“En Uruguay se habla más de solidaridad que en cualquier otro país de todo el mundo”

Una encuesta de la Consultora Radar realizada en redes sociales en junio de 2018, que incluía la pregunta: si tuvieras que explicar en términos generales a un extranjero cómo son los uruguayos, ¿qué le dirías? La respuesta más utilizada fue “los uruguayos son solidarios”.

La jornada “La solidaridad y su ejercicio en Uruguay: sensibilidades, prácticas e instituciones” incluyó varias mesas de intercambio con referentes académicos de las áreas del derecho, las ciencias sociales, las humanidades y la economía, así como también del ámbito sindical y del sector cooperativo. La actividad tenía como objetivo interpelar el concepto de solidaridad como valor, objeto de estudio y orientación tanto dentro de la Universidad, como en sus relaciones con la sociedad y sus organizaciones.

La apertura estuvo a cargo del rector Roberto Markarian y del prorrector de Extensión Mario Barité. El rector relató el proceso de gestación de esta jornada, que comenzó un año atrás, motivado por su iniciativa. En ese momento el rector convocó a los decanos de las facultades de Ciencias Sociales, Diego Piñeyro, Ciencias Económicas y de Administración, Rodrigo Arim, Humanidades y Ciencias de la Educación, Álvaro Rico, y Derecho, Juan Andrés Ramírez. La elección de los servicios respondió a la existencia de investigadores con producción académica sobre el tema, explicó.

La propuesta fue bien recibida, y dio lugar a un intercambio valioso en el que “surgieron enfoques muy interesantes”, expresó Markarian. La idea original se fue transformando en una actividad preparatoria de las Jornadas Nacionales de Extensión que se realizarán en noviembre de este año. “Está claro que los principios de la solidaridad están presentes en muchas actividades universitarias”, indicó.

En particular el Fondo de Solidaridad, que es una iniciativa del país y no solo de la Universidad, está fundado sobre esos principios. En una modalidad distinta, también se basan en la solidaridad las tutorías entre pares que desarrolla la Udelar, en las que unos estudiantes apoyan a otros para fortalecer sus trayectorias educativas.

Markarian recordó que otra iniciativa que nace de ese principio es el apoyo a las personas privadas de libertad para realizar estudios universitarios, un programa exitoso de la Udelar que está creciendo rápidamente y que el año próximo incorporará más internos y más tutores.

Barité explicó que cuando el prorrectorado de Extensión y Actividades en el Medio fue invitado a sumarse a la organización de esta jornada, entendió que era “una idea con mucho potencial, necesaria y pertinente”. Indicó que podría parecer que la solidaridad es un valor que está en riesgo a nivel social, sin embargo “hay una relación muy directa entre solidaridad y educación”, y pensar en ella es una oportunidad para fundar una línea de estudios sobre el tema, trascendiendo a este evento puntual.

Agregó que la Universidad está tradicionalmente vinculada con ese valor, y de hecho para la jornada se convocó a varios universitaios que trabajan en el tema desde distintos enfoques, desde hace años. En su opinión la solidaridad exige “pensar en los otros, con los otros y para otros”, y de ese modo es “una construcción que se hace todos los días”. Desde su rol puede comprobar la “alegría y gratificación” de aquellos que dedican su trabajo a acompañar a estudiantes privados de libertad, así como también a colectivos sindicales y cooperativas, expresó.

Deuda social y futuro

La jornada continuó con una conferencia a cargo del profesor Marcos Supervielle, docente del seminario “Sociología de la solidaridad” en la Facultad de Ciencias Sociales. Expresó que es una temática “que hay que volver a poner sobre el tapete para reflexionar, priorizar y repensar la solidaridad frente a los nuevos desafíos que tenemos en la comunidad educativa, pero sobre todo en la sociedad en general porque estamos enfrentados a un conjunto de problemas muy importantes que hacen, entre otras cosas, a nuestro problema de identidad nacional”.

