ARGENTINA Muere Luciano Benjamín Menéndez, genocida e ideólogo del terrorismo de Estado durante la DICTADURA
El militar, de 90 años, pagaba 13 cadenas perpetuas por delitos de lesa humanidad durante la dictadura
Es difícil imaginar a un hombre con más crímenes sobre sus hombros: 3.000 casos de torturas, secuestros y asesinatos. También lo es que el responsable de semejante prontuario probablemente nunca disparó un tiro durante sus años de mayor “actividad”. El exgeneral Luciano Benjamín Menéndez, muerto hoy a los 90 años en el hospital militar de Córdoba, en el centro de Argentina, fue un represor de escritorio: lejos del gatillo, diseño, ordenó, presenció y controló cientos de operaciones ilegales. Fue, sin duda, el principal ideólogo del terrorismo de Estado que asoló al país sudamericano entre 1976 y 1983. La democracia argentina nunca olvidó a Menéndez: los jueces lo condenaron a 13 cadenas perpetuas por genocidio, todo un récord para el país latinoamericano que más militares ha condenado por delitos de lesa humanidad.
Menéndez fue un hombre de un poder enorme, mayor incluso que los dictadores Jorge Rafael Videla o Roberto Viola, sus compañeros en el colegio militar. Entre 1975 y 1979, como jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, tuvo bajo su mando el plan de exterminio de opositores de izquierda en diez provincias del centro y norte del país. De su cabeza salió el diseño de 238 centros clandestinos de detención, con La Perla y La Ribera como los ejemplos más activos. Amo y señor del destino de sus detenidos, fue el más duro entre los represores duros. En febrero de 1982, dos meses antes de que su primo Mario Benjamín Menéndez fuera nombrado gobernador militar de las Islas Malvinas, dijo en una entrevista a la revista Gente que los desaparecidos no debían ser tomados en cuenta. “Los desaparecidos desaparecieron y nadie sabe dónde están, lo mejor será entonces olvidar”, recomendó Menéndez.
Cuando terminó de “aniquilar a la subversión marxista”, como se jactaba, Menéndez creyó oportuno pasar a la guerra convencional. En 1978, fue el principal promotor de una inminente conflicto armado contra Chile por el control del canal de Beagle. Apostado durante cuatro meses en la frontera, dijo a sus tropas una frase que se hizo célebre: “El brindis de fin de año lo hacemos en el Palacio de La Moneda y después iremos a mear el champagne en el Pacífico”. Sus deseos quedaron truncos porque la mediación del Papa Juan Pablo II evitó sobre la hora la guerra. “Videla es un cagón”, dijo entonces sobre el presidente de facto.
Convencido de que era el portador de un destino manifiesto, el de salvar a “la Patria” del comunismo internacional, Menéndez nunca se arrepintió de sus crímenes. Los argentinos pudieron escucharlo durante los interminables juicios que enfrentó, siempre con sus ojos claros clavados en algún punto perdido, entre bostezos, y con sus manos entrelazadas sobre sus piernas. En 2010, durante un alegato, dio su versión del terrorismo de Estado: “Lo que realmente pasó fue que hace 60 años la guerra estalló de manera repentina y brutalmente en nuestro país sin tener arte ni parte, simplemente porque estábamos en la ruta de conquista del comunismo internacional. Los argentinos sufrimos el asalto de los subversivos marxistas”.
La derogación de los indultos y las leyes del perdón en 2005 pusieron otra vez a Menéndez en un calabozo. Las causas por genocidio se reabrieron y el militar fue imputado en 73 causas y condenado 13 veces. En 2016, dijo a los jueces que en Argentina “no hubo represión ilegal alguna”. Y convencido de ello se fue a la tumba.
En 1984, Menéndez atacó con un cuchillo a manifestantes que lo insultaron.