COLOMBIA. Diana López se hizo periodista para investigar el asesinato de su padre.

Diana López esta semana en Bogotá.

Y se enfrentó al asesino de su padre. Lo hizo sola, decidida, indignada. Tenía 10 años y su papá, Luis López Peralta, aspiraba a ser alcalde de Barrancas, un pueblo de La Guajira, en el noreste de Colombia. Le había ido bien en su trayectoria como concejal y tenía opciones de ser elegido, pero un sicario le disparó y una serie de sucesos, que años más tarde Diana descubriría, evitó que se salvara y murió desangrado. “Él estaba destapando casos de corrupción en la región, empezaba a ser incómodo”, cuenta rodeada de dos escoltas. Investigar la muerte de su padre la ha puesto en una lista negra. La última advertencia que recibió fue la semana pasada. Desde el 27 de junio cuando condenaron a Juan Francisco Gómez, un exgobernador de La Guajira, a 40 años por la muerte de López Peralta, la periodista, de 30 años, no ha podido salir sola a la calle.

El asesinato de su padre y la falta de una investigación para saber quién ordenó matarlo se volvió una obsesión. “Siempre tuve eso en mi mente. Era muy difícil, pensaba que yo no era nadie para lograr que se hiciera justicia”. Su familia decidió no mover el caso, dejarlo así porque en un país como Colombia el silencio es la única opción cuando los asesinos están en el poder. “Yo no pude hacer lo mismo, yo necesitaba saber quién había ordenado matar a mi papá”.

Estudió periodismo porque pensó que desde ahí podía hacer algo, empezó a averiguar, a hacer entrevistas a médicos forenses, a testigos y logró armar un doloroso rompecabezas que destapó hechos que hasta entonces habían estado ocultos. Descubrió que a su papá no le dispararon en la cabeza sino en el cuello, que no lo trasladaron en una ambulancia sino en el carro de la alcaldía (el regidor era Francisco Gómez) y sin recibir primeros auxilios. Además corroboró que el vehículo se quedó sin gasolina en el trayecto hacia Valledupar, una ciudad a hora y media de distancia del pueblo en donde le dispararon, y que el médico que lo recibió en la clínica en la que murió fue un ginecólogo, hermano del mismo Gómez.

Diana López junto a su padre, Luis López.
Diana López junto a su padre, Luis López.

Durante el proceso, que empezó en 2013, la defensa del acusado quiso desviar el caso intentando culpar a las FARC del homicidio. Diana buscó a los líderes de la guerrilla, que entonces ya estaban en Cuba en el proceso de paz con el Gobierno, para conocer su versión. Iván Márquez en una carta le aseguró que ellos no habían sido. La periodista también logró que se le revocara una condecoración que en 1997, el mismo año en que fue asesinado su padre, el Congreso le dio a Gómez como mejor alcalde del país. Las investigaciones de la periodista entraron al expediente con el que finalmente fue condenado el político, también acusado por otros dos asesinatos y concierto para delinquir.

“El móvil del homicidio de mi papá fue político y sigue siendo indignante saber que el asesino estuvo en el funeral, que cargó el ataúd”, recuerda la periodista. Kiko Gómez, como es conocido en el país, ofreció un discurso el día del velorio del candidato López, le dio el pésame a la familia, estuvo cerca de Diana que en 1997 era una niña. La próxima vez que ella lo vería sería en el juicio por la muerte de su padre, siendo periodista, con las pruebas que señalaban que él lo había mandado a matar. En abril de 2016, cuando la Fiscalía pidió la condena por el asesinato pensó que al menos hasta ahí había conseguido algo. “Ese día me desbordé en llanto, no sabía cómo iba a terminar todo, pero era un paso que jamás creí posible”.

Diana enfrentó a fiscales, los puso a prueba. “¿Cómo voy a tener la certeza de que usted no es otro que va a intentar archivar este caso?”, le dijo alguna vez a uno. No era exagerado dudar. Hace menos de un mes fue condenado un fiscal por irregularidades en investigaciones llevadas a cabo contra Gómez. “Cuando hay poder es más difícil creer en la justicia”, reflexiona.

En junio un juez dictó la condena, Diana siente que cumplió con su deber aunque le costara amenazas que hoy la tienen con un chaleco antibalas puesto. “Me queda la sensación de que en el país sigue habiendo mucha impunidad, hay mucho sicario suelto a órdenes de personas con poder y dinero, aun estando en la cárcel. Las investigaciones se archivan sin que nadie haga algo y el miedo obliga a muchos a quedarse callados. El silencio nos hace cómplices y yo no quise ser cómplice del asesinato de mi papá”.

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