En primer lugar, mencionó una encuesta de la Consultora Radar realizada en redes sociales en junio de 2018, que incluía la pregunta: si tuvieras que explicar en términos generales a un extranjero cómo son los uruguayos, ¿qué le dirías? La respuesta más utilizada fue “los uruguayos son solidarios”. En un artículo publicado previo a la encuesta, Supervielle ya advertía que una de las características de la cultura del trabajo en nuestro país era la solidaridad.

Si bien no tenía información concreta, viajando por América Latina y Europa notó que en Uruguay se habla más de solidaridad que en cualquier otro país del mundo. “Esto no quiere decir que realmente seamos solidarios, a veces lo somos, a veces no, dependiendo de las circunstancias, pero en la percepción de si somos o no solidarios, influye mucho el contexto social y la situación económica del país”, indicó. También se refirió a una investigación que realizó sobre la percepción de grupos profesionales sobre el Fondo de Solidaridad de la Udelar: “lo que más marcaba la diferencia entre estar a favor o en contra del Fondo, era si conocían concretamente o no a becarios”.

Un grupo de pensadores del primer tercio del siglo XIX, de origen cristiano y conservador, son los creadores del término solidaridad. La primera idea de solidaridad que proponen refiere a la relación entre el pasado y el presente: el peso de los muertos sobre los vivos. Esta idea tiene una característica que permanecerá más adelante y es que la solidaridad se percibe en forma holística, es algo que toca al conjunto de la sociedad. Otras ideas que aún permanecen son: el vínculo entre solidaridad y unidad, y la solidaridad como deuda social que debemos pagar.

Para entender el concepto también hay que comprender el movimiento de ideas en el cual está inscripto. La solidaridad surge como una reacción a las ideas liberales dominantes en la Revolución Francesa. Muchos historiadores colocan las ideas de libertad, igualdad y fraternidad como emergentes en dicha revolución, pero en realidad surgen de la Revolución de 1848, y la consigna de la Revolución Francesa fue “libertad, igualdad y propiedad”.

Esta posición en el plano político y de la organización de la sociedad generó una crisis y el surgimiento de una gran cantidad de pensadores del campo de la filosofía, que buscaban sistemas utópicos de organización de las sociedades. Durante 50 años vivieron una “fiebre de ideas” y crearon conceptos como la asociación, la organización social, el altruismo, la armonía, la fraternidad y el socialismo. Entre ellos se encuentra además la emergencia del término solidaridad.

A mediados de siglo, Pierre Leroux le dio un giro a este concepto y puntualizó dos cuestiones: la solidaridad se opone a la caridad cristiana, y se opone a la fraternidad pues esta conduce a pensar las sociedades como comunidades. Tanto la caridad como la fraternidad son ingobernables, mientras que la solidaridad puede ser organizada. Además, invirtió la relación original entre pasado y presente para plantear que la solidaridad también se vincula con el futuro. Según Leroux, la caridad desde el punto de vista de la doctrina cristiana es un concepto vinculado a la desigualdad de clases, solo puede existir desde las clases altas hacia las bajas, y afirma que inclusive muchas veces se realiza para reafirmar la distinción entre ambas clases.

Diferentes o iguales

En esta misma línea, Supervielle destacó que existen dos miradas sobre el otro: a partir de la diferencia y a partir de la igualdad. De la primera deriva la caridad, la generosidad y responsabilidad social; mientras que de la igualdad se desprende la solidaridad. Asimismo, explicó que se desarrollaron dos fenómenos nuevos en torno al concepto de solidaridad: empezó a formar parte de la teoría política, y se dio un proceso de popularización del concepto que llevó a que se aplique en acciones concretas. La primera referencia a acciones solidarias data de 1865, en España, donde anarquistas comenzaron a discutir públicamente la solidaridad con personas privadas de libertad y, por tanto, difundieron así el concepto en la sociedad.

Actualmente, “la visión popular de la solidaridad tiene objetivos concretos y una vez que estos son alcanzados, se termina”. No es un principio genérico, de organización de la sociedad, sino práctico. A partir de esto, Supervielle afirmó que el término se maneja en dos niveles: de noción popular, y de concepto teórico. En el nivel popular se destaca el Caso Dreyfus, que refiere a un militar de origen judío acusado de traición en 1870.

