Educación. Modelo “línea dura” tiene a Singapur en lo más alto del ranking mundial
El lunes, su despertador suena a las seis de la mañana.
A las 7:30 am, el niño de 12 años ya está resolviendo problemas de matemáticas.
Los martes, después de las clases de mandarín, tiene tiempo para una siesta cronometrada de 45 minutos.
Otro de sus momentos libres es el viernes, entre 16:50 y 17:15.
Incluso el sábado, Jack tiene tareas y clases de ciencias, matemáticas, mandarín e inglés, pero ese es el día menos ocupado de todos y en el que se puede relajar por cerca de dos horas.
El domingo, la jornada se reanuda y, como todos los días, se extiende hasta las nueva de la noche, cuando se va a dormir.
Dura preparación
La rutina de Jack y otros miles de alumnos como él es parte de la preparación para el examen final de la primaria en Singapur, ciudad-estado habitada por poco más de 5,8 millones de personas.
“En general, no se queja porque su cronograma no es tan intenso como el de otros”, dice la madre de Jack, una trabajadora bancaria de 42 años llamada Sheryl Iow.
“Siempre que hablo con otros padres, siento que tengo que comprar aún más libros de pruebas para mi hijo”, afirma.
Singapur tiene uno de los sistemas educativos más admirados del mundo.
Encabeza la lista de resultados de la influyente prueba PISA, aplicada por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en 75 países para evaluar el desempeño de los estudiantes en ciencias, matemática y lectura.
El buen desempeño del país se debe a varios factores, como el tener una burocracia gubernamental formada en las mejores universidades del mundo, con una misión bien definida: transformar Singapur, excolonia británica, en uno de los países más ricos, desarrollados y educados del mundo.
Bien pagados
Otra pieza del éxito de Singapur es la alta calificación de los profesores, según Clive Dimmock, de la Universidad de Glasgow, en Reino Unido, invitado a Singapur por el Instituto Nacional de Educación (NIE, por sus siglas en inglés) de ese país para guiar un programa de liderazgo.
Los salarios en el sector educativo de Singapur equivalentes a los de los rubros industrial y bancario, y atraen a los mejores alumnos recién graduados en las universidades.
El sueldo promedio inicial varía entre 1.600 dólares de Singapur y 3.000 (US$1.800-US$3.300). Además, los maestros reciben bonos por desempeño en el aula y pagos por trabajar horas extra.
Cada profesor debe participar en al menos 100 horas de actividades adicionales de formación.
Alrededor del 20% del presupuesto total del estado se destina a la educación.
“No se ahorra en las instalaciones de preparación, así que tienen tecnología, laboratorios y excelentes libros”, afirma Dimmock.
Pasado de pobreza y analfabetismo
Pero antes de ser una potencia económica y educativa, Singapur estaba entre los países más pobres de Asia.
En 1965, cuando Singapur se independizó, sólo la élite tenía acceso a la educación.
Para levantarse,lo que el país podía hacer era invertir en su población, su único “recurso natural”.
Ahora tiene un gobierno autoritario que limita las libertades individuales y de prensa, y un sistema en el que la obediencia es una garantía de seguridad social y bienestar, y un elemento central en el engranaje de la educación del país.
Escuelas de élite
La sensación de siempre estar perdiendo algo —llamada kiasu— forma parte de la psique de la población.
Para la exprofesora Dawn Fung, “la vida es muy difícil para los niños cuya familia tiene terror de que estos fracasen o no alcancen buenas notas”, afirma.
Cuanto mejor es el desempeño de los niños en las escuelas, mayores son sus posibilidades de conseguir una vacante en una “escuela de élite” y luego en una buena universidad.
Para alcanzar estos objetivos, los niños se preparan desde pequeños para pasar el examen de final de la primaria (PSLE, por sus siglas en inglés), que determina en qué tipo de escuela los alumnos cursarán la secundaria.
“Esa carrera empieza a los dos años de edad”, afirma Fung.
Es por esta razón que la mayoría de los niños de Singapur reciben clases particulares.
Sheryl Iow, madre de Jack, paga más de 1.000 dólares de Singapur al mes en clases particulares para su hijo.
La industria de la enseñanza privada extracurricular es bastante lucrativa. De acuerdo con un reportaje del periódico local StraitTimes, llega a mover 1.000 millones de dólares de Singapur al año.
