ELECCIONES EN ITALIA. El laboratorio de la derecha
El proyecto derechista tejido por la Liga triunfa en Génova, donde hasta ahora siempre había arrasado la izquierda
Escribe: ANNA BUJ
Son las doce del mediodía en el mercado de Sampierdarena, un tradicional barrio popular en las afueras de Génova, y apenas hay gente. Donde hay espacio para decenas de paradas quedan abiertas cinco. Entre ellas, la frutería de Marco, de 29 años, originario del Manchester italiano. A principios del siglo pasado, a Sampierdarena la llamaban así por ser el hogar de la floreciente industria siderúrgica y mecánica, un próspero enclave obrero que siempre había votado en rojo. Hasta ahora. Marco, un chico educado y que ha viajado por buena parte de Europa, está indeciso entre votar a la Liga de Matteo Salvini –desde que tiene ambición nacional, ya no se llama la Liga Norte– o a los neofascistas del CasaPound. “Creo que me inclino más por la Liga porque puede ser que votar al CasaPound sea tirar el voto”, reflexiona. “Quiero que Italia dé un golpe encima de la mesa porque estoy harto del buenismo de la izquierda. Sólo benefician a los inmigrantes. Si vas por esta calle, se multiplican los restaurantes de africanos mientras aquí vamos cerrando”, lamenta.
La globalización, el estado del aeropuerto genovés, la cercanía de Milán o la gestión de los sucesivos gobiernos de izquierda; no está muy claro qué ha sido el desencadenante de la degradación industrial de Génova. Aquí la segunda sede de Ilva, la mayor fábrica siderúrgica del país, en los noventa tenía unos 10.000 trabajadores y ahora quedan apenas 1.600. En el área metropolitana también estaban la fábrica de la aeronáutica Piaggio, que trasladaron y cerraron, o la sede local de la multinacional sueca Ericsson, donde hace poco echaron a la mitad de los trabajadores. Se han evaporado 200.000 habitantes en tres décadas. Los vecinos cuentan que si en Sampierdarena años atrás un apartamento solía costar unos 100.000 euros, ahora vale apenas 30.000 o 40.000. “Por la noche es un gueto de drogas y prostitución –asegura Marco–. Ni mi novia ni mi madre se atreven a andar solas a partir de las siete”.
En el primer puerto italiano, la izquierda no había perdido unas elecciones desde 1946, tras la caída del fascismo. Hasta hace dos años y medio, cuando una exitosa alianza derechista tejida por la Liga Norte local conquistó primero la presidencia de la región y luego, la pasada primavera, la simbólica alcaldía del enclave rojo. En tres años, la obrera Liguria ha pasado de estar gobernada por la izquierda en un 75% del territorio a ser regida por la derecha en el 83%.
La Liga ha pasado de ser el partido nacionalista del norte a ser el partido nacionalista italiano al estilo del FN francés
“Aquí ha cambiado el estado de ánimo y ha funcionado muy bien la transformación de la Liga”, cuenta Emanuele Rossi, cronista político de Il Secolo XIX, el diario local genovés. Con el joven Salvini al frente después de la caída de Umberto Bossi por un escándalo de corrupción, la Liga ha pasado de ser el partido nacionalista del norte a ser el partido nacionalista italiano al estilo del Frente Nacional de Marine Le Pen. “Se presentan como un partido más serio, con opción de gobierno. Aunque no veo un cambio brutal en la región en los últimos meses, sí que son muy buenos comunicando lo que hacen. Son muy accesibles”, asegura Rossi.
Los artífices del milagro tienen nombre propio. El primero, Edoardo Rixi, el joven líder local de la Liga, de 43 años, quien ha conseguido que su formación espere ser la primera fuerza local en las generales, con el permiso del Movimiento 5 Estrellas fundado por el genovés Beppe Grillo. Está muy bien considerado en el partido –es de la misma generación que Salvini, y su vicesecretario– y ahora se presenta como candidato a la Cámara de Diputados.
Pese a que no se postuló a la alcaldía por tener una investigación abierta, Rixi fue quien impuso al actual alcalde, Marco Bucci. Era un técnico con experiencia en EE.UU., independiente en teoría, aunque el liguista sea quien al final mueve los hilos. Consiguió que toda la derecha de Forza Italia, Hermanos de Italia y otros grupos locales lo apoyaran. También fue uno de los que estuvieron detrás de la elección de Giovanni Toti, conocido expresentador de la Mediaset de Silvio Berlusconi que en el 2015 lideró la coalición de derechas que ganó la presidencia de la región de Liguria con un 34% de los votos.
“Liguria puede ser un laboratorio interesante de lo que puede pasar a escala nacional”, asiente Rixi desde el hotel Meliá, donde se ha encontrado con Bucci y otros compañeros, en el centro de Génova. “Creemos mucho en alianzas de ideas similares que caminan juntas. Aquí ha funcionado porque somos gente joven que ponemos el proyecto por delante del partido. A escala nacional, quizás hay una clase dirigente más mayor que lo pondrá más difícil”, dice. Sin decirlo se refiere, por supuesto, a Il Cavaliere.
El otro gran nombre de la fórmula del éxito derechista en Génova es el mismo Toti, cuya victoria fue el primer paso de la recuperación moral de la Forza Italia hundida por los escándalos sexuales y judiciales de Berlusconi. “Lo que hicimos fue, en un escenario de reconversión del modelo industrial que la izquierda no ha podido gestionar, unificar una coalición que ahora vemos repetida en otras partes de Italia”, recuerda Toti desde su despacho en el palacio de la Región. Él no ve en Salvini un aliado peligroso. “En la Liga siempre he encontrado posiciones razonables y prácticas. Debemos distinguir entre los tonos de la campaña electoral y lo que al final supone gobernar el día a día”, tranquiliza.
La media de los últimos sondeos publicados, el pasado viernes, daba por segura la victoria de la coalición de centroderecha a escala nacional, aunque no con suficientes diputados para formar gobierno. Y si la Liga ha encontrado su espacio en Génova, la reconversión parece que también les funcionará en todo el país. Tras conseguir imponer el debate migratorio como el principal tema de la campaña, sólo está a tres puntos de Forza Italia. Sus dirigentes han jurado en televisión que quien arranque un voto más será quien ponga su candidato a primer ministro en las negociaciones.
En el bar de la plaza de la estación de Sampierdarena, un grupo de jubilados también apostará por Salvini. “Yo lo que haría es meter a todos los políticos en la plaza y darles de palos”, dice Paolo, un mecánico calabrés. “Pero como no podemos, vamos a votar a la Liga, porque la izquierda son una panda de ladrones”, responde Vincenzo, de 68 años. Operario de fábrica toda su vida, él siempre había votado en rojo hasta las pasadas elecciones. “Cobro 460 euros de pensión, mientras que a los extranjeros les dan 40 euros al día por no dar palo al agua. Espero que ellos puedan cambiar las cosas”.