña como un objeto sagrado, el juego entre ninfa y sátiro… crea un trasfondo de religiosidad, ¿no?

Claro, porque fíjate que un asesino tan basto, tan vulgar como El Muñeco tiene algo que el propio Hobbit le admira, hay una especie de misticismo muy torcido en él. El Muñeco es el único que es capaz de desafiar la noche. El único que sale de ese mundo cerrado amurallado, que es la clase alta bogotana y cualquiera de las clases altas occidentales. El Hobbit entiende eso.

La novela funciona a muchos niveles y sorprende que la haya escrito tan rápido.

Es de esos temas que no tienes que investigar porque llevas toda una vida conociéndolos. Nosotros sabemos cómo es Bogotá. Y una cosa que parecía apasionante a la hora de escribirla es cómo en esos reductos cerrados, exclusivos de los barrios altos, hay puertas que los conectan con el resto del mundo. Y la violencia que implica esa conexión.

El Muñeco se va a vivir a esos edificios que colindan con los tugurios. Y ahí está ese umbral donde se rompe la muralla invisible de los barrios ricos y está el contacto con la favela. Tanto el crimen de la novela como el de la vida real tenía que ocurrir en un lugar de intersección así.

Si El Muñeco no se relaciona con la niña para violarla y masacrarla, si hubiera sido lo de todos los días… ¿cuál hubiera sido el tipo de relación posible entre él y la niña? En el mejor de los casos, la niña se queda sin estudios y acaba de sirvienta en su penthouse. Eso ya de por sí había una dosis de violencia brutal en esa relación. Una relación que estalla y se hace visible a través del crimen, pero la violencia ya estaba ahí.

Funeral de Yuliana
Image captionYuliana se convirtió en un símbolo de la violencia contra las mujeres y los menores en Colombia.

¿Le sorprendió el impacto que ha tenido la novela en Colombia?

Con la novela podían pasar dos cosas: que hubiera como una reacción de ira porque se estaba uno metiendo con cosas muy íntimas y profundas de nuestra sociedad. También podía ser una reacción de repudio ante un tema demasiado difícil. La violación de una niña es algo que, de alguna manera, la sociedad prefiere ignorar pese a que el maltrato sexual a niños es -no solo en Colombia sino en el mundo entero- bastante más frecuente que el de adultos.

Pero es un tema que no se trata. En Estados Unidos por ejemplo -aunque ya van a editar la novela- durante un año me decían que la editaban si le ponía otra edad a la niña, como 15 años. Yo les decía que no, que había que denunciar la utilización sexual brutal de los niños.

O podía ocurrir lo que sucedió, que fue sorprendente para mí, que a la gente le llegó. En las presentaciones del libro en distintas ciudades de Colombia la gente llega como si el libro fuera de verdad una cosa muy dura pero muy personal, muy íntima. Como que la gente entiende que les hubieran dado una piecita de un rompecabezas indispensable completar.

Me llama la atención que a muchas mujeres extranjeras con las que he hablado las ha tocado bastante la novela.

Qué bueno, es importante poner un granito de arena en ese clima del que estamos hablando de destapar una cosa monstruosa, que ha resultado mucho más hondo y podrido de lo que cualquiera se habría imaginado, que es la violencia contra las mujeres y las niñas, que es infinita.

No sé si es algo especial de España, pero aquí la criminalidad contra las mujeres es una cosa cotidiana. Bueno, a donde vas. Fui al Perú a hablar de la novela y lo primero que se ve en el aeropuerto de Lima son grande cartelones de “Se busca niña perdida”. Pregunté por qué tantas y me dijeron que a muchas se las roban y las llevan para burdeles en la selva.

En cada país hay una expresión distinta de este fenómeno tan oscuro y mantenido en silencio durante tanto tiempo.

Laura Restrepo

En México hablé con varias mujeres que conocen a fondo el tema de los feminicidios y su teoría es que se tratadel latigazo, la reacción que se está viviendo contra el papel cada vez más grande y visible de las mujeres en la sociedad.

Yo era más de la idea de que siempre había estado ahí pero que ahora se revelaba, se hacía público porque las mujeres se atrevían a denunciar. Ese era mi punto de partida. Sin embargo, hablando con especialistas en el tema en México y en Perú, tienen esa idea que tu dices: hay una revancha. Como de: mujeres, vuelvan a su lugar. Ustedes no se insubordinen porque nosotros tenemos derecho a ejercer violencia como contra los esclavos y los animales. Derecho a la jerarquía donde el de arriba maltrata.

Mira, en Etiopía, en esos caminos que van siempre llenos de gentes a los lados, era increíble ver que adelante iba el hombre sin carga, atrás la mujer cargada y pegándole al niño que va atrás y luego el niño pegándole con un palo a la cabra que va detrás de él. Era increíble, casi como una radiografía de lo que pasa.

Es cierto: también hay un quédate en tu sitio, cállate la boca. Aquí en España es increíble cómo la campaña que están haciendo los de (el partido político) Vox, los fascistas, de alguna manera reafirma eso que tú estás diciendo: dicen que es la tiranía de las mujeres, que no es cierto que haya violencia de género sino que hay que condenar la violencia contra hombres, mujeres, ancianos y niños. Es decir, diluyen el problema de violencia de género en una especie de planteamiento general.

Sin embargo, estos movimientos son por lo general inatajables. Como lo fue el movimiento contra la esclavitud o incluso el de los derechos de los homosexuales.

Yo creo que sí. Lo que pasa es que va a implicar un cambio muy profundo, porque mira el papel que juega la justicia. A partir del momento que la mujer denuncia una violación entra en una cadena de violencia también brutal. Primero de las fuerzas del orden que la desdeñan y luego en las cortes, donde es menos del 1% las veces que la mujer gana un pleito así. Normalmente la justicia indulta al violador.

Aquí el caso de La Manada ha sido muy simbólico, porque salieron libres y un juez salió incluso a decir que la muchacha había “gozado”. Hay que entonces que empezar por cambiar el esquema jurídico, que es un esquema patriarcal que favorece al macho en cualquier conflicto que tenga con las mujeres.

Si, me temo que es un cambio que se mide en generaciones. Quizás ni nos toque verlo, pero creo que es inevitable.

Pero fíjate que de pronto también hay cambios que suceden de la noche a la mañana, como pasó con los homosexuales, con el impulso tremendo que se le dio en países como Estados Unidos. No solo lograron cambiar, sino que el establishment empezó a darse cuenta de las ventajas del cambio y empezó a utilizarlo comercialmente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.