ELECCIONES DECISIVAS. Grecia vota para salir de su peor crisis
La empobrecida clase media del país castigará a Tsipras en las urnas?.
Unos dicen que cobran 350 euros menos al mes, otros 400. Algunos incluso han perdido sus casas, sus trabajos y sus antiguas vidas. Una década después de la tragedia financiera que hizo temblar los cimientos de la Unión Europea, el rostro de la crisis griega ya no se mide por los escaparates cerrados o los tantísimos mendigos en la calle, sino por la pérdida del poder adquisitivo de la clase media, la más golpeada durante estos largos años.
Los griegos acuden hoy a las urnas listos para castigar a Alexis Tsipras, a quien culpan por no haber terminado con la austeridad, como prometió, y haber capitulado ante las exigencias de la troika. Los sondeos auguran que perderá las elecciones por una diferencia de casi diez puntos respecto a su principal rival, Nueva Democracia, la formación de derecha tradicional cuyo nuevo líder, Kyriakos Mitsotakis, heredero de una de las grandes familias de la política griega, se presenta con un lavado de cara liberal y reformista.
“No es que nos guste especialmente Mitsotakis”, dice Efi Drakopulu, una jubilada de 72 años. “Pero no hay alternativa: Tsipras ha sido el peor primer ministro de la historia de Grecia, y hemos decidido votar a cualquiera menos a él”.
El señalado Tsipras ha devuelto el país a la senda del crecimiento. El PIB griego aumentó el año pasado un 1,9%. Pero sólo tras romper sus promesas iniciales y comprometer el país, en agosto del 2015, a un tercer rescate, menos cuantioso que los anteriores (de 86.000 millones de euros), pero igual de doloroso para los griegos.
“Tsipras ha sido el peor primer ministro de la historia de Grecia”, protesta una jubilada
Vecina de Holargos, en el este de Atenas, Drakopulu se reúne por las mañanas con sus amigos del barrio en el café Pericles. Con un plato de sandía cortada y una carta de propaganda electoral de Nueva Democracia encima de la mesa, pronto se animan a protestar por las malas condiciones de los mayores. Ella, después de toda una vida enseñando inglés en las escuelas, cobra una mísera pensión de 500 euros mensuales. Antes del 2012 era de 750, y esta diferencia se nota mucho. “¿Cómo es la situación en Barcelona?”, se apunta Dimetre Marusis, de 70 años, que trabajaba en una fábrica textil. “No importa –interrumpe– aquí estaremos diez veces peor. Tsipras nos hace entregar la mayoría de nuestro dinero al Estado, ha vendido nuestras maravillas a Europa, y los griegos estarán pagando el rescate durante 60 años. A mí me da igual, yo me voy a morir pronto. Pero para los jóvenes, el futuro aquí es muy oscuro”.
Tan oscuro que uno de los dramas de la tragedia griega es un éxodo juvenil sin parangón. Aunque con Tsipras el desempleo ha caído algo (ahora al 18,2%, en el 2013 a más del 27%), para los jóvenes sigue siendo muy alto, ronda el 40%. Los que tienen titulación universitaria creen que puede ser que, con mucho esfuerzo, encuentren un empleo en su campo al terminar los estudios, pero siempre con sueldos míseros y sin la posibilidad de crecer laboralmente. El 59,3% de los trabajadores en Grecia cobra menos de 1.000 euros brutos al mes y el 25,3 % incluso no llega a los 500. El Banco Central Griego calcula que 427.000 personas han huido de Grecia en los últimos años, la mayoría universitarios en busca de un futuro mejor. La fuga de cerebros es tan feroz que, entre las cervezas y la música callejera de un viernes noche en la calle Praxitolou, Maria y su amigo Jason, de 20 y 26 años respectivamente, conversan sobre a dónde les gustaría marcharse. La mayoría de sus amigos han escapado o piensan hacerlo en un futuro. Ella, estudiante de Económicas, prefiere Canadá; él, músico, sueña con Cuba para especializarse en jazz latinomericano.
