La derechización, un imperativo global
Hace largo tiempo que venimos señalando la existencia de un ominoso proceso de derechización, o inclinación disimulada hacia la derecha, entendida ésta como postura defensora del gran capital y su espíritu concentrador.
No es preciso insistir mucho, luego de medio siglo publicando teorías equívocas con las cuales justificar el citado proceso como nueva tendencia democrática en un mundo cambiante por la tecnología, los libros se volvieron viejos, están en completo desuso. La derechización entonces, se define a partir del desarrollo del modo de producción capitalista, nunca por fórmulas retorcidas de mentes acostumbradas a desmentir lo que es verdad irrefutable. Entre estos sofistas, los más famosos son los negacionistas del cambio climático.
Lo cierto es que lo fundamental del sistema económico dominante en el planeta no es solamente la concentración (en menor medida la centralización) de capitales sino que estamos en el reino perverso del capital financiero, uno que es especialmente violento y contrario a cualquier conquista popular o derecho social.
Sabemos cómo empezó lo que hoy vivimos. Hace casi cuatro décadas, Reagan en yunta con Margaret Thatcher decidieron imponer el neoliberalismo como manera de incrementar las ganancias estancadas del empresariado. Por tanto, declararon una furiosa guerra contra el Estado benefactor y el salario. El primer paso fue la disminución del gobierno o vaciamiento del aparato como representación societaria.
El Ejecutivo sufrió una seria transformación hasta convertirse en gerente de los corporativos, también el legislativo fue rellenado con levantadedos o sujetos corruptibles, empeñados en impulsar leyes neoliberales, cuando dicho modelo los disfuncionalizaba en tanto “gran asamblea nacional”. En pocas palabras, el gobierno encabezó una revolución que contenía su propia disolución o pérdida de importancia ante el mercado.
Y si bien hubo fuerzas que se opusieron y conquistaron el Ejecutivo por la vía electoral dando vida a administraciones autonominadas “progresistas”, éstas terminaron por ceder. Se adaptaron a la fuerza dominante, amenazadas de ser castigadasporlos organismos crediticios internacionales: FMI yBM. Por algo Uruguay posee un presidente asesor del Fondo y un eterno suspirante a la silla que representa a las dos instituciones altamente cuestionadas.
Al principio tuvieron éxito en tanto defensores del Estado benefactor, pero en la última década la situación cambió. Por un lado, se alinearon a la corriente preponderantey por otro, las orgánicas se dejaron asimilar y sus dirigentes se constituyeron en grupos de intereses o tribus. En el primer caso destaca el vicepresidente de la depuesta Dilma Rousseff, cuyo basamento ideológico era lo opuesto a su compañera de fórmula. Caída Dilma, Temer desplegó todo su neoliberalismo y corrupción, tanto que gobierna a fuerza de sobornos sin ningún apoyo popular.
En Argentina, los parlamentarios kirchneristas (hay excepciones) se dejaron comprar por Macri con singular alegría. En Chile, el candidato oficial no convenció a nadie como uno de izquierda; terminó siendo aplastado por Piñera en la segunda vuelta (parecido a lo ocurrido con Daniel Scioli). En Uruguay, la derechización es tan patente que los comités de base se vaciaron y las elecciones internas del FA fueron un verdadero fiasco.
En cuanto al tribalismo (o amafiamiento) de los dirigentes sindicales y partidarios, incluyendo a los prosocialistas, dio vida a una parálisis de la movilización, en tanto que la lucha ideológica más la propuesta gubernamental, se transformaron en un discurso meloso. En el mercado vale el dinero y en la política real, los votos; razón por la cual, la lucha política se redujo a lo electoral, siendo la diferencia entre las dos proposiciones confrontadas (derecha vs izquierda) su relativa sensibilidad con los más pobres.
El problema se tensará cuando la ola conservadora sea detenida por la movilización de los afectados (pese a sus dirigentes) como sucedió en Argentina durante la aprobación de una ley contraria a jubilados. Evento antipopular tambiéntestimoniado en Brasil, campeón en atacar conquistas sociales. En ese momento, la propuesta de la deshilachada izquierda, despedirá un olor fétido, a no ser que puedan remozar viejos rostros: Cristina, Rafael, Lula, Pepe en Uruguay.
En una palabra, la izquierda se autodestruyó y solamente quedan algunos líderes con credibilidad. Es lógico que estos grandes nombres vuelvan a ganar la presidencia, pero no será la izquierda quien triunfe, sino ellos, individuos con autoridad histórica. Por lo mismo, su compromiso se verá afectado ya que dejó de existir un movimiento encauzador. Dicho sin cortapisas: la mentada “izquierda” se indefinió en tanto alternativa a la derecha, convirtiéndose en un matiz.Sin lugar a dudas, ésta última es la fuerza dominante en un mundo que se mueve al compás del gran capital.
Pese a que las diferencias son de tonalidad, la derecha abandonó las doctrinas políticas sesudas y se ha cargado de odiotras despreciado cualquier consenso social.
En todo caso, ostenta el poder mundial con gente como Trump, Rajoy, May, Merkel, Macron, Kurz, Poroshenko.
Duda?. En América Latina, Macri, Temer, Peña Nieto, Kuczynski, Cartes, Hernández.
Y con la potestad en las manos, intentarán perpetuarse. Con este objetivo se apresuran a militarizar el orbe, consiguiendo una tensión mundial que acabará en una guerra de dimensiones inimaginables. Hasta el Papa lo advierte.