Escapada de 25 de diciembre 2017, a Narbona, una perla de Francia
Una ciudad gala, convertida en uno de los destinos emergentes, con todo su encanto
Narbona puede presumir de gozar de un clima mediterráneo espléndido. Durante generaciones ha deleitado a sus visitantes con excelentes productos gastronómicos y con una larguísima playa de aspecto casi salvaje. Además, el patrimonio histórico y artístico de esta acogedora urbe del sur de Francia es de primera calidad, con tesoros que alcanzan los 2.500 añosde antigüedad…
Por décadas, estos y otros atractivos podrían haber seducido masivamente a infinidad de viajeros, pero, en cambio, los turistas llegaban a la ciudad casi con cuentagotas. Sin embargo, estos últimos años, la tendencia ha tomado otro rumbo, convirtiendo la ciudad en uno de los destinos turísticos galos que ha crecido más. La pregunta es: ¿por qué?
Unas excelentes comunicaciones
Son varios los motivos de este despegue, pero hay uno que es obvio: la mejora en las comunicaciones. Ya existía la autopista que recorre el sur del territorio galo, pero que Narbona se haya convertido en parada del tren de alta velocidad ha supuesto un punto de inflexión.
De esta manera, la ciudad no solo está unida con todo el país, sino que incluso es posible llegar desde España, gracias a los trenes AVE directosde Renfe-SNCF que comunican Narbona con ciudades como Madrid, Zaragoza o la capital catalana, de forma que Barcelona queda a solo dos horas de trayecto.
La historia de Narbona
Ser nudo de comunicaciones no es algo nuevo para Narbona. Por aquí ya discurría la via Domitia construida por los romanos hace dos milenios para unir Italia con Hispania. La ciudad creció junto a ese viejo camino empedrado que todavía es visible en el subsuelo de la céntrica place del Hotel de la Ville. Lo cierto es que se convirtió en una de las principales colonias de la Galia romana y hoy se conservan vestigios de aquel esplendor en lugares como la place del Forum o las estancias del Horreum, transformado en un museo subterráneo.
No obstante, el gran monumento narbonense es posterior. Se trata de la catedral de los Santos Justo y Pastor, un templo gótico que no deja de sorprender por sus tesoros, por estar inacabado y porque, pese a ello, es enorme. Sus dimensiones se deben a que Narbona siguió siendo una de las mayores ciudades de Francia durante gran parte de la Edad Media. No solo eso, sino que se convirtió en el bastión católico que acabó con la herejía de los cátaros asentados en poblaciones cercanas como Albi o la monumental Carcasona.
Los alrededores de Narbona
En esos episodios históricos también se apoya el emergente desarrollo turístico narbonense, ya que la ciudad ha aumentado su oferta de alojamiento para ser un punto ideal para descubrir su entorno. No solo lugares como la citada Carcasona, también otros como la abadía de Fontfroide. Un monasterio cisterciense cuyos monjes apoyaron la lucha contra los cátaros y además se dedicaron a fundar diversas comunidades, incluso al otro lado de los Pirineos, como es el caso del monasterio de Poblet.
También a poca distancia, a una media hora, se encuentra otra de las grandes atracciones turísticas de la zona: la Reserva Africana de Sigean, un peculiar zoológico con miles de animales en semilibertad que propone evocar las sensaciones de un safari en la sabana africana. Por cierto, hasta Sigean se puede llegar de un modo muy especial: navegando por el canal de la Robine que une, a la altura de Narbona, el río Aude con el Mediterráneo.
El Aude siempre fue un río caprichoso y de cauce divagante. Por esa razón, en el siglo XVII abrieron el canal de la Robine para asegurar a las embarcaciones la salida al mar. Hoy ese canal es otro boyante recurso turístico, ya que es posible alquilar barcos para surcar sus 32 kilómetros de trayecto. Una experiencia que sacia las ansías de navegación de cualquier persona, ya que poseer el carné de conducir es el único requisito para pilotar estas naves y salvar las 13 esclusas que se encuentran desde la ciudad al Mediterráneo, o viceversa.
Llevarse el mejor sabor de boca
Todavía quedan más claves para comprender semejante despertar turístico, y hay que buscarlas en las iniciativas empresariales llevadas a cabo. Por ejemplo, desde hace siglos se elaboran vinos en la zona, pero recientemente los pequeños viñedos han echado el resto para producir caldos con vocación de alcanzar el prestigio nacional e internacional, tal es el caso del Domaine de La Ramade o del Château L’Hospitalet. Y no solo eso, además han transformado sus propiedades en bodegas a visitar o enhoteles con encanto.
No obstante, de todas las iniciativas hay una que merece un punto y aparte. Hablamos del restaurante Les Grands Buffets. Para empezar porque su historia pronto cumplirá 30 años. Tres décadas hasta convertirse en uno de los bufetes más selectos que uno pueda imaginar y saborear. Su propósito no es otro que ofrecer un abanico de platos y productos de primera calidad, rindiendo homenaje a la tradición.
Es decir, una pantagruélica fiesta de la cocina francesa, donde no faltan sus productos estrellas (quesos para todos los gustos, variedades de foie gras, tipos de ostras, etcétera) y las recetas más clásicas con carnes, aves, marisco, pescado, verduras,… Y todo ello a un precio muy ajustado a la calidad y la cantidad. Por eso no ha de extrañar que a lo largo del año se supere la cifra de 325.000 comensales, lo que sin duda lo convierte en el gran símbolo del actual brillo turístico de Narbona.