Desanimados por el desempleo y los míseros sueldos, los jóvenes escapan del país
Maria y Jason no apoyan a Tsipras, pero ven con pavor el regreso de la derecha. Optarán por Mera 25, el partido del exministro de Economía Yanis Varufakis. Jason se siente traicionado por Syriza, en quienes confió en un principio. “Hace cuatro años, Tsipras organizó un referéndum en que el 62% de los griegos dijeron no a claudicar de nuevo ante la troika. Lo primer que hizo fue acatar todo lo que los griegos habíamos rechazado con un portazo”, explica con desazón. “Ahora parece que Grecia sólo tiene como salida de convertirse en la Florida de Europa: un lugar al que los viejos ricos del continente vendrán a retirarse, sin que haya posibilidad de que los jóvenes emprendan, creen start-ups, o simplemente se puedan quedar”.
Dora Dienni también se ha acostumbrado a ver sólo a sus amigos en vacaciones de verano, o a organizar charlas por Skype. Profesora de primaria en una escuela pública, la recesión le ha arrebatado 400 euros de su salario. Ahora cobra 300 euros menos que cuando empezó a trabajar, en el 2005, con 25 años. “Es raro. Nadie quiere hablar de la crisis. Los griegos han aceptado del todo lo que ha ocurrido y quieren pasar página. Aunque no tienen, ni tendrán dinero, en los próximos años”.
Las penurias económicas se han cebado en el sistema educativo. Dienni recuerda cómo en el 2013 por primera vez las escuelas se quedaron sin libros. Tuvo que enseñar un año entero a base de fotocopias. Con Syriza, afirma que en las escuelas públicas nada ha cambiado para los profesores, que siguen haciendo más horas de clase por menos dinero, pero por lo menos el clima laboral es más agradable. “Nadie cree que vaya a mejorar la situación –asume–. Es triste, pero lo único que deseamos los griegos es quedarnos como estamos”.
El mitin final de Syriza, el viernes en la ateniense plaza Syntagma a rebosar, los seguidores de Tsipras confiaban todavía en una remontada. Pero la sensación en las calles de la capital es que necesitarían un milagro para volver a gobernar. Sus electores ya le dieron la espalda en las elecciones europeas, donde Nueva Democracia arrasó por sorpresa. Otros muchos se quedaron en casa. Syriza sólo logró movilizar al 58 % de sus votantes, y se espera que esto vuelva a suceder en estos comicios. Además de los sondeos, tiene en contra un ecosistema mediático mayoritariamente favorable a Mitsotakis, explica el profesor de sociología política de la Universidad de Atenas Michalis Spourdalakis. “Hay un clima de histeria contra Syriza –valora– que recuerda al que se sentía en el Reino Unido antes del Brexit y en Estados Unidos antes de Trump, un sentimiento irracional de rechazo”.
“Ahora parece que sólo podamos ser la Florida de Europa, un lugar para viejos ricos”
Mientras su principal rival, Mitsotakis, se presenta a las elecciones con un ambicioso programa de reducción de impuestos que seduce a las clases medias altas, Syriza cree que es mejor estimular el consumo a través de ayudas sociales a las personas con ingresos bajos. También promete contratar a 25.000 funcionarios, medio millón de puestos de trabajo en cuatro años, y alivios fiscales progresivos sin incumplir los objetivos financieros que han impuesto los acreedores. El partido del hijo pródigo de la izquierda radical europea se ha ido moderando desde que aceptó que no había alternativa al tercer programa de rescate. Por el camino ha ido perdiendo la retórica de una fuerza nueva que iba a encararse a las élites y la superioridad moral que esgrimía contra sus contrincantes.
Maria, la joven estudiante que busca emigrar a Canadá, votará hoy por primera vez en unas elecciones generales. A sus 20 años recuerda muy poco de lo que era Grecia antes de la crisis. Sí se acuerda de las cartas de los bancos que llegaban a casa publicitando créditos. De su abuela, protestando porque la llamaban todo el tiempo animándola a comprar un apartamento que no necesitaba. “Ahora está contenta de no haberles hecho caso”, cuenta. La mitad de una vida focalizada sólo en esta lucha. Una generación perdida.