Para apoyarlo en su defensa, los anarquistas tuvieron que resolver dos problemas: primero, que Dreyfus era militar y ellos antimilitares, y segundo, era judío y en la percepción popular las personas de ese colectivo eran “los ricos”. Esta doble situación llevó a debates internos entre los anarquistas para decidir si apoyar la campaña de defensa y movilizar al pueblo. Por primera vez, la opinión pública se transformó en actor político y cambió radicalmente su papel, pues obligó al Estado francés a cambiar una decisión ya tomada y reconocer un error.

A partir de esa década el concepto fue cada vez más utilizado por distintos autores en la elaboración de teorías sociales y políticas, como Mijaíl Bakunin, Karl Marx y Émile Durkheim, quien se refiere a la “solidaridad orgánica” que mantiene unida a la sociedad. A su vez “la solidaridad orgánica tiene un correlato a nivel de visión del mundo que es la conciencia colectiva, es decir, de un deber compartido”, explicó Supervielle.

La economía, cuyo desarrollo hasta ese momento estaba fuertemente ligado al pensamiento liberal, comienza a incorporar la solidaridad, pero concebida en principio como la acción de “una sociedad civil que se organice para ayudar a los pobres. Este es un antecedente de las ONG”, apuntó. El concepto de solidaridad continúa afianzándose en base a dos fuentes: “la moral y el derecho”.

Por su parte Charles Gide, que a fines del siglo XIX introdujo la doctrina del cooperativismo, planteó que “somos solidarios porque queremos serlo”. Para Supervielle la visión de Gide es muy importante porque fue uno de los autores más leídos en Uruguay, al menos en los años sesenta. Influyó notoriamente a varias figuras, entre ellos a Juan Pablo Terra, promotor del Plan Nacional de Viviendas.

Otra influencia fundamental en nuestro país proviene del político francés afiliado a la Masonería León Bourgois, con su doctrina del “solidarismo republicano”. En ella se postulan varios niveles de solidaridad: la intrageneracional, que funcionará como principio general en sistemas impositivos, y la intergeneracional, base de la seguridad social. También se destaca la importancia de la educación, para que los individuos se perciban como parte de una sociedad. El solidarismo se plantea como “una nueva síntesis entre el individualismo y el socialismo”, explicó Supervielle.

A nuestro país la idea de solidaridad llega por dos caminos, por una parte se alimenta del solidarismo republicano, en el cual se inserta el Batllismo. Estos principios influyeron en la expansión de la educación pública, en la promoción de la salud, y a nivel de la política internacional. También se expresaron en la producción de intelectuales uruguayos como José Enrique Rodó y Domingo Arena. Otra de las fuentes que alimentan la idea de solidaridad en Uruguay es la noción popular que llega a través del anarquismo, que se extiende a otras corrientes progresistas, al socialismo, el comunismo y las organizaciones sindicales. Ambas visiones, el concepto teórico y la noción popular, “coexisten pero no se combaten”, indicó.

Para concluir Supervielle señaló que actualmente “hay una revalorización popular de la solidaridad”, visible en causas sociales como la búsqueda de los detenidos desaparecidos, las luchas sindicales y ambientales. El concepto cuestiona los embates de las nuevas tecnologías, la asunción de riesgos financieros, ambientales, militares, y debe motivarnos a la reflexión sobre la cohesión social en tiempos de globalización, afirmó.

La actividad siguió adelante con las mesas redondas “Concepciones de la solidaridad desde la Economía social y solidaria”, “La ética de la solidaridad en el movimiento sindical uruguayo”, y “El concepto de solidaridad en los juristas uruguayos a mediados del siglo XX”.

Según una encuesta reciente “los uruguayos son solidarios”. No está claro si es verdad, pero sí que “en Uruguay se habla más de solidaridad que en cualquier otro país del mundo”. Este fue uno de los aportes expresados en la jornada “La solidaridad y su ejercicio en Uruguay: sensibilidades, prácticas e instituciones”. En la actividad, que se desarrolló el pasado jueves, se compartieron miradas diversas sobre el tema por parte de investigadores de la Universidad de la República (Udelar) y representantes de distintas organizaciones sociales.

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