“Algunos padres gastan cientos o miles de dólares cada mes, aunque saben que las clases puede no elevar significativamente las notas de los hijos”, dice el artículo.
Por el contrario, Clive Dimmock reconoce que las clases particulares son un motor importante para que los hijos salgan mejor en los exámenes de la escuela.
Sin embargo, a pesar de la agenda apretada con clases adicionales y del esfuerzo, Jack no alcanzó el puntaje necesario en el PSLE para estudiar en la escuela de élite que él deseaba.
Enseñanza en casa
Para Dawn Fung, la industria de las clases extras muestra que los exámenes son muy difíciles para los niños.
“¿Por qué no hacerlos más fáciles? ¿Por qué nuestros hijos no hacen pruebas apropiadas para sus edades?”, se pregunta la exprofesora.
Cuando se convirtió en madre, Fung decidió salirse del sistema tradicional de escolarización y optó por el modelo de educación en casa.
“Creo que es incorrecto formar parte de un sistema que nos hace infelices. Es cruel insertar a los niños en un sistema educativo que no se comprometa con un resultado de aprendizaje positivo”, afirma la madre de dos niñas de 6 y 8 años, y de un bebé de ocho meses.
Como todas las familias que optan por la educación en casa en Singapur, Fung está obligada a aplicar el currículo nacional y sus hijas tienen que tomar la PSLE.
El puntaje que obtengan no puede estar por debajo del promedio nacional.
Estigma, ansiedad y suicidios
A Sheryl Iow, madre de Jack, le preocupa que su hijo sea estigmatizado por no obtener el puntaje que necesitaba en el PSLE.
“Está triste”, cuenta la mujer. El pequeño, que sueña con ser piloto aeronáutico, se está preparando para dar una nueva prueba, a ver si esta vez consigue quedar entre los “mejores”.
Un efecto secundario de la búsqueda de excelencia es el aumento del número de jóvenes afectados por ansiedad y estrés.
Además, es común encontrar reportajes que relacionan el suicidio juvenil con un mal desempeño en el colegio.
De acuerdo con Samaritanos de Singapur (SOS, por sus siglas en inglés), un centro de prevención de suicidios, el número de jóvenes que buscan ayuda ha aumentado en los últimos años.
El creciente número de suicidios llamó la atención de las autoridades.
Hace algunos meses, el ministro de Comunicación, Ong Ye Kung, admitió que el sistema presiona a los alumnos, y pidió reducir el estrés en la vida académica.
“(El ministerio) garantizará que el sistema educativo evolucione para ayudarlos a no ser muy duro con ustedes mismos”, afirmó al pedir a los alumnos que cuidaran la salud mental unos de otros.
Ahora se aplica una nueva política de “escuelas pensantes, nación aprendiz”, que ve al alumno como parte de un proceso de aprendizaje, y no como una máquina de repetición de esquemas.
El lema “enseñar menos, aprender más” que se usa actualmente en las escuelas “es un estímulo para que los niños hagan las cosas a su manera, trabajen en grupo y piensen por sí mismos”, afirma Dimmock.
Los alumnos “rezagados”
Pero los alumnos que no son incluidos entre los “mejores” reciben un tratamiento diferenciado.
El investigador Mattew Atencio, profesor Asociado y Codirector del Centro de Deporte y Justicia Social de la Universidad Estatal de California estuvo en Singapur en 2011 para investigar el papel de los profesores en el desempeño de alumnos que no eran considerados “brillantes”.
Atencio reconoce que la educación del país es indiscutiblemente exitosa, pero cuestiona la creciente desigualdad generada por la meritocracia.
“Algunas familias no tienen altos ingresos económicos o recursos para pagar clases privadas, lo que impacta (el desarrollo de los alumnos) en futuras redes educativas, sociales y laborales”, sostiene.
“Muchas veces (los padres) trabajan turnos seguidos, sin dormir (para financiar la educación de los hijos)”, cuenta Atencio.
“Los sistemas educativos deben responder a las necesidades de los históricamente marginados y desfavorecidos, desde una perspectiva de justicia social”, opina el investigador.
“Hay muchas contribuciones maravillosas para la sociedad que vienen de todos los sectores”, señala el académico. “La educación no debería ser simplemente para reproducir los beneficios de y para la clase de élite”.