España. Elecciones generales. PSOE frente a VOX (la extrema derecha)

Este domingo 28 de abril se celebran en España las elecciones generales 2019 

El presidente del Gobierno español Pedro Sánchez, y su mujer, Begoña Gómez con sus dos hijas, Ainhoa y Carlota, aprovecha la jornada de reflexión para descansar en la localidad manchega de Anchuras, Ciudad Real, pueblo de su abuelo, clásica exponente de esa “España vaciada” sobre la que Sánchez, ha hablado tanto en esta campaña.

Día de campo en familia para Sánchez

Mientras activistas de Femen irrumpieron en el cierre de campaña del partido ultraderechista Vox en Madrid

“No es patriotismo, es fascismo”, NO PASARAN… clamó el colectivo internacional ante las propuestas del movimiento español liderado por Santiago Abascal, a dos días de las elecciones

Pablo Casado (EFE)

De cara a la jornada electoral de este domingo:

Elecciones Generales 2019 en directo

Pablo Iglesias, Unidas- Podemos, ha hecho una campaña inmaculada en la que se juega la vida

Pablo Iglesias (d), y el candidato al Congreso por Málaga, Alberto Garzón, durante el acto de cierre de campaña, en Madrid. EFE/J.P. Gandúl.
Pablo Iglesias (d), y el candidato al Congreso por Málaga, Alberto Garzón, durante el acto de cierre de campaña, en Madrid.

La pulsión de muerte en Pablo Iglesias es conocida, un vértigo que parece mantenerlo siempre asomado al abismo, jugándose el físico y el proyecto político. Unidas Podemos llegaba a esta campaña electoral en la peor hora imaginable, con la estructura debilitada, deserciones destacadas y un PSOE en los mejores números en diez años. La lealtad de Alberto Garzón fue la única buena nueva del primer trimestre. Existía riesgo del naufragio y la tentación de rubricar un final inspirado por la arenga del rey Théoden de Rohan en los campos de Pelennor: “¡Cabalgad, galopad, cabalgad; hasta la desolación y el fin del mundo! ¡Muerte!”. Unas Termópilas que podían acabar como la masacre de Little Big Horn: sin vida y sin gloria.

La salida en tromba de Iglesias en la plaza de Goytisolo, bajo los auspicios del Reina Sofía, hizo temblar a más de uno. Emprendía un escabroso ejercicio de autocrítica, nunca antes oído a un político en activo, para narrar la bochornosa crisis interna, y después cargaba contra los poderes fácticos del país, empezando –¡ay!– por los mediáticos.

Los pusilánimes aún se espantaron más con la entrevista en directo que siguió al mitin. Temieron que, sucumbiendo a la tentación del rey Leónidas, acabara como el veleidoso general Custer. Cuando 72 horas después estallaba el irresuelto Watergate español –una trama policial y periodística de sabotaje a Podemos urdida en las entrañas del ministerio del Interior–, la entrada en escena de Iglesias ya no parecía una inmolación. Aquel “¿quién es el dueño de esta pocilga?” de William Munny – Sin perdón (1992)– sonó suicida, pero de la tal pocilga solo uno saldría andando, “el conocido ladrón y asesino, un hombre de carácter notoriamente inmoral y violento”. El olor a pólvora aún recorrió días después una espeluznante discusión en directo con La Sexta, a propósito de la trama Villarejo y sus ramificaciones periodísticas.

El avance de la estrategia corajuda mitigó la desazón de la formación y el desempeño de Irene Montero en el primer debate televisivo –se permitió hacerle un caño y un sombrero a la altanera Cayetana Álvarez de Toledo– sembró el primer optimismo. A Pablo Iglesias le quedaba disputar el acto principal, una doble cita en RTVE y Atresmedia a la que acudió como mendigo para salir como príncipe. Recuperó al profesor elocuente y descarado de La Sexta Nocheque no pierde los nervios ante el follón de las corbatas. Hasta los precipitados redactores de obituarios admitieron su exhibición de solvencia política, tan a contrapelo de los tres pimpollos. Porque la campaña ambiciona llevar a Unidas Podemos al gobierno, pero detrás hay una tensión dramática, un temor atávico impronunciable: la supervivencia misma de un proyecto al que varios de sus impulsores andan preparando precarios repuestos tiempo ha. El aire cálido este viernes en Madrid barruntaba salvado match-ball. Euforia y nervios a partes iguales.

Unidas Podemos ha interpretado con gracia una partitura difícil, evitando elegir entre recuperar el voto de los marxistas inmaculados, descreídos con lo prosaico de la política, o el de los ufanos transversales, empeñados en refundar la socialdemocracia de sus padres. Ni pureza ni centrismo. Podemos buscó otro eje. Los gurús del márketing lo llaman thinking outside the box (“pensar fuera de la caja”). Optaron por una estrategia que les debía permitir rehacerse en ambos sentidos, un discurso ideológico fuerte –es la única candidatura a la que se ha oído un proyecto político con medidas concretas– articulado en torno a “la verdad” con el desparpajo y las cajas destempladas de quien nada teme porque nada debe. O porque ha leído demasiadas veces, a doble página, su necrológica.

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